La creación de una red de ciclovías segura y conectada podría reducir el tráfico, mejorar la salud y transformar la manera en que los hermosillenses viven su ciudad.
Ricardo Amador/NORO
En Hermosillo circulan casi 700 mil vehículos según los números más recientes de Hermosillo, ¿Cómo Vamos?, sin embargo, la bicicleta ya se convirtió en una alternativa frente al tráfico y la contaminación.
Colectivos ciudadanos y expertos en movilidad coinciden en que una red de ciclovías seguras protege vidas y transforma la forma en que las personas habitan y experimentan la ciudad.

Hermosillo es, como muchas urbes del norte de México, una ciudad pensada para el automóvil. Calles amplias, banquetas interrumpidas y transporte público deficiente han dejado a peatones y ciclistas en desventaja.
El arquitecto Hugo Moreno Freydig, integrante del Colectivo Buquis a la calle y de la Mesa de Movilidad de Hermosillo, ¿Cómo Vamos?, describe el panorama con una palabra: “complicado”.
Según datos del Inegi citados por el especialista, la mitad de las calles en Hermosillo no tiene banquetas y muchas de las existentes son inaccesibles. El resultado es que caminar o andar en bicicleta se vuelve una tarea riesgosa.

La falta de infraestructura peatonal y ciclista, dice Moreno, no es solo una cuestión estética o funcional, sino un problema de equidad.
“La movilidad es un derecho llave porque te permite acceder a todos los demás: educación, salud, trabajo”, asegura.
La experiencia de las ciclovías para quienes andan en bici
Del otro lado del espectro, la voz de los ciclistas coincide en el diagnóstico, pero desde la vivencia cotidiana.
Fidel Javier Castro, fotógrafo y miembro del grupo Bikes and Beers, pedalea desde hace más de diez años por las calles de Hermosillo.

“Empecé porque no tenía carro y me di cuenta de que llegaba más rápido a todos lados. Después me quedé por la comunidad que se forma: conoces gente, haces amigos, mejoras tu salud.”
Cada miércoles, Fidel Javier se une a más de 100 ciclistas que salen de la Plaza de los Cien Años a rodar por la ciudad. Para él, el ciclismo urbano no solo es una forma de transporte, sino una red de apoyo y pertenencia.
“Las rodadas son comunidad. Te ayudan a perder el miedo, a aprender cómo moverte y hasta a encontrar trabajo”, comenta.

Castro contó a NORO que gracias a la comunidad que se ha formando alrededor de las rodadas permiten que entre todos se conozcan, se echen la mano y se entrelacen relaciones profesionales, como ejemplo, él, como fotógrafo, ha trabajado con parejas que se han casado.
Ciclovías: infraestructura que salva vidas
Ambos entrevistados coinciden en que la infraestructura adecuada es una línea que separa la vida de la muerte.
En Hermosillo abundan los llamados ciclocarriles, franjas de pintura sobre el asfalto que delimitan, sin protección real, el espacio de los ciclistas.
“La pintura no es infraestructura. Sin una barrera física, los automovilistas pueden invadir el carril en cualquier momento”, conciden Hugo Moreno y Fidel Javier Castro.

“La infraestructura es como una pared entre la vida y la muerte. Si no hay un carril confinado, el carro se mete y nos puede pegar”, relató Fidel.
En ambos discursos aparece la idea de la ciclovía como elemento de seguridad pública, no como un lujo urbano. Las ciudades que invierten en redes bien planificadas, argumentan, logran reducir accidentes, fomentar el ejercicio y mejorar la calidad del aire.
Beneficios de las ciclovías en tu ciudad
Las ciclovías no solo sirven a quienes usan bicicleta.
“Quizás no sea para ti andar en bicicleta, pero sí será para otra persona, y esa persona es un carro menos. Entre menos autos hay, menos tráfico y menos contaminación”, comentó Moreno.
Fragoso coincide: una ciudad con infraestructura ciclista es una ciudad más amable, más humana y con mejor calidad de vida. En su experiencia, moverse en bici también tiene beneficios mentales.

“La bicicleta me ayudó mucho con la ansiedad. Es mi terapia y mi medio para moverme libre”, afirma.
El impacto se extiende al entorno urbano. Las ciclovías fomentan una movilidad más limpia, incentivan el comercio local y reducen la huella ambiental.
Además, en ciudades cálidas como Hermosillo, la incorporación de árboles y sombra en los proyectos ciclistas es fundamental. Moreno cita el ejemplo de Avondale, Arizona, donde los carriles para bici están acompañados de jardineras que captan agua de lluvia y refrescan el ambiente.
“Es un ejemplo de cómo una ciudad con el mismo clima que la nuestra logró hacerlo bien. No es imposible”.
Cultura vial y cambio social
Más allá de la infraestructura, ambos coinciden en que el cambio debe ser también cultural.
Castro, desde su experiencia con Bikes and Beers, cree que la convivencia y el ejemplo pueden transformar la percepción social del ciclismo. “Cuando hay infraestructura, los automovilistas te ven más. Cuando no la hay, te ven como un estorbo”, puntualiza.
Moreno, por su parte, advierte que romper la cultura automovilista dominante lleva tiempo.

“Durante toda nuestra vida nos enseñaron que el carro es símbolo de progreso. Cambiar eso requiere educación, políticas públicas y ejemplos visibles de que otra ciudad es posible.”
Las ciudades que han logrado transiciones exitosas, explica, son aquellas donde se
La bicicleta como símbolo de una ciudad humana
Más que un medio de transporte, la bicicleta se convierte en una forma de reapropiarse del espacio urbano.

“Cuando andas en carro estás aislado, encerrado en una burbuja. En bicicleta vives la ciudad: ves los cambios, hueles las flores, escuchas los sonidos. Percibes el entorno de otra forma”, relató Moreno.
Esa cercanía es la que también valora Castro. Para él, rodar con otros ciclistas es una forma de construir ciudad desde abajo, de hacer visible la necesidad de espacios seguros y de demostrar que una movilidad más humana sí es posible.










