Con el acelerado crecimiento de la tecnología, la exposición y el uso de pantallas es más frecuente en personas en etapa adolescente. La psicóloga Erika Camacho explica cómo esta práctica está alterando la salud emocional y cognitiva de los adolescentes.
Dulce Navarro / NORO
La era digital y el desarrollo de la tecnología, trajo consigo un problema que está afectando, principalmente, a las nuevas generaciones: aunque puede pasar desapercibido, el uso de pantallas tiene consecuencias reales para la salud y el desarrollo de los adolescentes.

Los síntomas causados por el uso de pantallas suelen pasar desapercibidos
Erika Camacho, psicóloga clínica, contó en entrevista para NORO, que los pacientes suelen llegar con síntomas de ansiedad o depresión, sin asociarlos directamente al uso de pantallas.
“Entonces, ¿qué sería lo preocupante? Diríamos que la línea está en lo funcional. Si el paciente ya no está socializando o se está aislando, ya no está funcional. Si el estado de ánimo no lo puede levantar o ya es una implicación constante, la línea ya se pasó”, explicó Camacho sobre los principales signos de alerta.

Así se relaciona el uso de pantallas con el autoestima de los jóvenes
La psicóloga asegura que, durante la niñez, el autoestima se forma según los comentarios recibidos por los padres, quienes suelen ser las figuras a seguir de los más pequeños. Sin emabargo, la adolescencia es un caso totalmente distinto:
“Cuando llegas a la adolescencia, lo que digan los papás ya pasa a segundo plano. Entonces, lo que veas en los que tienen tu edad similar es lo que empieza a formar tu yo”.

Además, las constantes comparaciones con lo que se ve en redes sociales, puede resultar en afectaciones serias para el autoestima y salud de los jóvenes, quienes comienzan a tener una relación poco sana con la forma en que ellos mismos se perciben, pero también en cómo son vistos por terceros.
“Esta comparación del cuerpo, la imagen, el estilo de vida que ves en redes, viene de un “yo ideal”. Entonces, se empieza a pegar a nivel inconsciente y tienes comparaciones, que luego pueden desencadenarse en algún trastorno de conducta alimentaria, o puede ser que el aislamiento llegue. Entonces, el autoestima empieza a pegar en sus áreas importantes, autoconcepto, sensación de seguridad, independencia”.
Los retos virales, la constante exposición y la comparación permanente alimentan una autoestima que depende de los algoritmos. “Están recibiendo mensajes sobre lo que ‘deben ser’ todo el día, todos los días”, enfatiza. “Aunque digan que no les afecta, su base emocional se está formando desde ahí”.

Las afectaciones cognitivas por el uso de pantallas son reales
A nivel neurológico, pasar mucho tiempo frente a una pantalla también tiene consecuiencias negativas, lo que deriva en un deterioro de la salud mental y emocional de quienes realizan esta práctica.
“Hay un estudio que adolescentes que pasan más de tres horas en los aparatos, disminuye su capacidad empatica. Y disminuyendo la empatía, entonces es más fácil que haga impulsos sin manejo, porque la autorregulación emocional disminuye también”.

La satisfacción que produce ver una notificación, explica Erika Camacho, puede incluso compararse con el efecto que las sustancias adictivas tienen en el cerebro: “Lo que activa es el circuito dopaminérgico de recompensa. Entonces recibe su shock de dopamina y eso lo emociona”.
Esa dinámica reduce la tolerancia a la frustración, incrementa la ansiedad y deteriora la atención y la memoria, pues el cerebro se encuentra en una constante búsqueda de estímulos, disminuyendo la capacidad de concentración sostenida.
“En el (lóbulo) frontal está la memoria a corto plazo. Entonces, cuando tú estás en el internet o en las plataformas, estás haciendo es que tu lóbulo frontal suelte funciones para poder estar en esta atención sostenida y en otros procesos, como el de dopamina recompensa”.

Disminuir el uso de pantallas es posible: el ejemplo comienza en casa
Erika Camacho dice que el uso de pantallas en exceso puede ser una conducta aprendida: “Ellos tienen un comportamiento vicario de lo que observan es de donde aprenden a nivel inconsciente”, por lo que es indispensable que los adultos propicien un ambiente donde los adolescentes puedan prescindir de los dispositivos electrónicos.
“Este aislamiento y estas habilidades sociales también empatan a la familia, porque no solo es el adolescente el que está usando la tecnología, también los papás. Entonces cuando el adolescente en medio quiere hacer conexión, el papá está ocupado o trabajando. Los canales de los dos lados están fracturados y es más fácil que esta desconexión no se dé”.

Para poder lograr un comunicación sana y responsable, es necesario psico educar a los adolescentes sobre un uso de pantallas responsable, siempre desde un espacio de entendimiento y no de superioridad, implementando hábitos que incluyan a toda la familia.
“Dos horas antes o mínimo una antes de dormirse, no haya aparatos Si usas la tecnología, a lo mejor no más de dos horas y sepáralas por recesos intermedios de media hora. Hablar sobre la privacidad y la seguridad, el acoso, el ciberacoso, que estén muy puestos en qué hacer, cómo se responde a ello, cómo tienes que actuar. La comunicación sea abierta, sana, asertiva: sería como el arma más fuerte para ellos”.

A los adolescentes, Erika Camacho aconseja que el uso de pantallas no debe sustituir a la interacción social: “Es hacerse conscientes de la importancia que tienen sus pasos. Que no suelten que la parte emocional, lo que los llena o lo que los hace gozar; no pierdan ese foco por algo que es cortito, chiquito, de emoción rápida en un momento, que busquen algo que los nutra, que los expanda y los llene”.
A los papás, la psicóloga recuerda que hay que tener paciencia durante el proceso: “Creo que tecnología debe ser incluida en nuestras vidas, no hay manera de que no la tengas. Es generar un equilibrio, primero contigo y luego con ellos”.










