Esta escuela está dentro de un refugio para personas que migran y busca atender a infancias de diferentes nacionalidades en Tijuana
En Tijuana un grupo de voluntarios trabaja por la educación de infancias migrantes. Lo hacen en un espacio seguro al que llamaron El Nido y lo nombran así, pero en realidad es una escuela al interior de un refugio para personas que migraron, en la que infancias de diferentes países centroamericanos y caribeños exploran e investigan, conocen y aprenden.
La idea surgió del Instituto Pedagógico de Los Ángeles (PILA). La educación que las y los menores reciben ahí es reconocida oficialmente por el Gobierno de México, sin importar su nacionalidad.
Aunque está dentro de un refugio, El Nido es independiente y sobrevive con ayuda de educadores voluntarios de todo el mundo y la asistencia de personas locales.
Este grupo de personas atiende a menores quienes, junto a sus mamás y papás, esperan turno para solicitar asilo en San Diego, California o una audiencia en Migración.
La vida en El Nido
Conscientes de que las infancias que esperan en El Nido han recorrido caminos y experiencias no agradables, la atención que reciben busca brindarles un sentido de comunidad y autonomía.
Glenda Linares, la directora del programa, les recuerda a quienes asisten que este es un servicio sin costo al cual ellos son dignos merecedores.
Recibir este buen trato muchas veces contrasta con la experiencia que arrastran muchas familias.
El programa ha tenido tan buena respuesta que recibe cerca de cien personas diarias en búsqueda de un espacio. Algunas familias que atienden se van pronto, otras pueden permanecer semanas o meses.
Estudiar de una forma distinta
Además de tener un plan de educación, el personal se esfuerza por facilitar ejercicios diversos que les permitan a las infancias nutrirse no sólo en lo académico.
La profesora Vanessa Esquivel explica que hay tipos de meditación que ayuda a sus estudiantes a encontrar parte de la paz que han perdido
“Que sea feliz, que esté seguro, que tenga paz y que sea bondadoso”.
Vanessa Esquivel, profesora del programa
Entre las diferentes actividades, se les pide a los menores tratar con respeto los materiales a su disposición, porque son sus herramientas de aprendizaje.
Un recuerdo de Esquivel es cuando un niño vació de muebles una casa de muñecas y la llenó de personas, en un intento de explicar cómo se vive en el refugio.
Con información de Los Angeles Times, MiGobierno.com y La Opinión.