Ubicada en el paralelo 28º N en la frontera entre Baja California y Baja California Sur, se encuentra la salina más grande (en extensión) del mundo: Guerrero Negro.
Aprovechando los extensos bajíos de marea de las lagunas alojadas en la Bahía El Vizcaíno, la empresa paraestatal con participación extranjera Exportadora de Sal (ESSA) aprovecha este recurso mediante el método de evaporación solar. Para ello,a lo largo de varias décadas ha habilitado extensos estanques de evaporación y vasos cristalizadores que crean, dentro de la llanura desértica, paisajes únicos en el mundo.


Antiguamente, la zona era llamada “Los Esteros Salados”, los cuales formaban parte del Llano de Liebres, ruta invernal de las cofradías misionales que hasta el siglo XIX cruzaban a caballo o a pie el desierto central de Baja California. No sería sino hasta el siglo XX con el establecimiento de la localidad contigua, que el nombre de Guerrero Negro sería recuperado del buque ballenero norteamericano que varado en sus aguas dio nombre a la laguna aledaña.



“La sal de Guerrero Negro es una de las más puras del mundo y su uso fundamental es con fines industriales…”
Debido a su lejanía de los principales centros urbanos del país, la zona permaneció aislada del comercio y las actividades industriales durante mucho tiempo. En 1884 una expedición de reconocimiento financiada por el entonces Ministerio de Fomento descubrió no sólo el potencial de la zona para la obtención de sal, sino la existencia previa de una planta clandestina que extraía este recurso de los campos donde esta se daba naturalmente. Pero no fue sino hasta 1954 que, mediante una concesión al magnate estadounidense Daniel Keith Ludwig, se formalizó la extracción de este mineral en la zona con la condición de que toda la sal debía exportarse al extranjero. Luego de dosdécadas de operación, en 1976 el gobierno mexicano se haría socio mayoritario adquiriendo el 51% de la empresa, quedando el resto en manos de una compañía japonesa .
Por las características únicas de su entorno, la sal de Guerrero Negro es una de las más puras del mundo y su uso fundamental es con fines industriales. Anualmente, la salina exporta más 8 millones de toneladas, las cuales son obtenidas de un área de 80,453 hectáreas dentro de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno. Este recurso es embarcado en barcazas y remolcadores desde el Puerto de Chaparrito en el litoral costero bajacaliforniano y llevado a la Isla de Cedros, donde a su vez es cargado en buques de gran calado con destino a diversos destinos internacionales.



Si bien el método de evaporación solar para la producción de sal, bajo un esquema responsable de gestión de deshechos puede ser considerado ‘amigable’ con el medio ambiente, la ubicación de la salina en una zona natural protegida no ha estado exenta de polémicas.
En los años noventa varios desplegados firmados por intelectuales y científicos (entre los que se encontraban varios Premios Nobel) denominados como “El Grupo de los Cien”, se opusieron al proyecto de expansión de la salina que impactaría 212,319 hectáreas de esta zona natural protegida.
Si bien la dimensión del impacto ambiental de este proyecto continúa siendo polémica, este fue cancelado por el gobierno mexicano reconociendo que conllevaría “alteraciones paisajísticas” en su desarrollo. Se trata del único precedente de este tipo hasta la fecha, en el cual el gobierno de México pone en consideración el valor paisajístico de un entorno natural para la cancelación de un proyecto minero.


Liebres y coyotes, algunos de los inquilinos de las salinas
Hoy en día, en los recorridos por los paisajes salineros podemos admirar la convivencia cotidiana de animales silvestres; por ejemplo, las liebres, coyotes, halcones peregrinos y águilas pescadoras, con las actividades de extracción de sal.


Al iniciar la primavera, además de la espectacular coloración rosa de las salinas una vez cristalizadas, a unos pocos pasos es posible observar la repentina floración en el llanodesértico de plantas endémicas apenas conocidas por el ser humano: boeberastrum anthemidifolium, eulobus cassifolius, chaenactis lacera y jacintos del desierto. Un espectáculo de colores que dura apenas unas cuantas semanas.

Fotografías de Fernando Martín Velazco