Marea roja en Mazatlán, 1 de octubre de 2019, Foto Benjamin Marier

Amenaza en el mar: Florecimientos algales nocivos (parte 2)

Microscópicos seres, portadores de toxinas, se multiplican en los mares y se expanden por el Pacífico mexicano provocando daños a la salud humana y al entorno marino, además de pérdidas económicas.

En esta segunda parte del reportaje se exponen los problemas de salud que generan estos microorganismos que se encuentran en el Pacífico mexicano.

El costo humano de un problema no atendido

Las microalgas son la base de la alimentación de especies marinas como el ostión, mejillón, callo de hacha y pata de mula, además de algunos crustáceos y caracoles. Estas especies marinas son capaces de almacenar temporalmente en sus cuerpos las biotoxinas de las algas y transferirlas al ser humano mediante su consumo.

Dichas toxinas pueden llegar a producir amnesia, parálisis, neurotoxicidad o diarrea. Los casos graves han derivado en convulsiones, pérdida de la memoria, paro cardiaco o respiratorio, infarto al miocardio y hasta la muerte. La gama de síntomas de tipo gastrointestinal o neurológico varía dependiendo de la toxina presente, su concentración y la cantidad que se ingirió. 

Hasta el 2019, se registró un total de 269 personas intoxicadas en el país por consumo de mariscos, de las cuales 20 murieron por síndrome paralítico, según las cifras reportadas en investigaciones de académicos del CIBNOR y CICESE. Pero en agosto de 2021, el coordinador de la RedFAN informó que el número de decesos asociados a biotoxinas en la costa del Pacífico mexicano era de 32 personas, basado en datos oficiales de las últimas cuatro décadas.

Todas las muertes por intoxicación que se han reconocido oficialmente en México se atribuyen a toxinas que producen síndromes paralizantes. Y aunque en aguas nacionales también se han identificado toxinas que producen síntomas de tipo amnésico, neurotóxico y ciguatera (intoxicación por consumo de peces), la información sobre su letalidad es prácticamente nula.

Los daños a la salud pública por florecimientos algales nocivos también se pueden presentar por contacto directo con la piel o inhalación de los aerosoles que se desprenden de la brisa, pues algunas microalgas liberan sus toxinas al agua.

Dado que la sintomatología de intoxicación es similar a otras afecciones, es muy posible que exista un subregistro epidemiológico de estos casos, explicó la doctora Rosalba Alonso Rodríguez, titular del Laboratorio de Biotoxinas Marinas del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en Mazatlán, Sinaloa. Ante el riesgo, es importante mantener un monitoreo constante del agua y de la toxicidad de los recursos pesqueros que consume la población, agregó. 

Sin embargo, la capacidad técnica de centros de investigación para identificar a las biotoxinas está limitada porque se requieren estudios complejos y muy costosos, explicó por su parte la doctora Lourdes Morquecho Escamilla, investigadora del CIBNOR. “Sí es una limitante porque todavía hay mucho que estudiar con estos organismos”, dijo.

La COFEPRIS reconoció en una solicitud de transparencia que no cuenta con información digital o impresa en sus archivos referente a las muertes por ‎intoxicación paralítica por mariscos‎ en México. Además, de las 57 vedas que implementó de 2005 a 2021, no detectaron ninguna toxina en 78 por ciento de las veces. En los eventos en que sí las identificaron, la especie Gymnodinium catenatum fue la más presente. 

Desde 2013 a la fecha COFEPRIS ha utilizado la definición técnica 3.14 de la Norma Oficial Mexicana NOM-242-SSA1-2009, que determina cuáles son las diferentes especies de algas generadoras de biotoxinas marinas para definir si es necesario iniciar un periodo de veda sanitaria. Esto activa medidas de seguridad consistentes en la prohibición temporal o permanente para captura, comercialización y consumo de productos de la pesca para consumo humano, con el objeto de proteger la salud de la población.

La dependencia tampoco respondió sobre cuánto presupuesto invierte en sus programas de vedas sanitarias orientados a los florecimientos algales.

A seis años que se publicó el Plan de Contingencia para el Control de Biotoxinas Marinas, también se desconoce si ha dado los resultados esperados o si cuenta con la suficiente estructura presupuestaria, personal e infraestructura para su implementación a nivel nacional. 

Es importante mencionar que en 2019 la COFEPRIS reconoció la importancia de poner en marcha el Programa Mexicano de Sanidad de Moluscos Bivalvos, tras la firma de un convenio internacional de vigilancia sanitaria de productos pesqueros que se importan en Estados Unidos.

Hasta el momento, los informes técnicos anuales del programa mexicano y del plan de contingencia no están disponibles en la Plataforma Nacional de Transparencia.

La vida transcurre entre aguas contaminadas

En un rincón del Golfo de California, 14 mujeres encabezan una granja de ostiones en el Estero Morúa, en Puerto Peñasco, Sonora. La Cooperativa Única de Mujeres Ostioneras,  fue fundada hace 39 años y actualmente es el sustento directo de 30 familias y de otras 100 que de forma indirecta están vinculadas con el proceso.

El cultivo de ostión es una actividad redituable para las cultivadoras de esta zona, sin embargo, los ciclos de producción habituales han sido modificados los últimos seis años debido a la presencia de florecimientos algales en los cuerpos de agua.

Lafalta decoordinación entre la COEPRIS y la COFEPRIS, así como de transparencia sobre los resultados de monitoreos aplicados a cuerpos de agua con microalgas nocivas genera desconfianza entre pescadores a lo largo del Golfo de California. No hay claridad sobre los criterios, no se sabe cuánto van a durar las vedas y si estas se aplican por igual tanto a pequeñas cooperativas como grandes empresas.  

Mari Esther Tánori Zepeda, presidenta de la cooperativa, por ejemplo, narra que luchan cada año por mitigar los efectos adversos de las mareas rojas en su actividad económica. En 2019, perdieron el 70 por ciento de la siembra anual por una veda prolongada que afectó el periodo de engorda para que el molusco sembrado alcanzara la talla comercial adecuada. Conforme pasó el tiempo las larvas empezaron a descomponerse y dejaron de ser comestibles.

Sin trabajo y sin dinero, sus familias se alimentaron con los ostiones que la COFEPRIS les impidió comercializar, sin sufrir algún daño de salud, aseguró Tánori Zepeda.

También señaló que la COFEPRIS, al parecer, no aplica con la misma firmeza las restricciones sanitarias a las empresas pesqueras con las que comparten el mismo cuerpo de agua y que sí cuentan con los recursos para exportar su producto a Estados Unidos y Asia. 

“Sí han llegado a vedar a otros, pero por 24 horas, 72 horas, y les dan luz verde para que sigan vendiendo, y a nosotras nos dan un mes”, lamentó Tánori.

Por su parte, el doctor José Jesús Bustillos Guzmán, investigador del CIBNOR, indicó que la costa donde está el estero es la que presenta mayor riesgo para la salud humana en Sonora.

“En la zona frente a Puerto Peñasco, en la región del alto Golfo de California, el fenómeno de un florecimiento de Gymnodinium catenatum es recurrente año tras año”.

Testimonios recogidos en Sinaloa, Sonora, y las dos Baja Californias apuntan al mismo sentido: el problema rebasa a las autoridades sanitarias desde hace tiempo.

Bustillos Guzmán explicó que existen políticas ambientales que indican la estructuración de planes de monitoreo y vigilancia de la zona costera y aguas interiores bajo la dirección de entidades gubernamentales como la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), la Secretaría de Marina (Semar) y la COFEPRIS, entre otras. “Es claro que no existe una coordinación entre ellos y, en muchos de los casos, estas acciones son duplicadas e, igualmente, por falta de coordinación, estas instituciones se ven rebasadas por la magnitud del fenómeno y por ende es mal atendido”. 

Al respecto, uno de los retos más importantes en el control de las mareas rojas es la descarga de residuos contaminantes al mar. 

Estudios científicos han reafirmado que la afluencia de aguas residuales de origen urbano y agrícola aportan grandes cantidades de fósforo y nitrógeno al mar y favorecen la multiplicación de las algas como si se tratara de un fertilizante. A este proceso se le conoce como eutrofización.

En 2008, académicos y agencias de Estados Unidos emitieron un consenso científico a través del cual se reconoció que existe una relación entre la eutrofización y la proliferación de algas nocivas en el océano y aguas continentales. 

Un ejemplo local que corrobora la evidencia científica se encuentra en Mazatlán, Sinaloa. Durante un monitoreo realizado en ese puerto de 1979 a 2014, por investigadores del ICMyL, se detectó que las mareas rojas fueron más intensas y duraderas cuando la planta tratadora de aguas negras de El Crestón, ubicada en la franja costera de dicha ciudad, registraba fallas o dejaba de operar, informó la doctora Alonso Rodríguez.

El evento más prolongado ocurrió de febrero a mayo del 2000. Ese año, la planta dejó de funcionar porque se encontraba en remodelación y el drenaje sin tratamiento se descargó al mar, aportando nitrógeno y fósforo a las algas. Esto coincidió con la entrada de corrientes de agua helada a la bahía, que suelen ser más ricas en nutrientes. “Durante ese entonces la bahía llegó a estar cubierta por marea roja hasta en un 40 por ciento”, mencionó Alonso Rodríguez. 

En 35 años de monitoreo se registraron 202 florecimientos algales con la presencia de 25 especies de microalgas, de las cuales seis son potencialmente tóxicas y cinco nocivas. 

Además, los estudios del Laboratorio de Biotoxinas Marinas en el ICMyL de Mazatlán evidencian que la toxicidad de algunas especies también puede aumentar cuando hay un desequilibrio en la cantidad y composición del nitrógeno y fósforo en el agua.  Por ejemplo, la especie Gymnodinium catenatum crece más cuando hay un exceso de nitrógeno y produce más toxinas cuando hay menos fósforo.

Alonso Rodríguez advirtió que la bahía de Mazatlán está recibiendo más nitrógeno y menos fósforo porque El Crestón retiene el fósforo y libera grandes cantidades de nitrógeno como parte del proceso de tratamiento de aguas municipales, por lo que las autoridades responsables del saneamiento deberían considerar estos riesgos para la pesca y la salud humana.

Cabe señalar que los primeros estudios de florecimientos algales nocivos del Pacífico mexicano se realizaron justo en este puerto después de que 19 personas se intoxicaron y tres de ellas murieron por ingerir ostiones y almejas portadoras de toxinas durante una marea roja de Gymnodinium catenatum registrada en abril de 1979.

En todas las entrevistas realizadas con especialistas, se reconoció que el saneamiento de aguas negras es fundamental para prevenir el incremento de florecimientos algales nocivos, tanto en el mar como en los cuerpos de agua dulce. Pese a ello, la deficiencia en el saneamiento aún es notoria en nuestro país. 

Según datos proporcionados por la CONAGUA, de los 2 mil 471 municipios de México, sólo 900 contaban con plantas de tratamiento en el 2020, pero no todas funcionaban y muy pocas realizaban tratamiento secundario y mucho menos terciario, utilizados para reducir al máximo los contaminantes mediante procesos químicos y biológicos.

En diciembre de 2020, esa dependencia federal tenía un registro total de 4 mil 116 plantas de tratamiento de las cuales 2 mil 786 se encontraban en operación, el resto estaban paradas porque los ayuntamientos no tenían suficiente capacidad económica para pagar el costo de la energía eléctrica, darles mantenimiento o mejorarlas. La incapacidad técnica para operarlas y la falta de continuidad por cambios de gobierno, son otras de las razones.

La CONAGUA también reportó que hasta agosto de ese año se habían localizado más de mil 400 descargas directas al mar a lo largo de todo el litoral nacional de origen municipal, industrial y agrícola. Por otro lado, existe una gran cantidad de plantas de tratamiento de aguas residuales municipales que descargan en ríos que a su vez desembocan en la costa.

Las redes de saneamiento están a cargo de los municipios, responsables de brindar los servicios públicos de agua potable, drenaje, alcantarillado, tratamiento y disposición de las aguas residuales. Hasta el 31 de diciembre de 2020, la cobertura en materia de tratamiento de aguas residuales municipales fue de 67.2 por ciento a nivel nacional, de acuerdo a dicha dependencia.

Los sistemas lagunarios de Sinaloa, ubicados en otro punto del “acuario del mundo”, también reciben descargas contaminantes. Es tan común, que para algunos pescadores ya no es novedad. 

La ruta hacia el campo pesquero de Lázaro Cárdenas es un contraste de paisajes, se dejan atrás los campos verdes para entrar a caminos desérticos con pequeños cerros. El pueblo indígena se ubica en la Bahía de Ohuira en el municipio de Ahome, Sinaloa.      

Ohuira Vicente Guerrero
En 2017 se detectó eh Ohuira, Ahome, Sinaloa, una microalga tóxica, el dinoflagelado alexandrium. | Lucía Mimiaga/Sinaloa

Ohuira 2 Vicente Guerrero
Planta de fertilizantes ubicada a la orilla de la Bahía de Ohuira, Ahome, Sinaloa, la cual aún no opera. | Lucía Mimiaga/Sinaloa

Ohuira forma parte de un importante sistema lagunar ubicado en la zona noroeste de Sinaloa, dentro del Área de Protección de Flora y Fauna “Islas del Golfo de California”, un humedal de relevancia mundial que alberga el 84 por ciento de las aves acuáticas migratorias distribuidas en México durante el invierno. 

“Todos colaboramos con poquito, todos echamos cosas al mar, si no tiramos nosotros tiran otros”, dice Aladar Armenta Sepúlveda, quien se dedica a la pesca, como la mayoría de los habitantes de Lázaro Cárdenas.

Las granjas camaronícolas de la zona descargan sus residuos en la laguna y los agroquímicos de las parcelas son arrastrados a través de los canales y de los escurrimientos pluviales. Incluso los pobladores se han quejado por la contaminación de aguas negras con la Junta de Agua Potable de Ahome. Todo esto lo sabe Armenta Sepúlveda pero prefiere normalizar. “No somos perfectos; de cualquier forma, todo está contaminado” comenta resignado. 

Las conchas marinas y rocas comparten la playa con las bolsas de comida chatarra, envases de plástico, unicel y algas verdes. Todo mimetizado. El agua es turbia y predomina un color café.  

Desde una panga atracada en la bahía, los pescadores aún recuerdan la marea roja de 2017. Uno de ellos señala que el agua se miraba “poposa”. En ese entonces, la COFEPRIS dijo haber detectado una microalga tóxica para los humanos, el dinoflagelado del género  Alexandrium, por ello se prohibió la extracción y comercialización de ostión, caracol, patas de mula, callo de hacha y almejas.

La comunidad indígena de Lázaro Cárdenas, en Ahome, Sinaloa. @ Lucía Mimiaga/Sinaloa
La comunidad indígena de Lázaro Cárdenas, en Ahome, Sinaloa. @ Lucía Mimiaga/Sinaloa

Los pescadores aseguran que ha sido la única veda sanitaria impuesta por la presencia de microalgas tóxicas en la zona, aunque existen reportes científicos de florecimientos algales nocivos en ese lugar desde 2007, según refirió la investigadora del ICMyL de Mazatlán, Carolina Ruiz Fernández. 

La especialista en geoquímica y geocronología descubrió que, a partir de la década de 1980, el nitrógeno y fósforo aumentaron considerablemente en la laguna costera Ohuira; el nitrógeno fue 10 veces más alto mientras que el fósforo fue 13. 

Después de analizar los sedimentos acumulados en los últimos cien años, se encontró que la causa principal de ese aumento es atribuible a la expansión de los terrenos agrícolas en el Valle del Fuerte que se encuentra a unos 8 kilómetros de Ohuira, y al establecimiento de granjas de acuicultura en la bahía.

La bahía de Ohuira alberga a la mayoría de aves acuáticas migratorias que se encuentran en México en invierno. | Lucía Mimiaga/Sinaloa
La bahía de Ohuira alberga a la mayoría de aves acuáticas migratorias que se encuentran en México en invierno. | Lucía Mimiaga/Sinaloa

Este material sólido también incrementa la turbidez del agua, obstruye el paso de la luz y disminuye el oxígeno hasta llegar a convertir al medio acuático en una “zona muerta” temporal o permanente, en donde no hay condiciones para la vida acuática, advirtió Ruiz Fernández.

Actualmente, la laguna recibe aguas residuales ya tratadas de la ciudad de Los Mochis, a poco más de 15 km de la laguna, así como de la mayoría de los poblados de todo el municipio de Ahome. Antes de 2005, la administración municipal vertía el drenaje directamente en la Bahía de Santa María, que se conecta con Ohuira, comprometiendo de manera severa el equilibrio en los ecosistemas marinos de la costa del municipio. 

Este es un ejemplo de que las descargas de aguas residuales y agroquímicos también llegan a humedales de importancia mundial, como los inscritos en la lista Ramsar, reconocidos por su trascendencia ecológica y para la conservación de la biodiversidad. Ohuira fue incluida en 2009 en la lista, que alerta sobre una probable degradación en la calidad del agua y el paisaje a causa de las grandes cantidades de descargas de aguas residuales, especialmente agrícolas, que existen hacia las zonas costeras.    

A pesar de todo, el doctor Federico Paez Osuna, investigador del ICMyL de Mazatlán, considera que los sistemas lagunarios de Sinaloa conservan un estado aceptable de salud, gracias a que los manglares depuran el agua como si se tratara de un sistema de saneamiento biológico. Sin embargo, enfatiza que de continuar con los niveles actuales de contaminación, éstos podrían perder su capacidad de metabolizar las descargas contaminantes.

Por ello, la proyección de una planta productora de amoniaco —necesario para elaborar fertilizantes— en la Bahía de Topolobampo, a poco más de 13 km de Ohuira, prendió las alarmas de las cooperativas pesqueras, grupos ciudadanos y ecológicos preocupados por la posible contaminación en el agua, una fuga de gas o una explosión. 

obladores de Ohuira se dividen ante el establecimiento de una planta de fertilizantes, la cual consideran contaminaría la zona.  | Lucía Mimiaga/Sinaloa
Pobladores de Ohuira se dividen ante el establecimiento de una planta de fertilizantes, la cual consideran contaminaría la zona. | Lucía Mimiaga/Sinaloa

El corporativo ha negado que esto pueda pasar, sin embargo, grupos ecologistas y la comunidad indígena del campo pesquero Lázaro Cárdenas iniciaron diversos procesos de amparo para impedir su instalación. La Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió el 6 de abril pasado, que se debe realizar una consulta sólo con los indígenas habitantes de la zona. En noviembre de 2021 una consulta social del gobierno federal había determinado continuar con la construcción de la planta; el proceso jurídico aún continúa. La inversión de la planta asciende a más de 26 mil millones de pesos, derrama económica que escalaría hasta llegar a los 104 mil millones de pesos en 10 años, según la empresa GPO Gas y Petroquímica de Occidente.  

La contaminación por agroquímicos como fertilizantes y plaguicidas utilizados de las actividades agrícolas de la zona también preocupa a investigadores y activistas ambientales, porque estos contaminantes llegan a las bahías y campos pesqueros a través de las fuentes subterráneas de agua.

Esta contaminación se puede observar, por ejemplo, en el pueblo de Corerepe, que se encuentra en el municipio de Guasave. Envases vacíos de agroquímicos esparcidos entre las parcelas, un canal y una pequeña laguna, son parte de lo cotidiano. El canal que atraviesa este basurero clandestino desemboca en la Bahía de Navachiste, que a su vez conecta con los sistemas lagunares de Ohuira, Topolobampo y Santa María, todos considerados patrimonios de la Humanidad y Reserva de la Biósfera de la UNESCO.      

En México, Sinaloa es el quinto estado de importancia en volumen de producción agrícola y el tercero en concentrar más ganancias por esta actividad. Los municipios de Culiacán, Ahome y Guasave son los que más producen en el noroeste del país. 

Páez Osuna ha realizado monitoreos en las lagunas costeras del estado en los últimos 20 años y ha detectado agroquímicos, algunos de los cuales no están permitidos por el gobierno mexicano. Los análisis también han arrojado compuestos tóxicos como mercurio, zinc, cobre, plomo y arsénico, así como fósforo y nitrógeno que alimentan a las microalgas. 

El origen apunta a los campos y granjas acuícolas, ranchos ganaderos y a las descargas de aguas residuales. Sin embargo, no existe un registro gubernamental de descargas. “No se sabe qué está llegando a las lagunas y ríos (…) estas descargas no se tratan, llegan directo a la zona costera”, señaló Páez Osuna. 

Pero eso no es todo, la comunidad científica también ha estado estudiando la relación entre el cambio climático y la proliferación de las mareas rojas. 


Reportaje auspiciado por la IWMF: Adelante – IWMF.
Autores: Lucía Mimiaga León, Jesús Ibarra, Raquel Zapien y Gilberto Santisteban 

  • Lee la tercera parte de Amenaza en el mar: Florecimientos algales nocivos (parte 3) aquí.

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Integrantes de la Cooperativa Única de Mujeres Ostioneras reanudan la actividad tras el fin de una veda por riesgo de mareas rojas en el Estero Morúa, Puerto Peñasco, Sonora. Foto de CUMO.

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