Peleó aquí por última vez a 15 rounds, como si disputara un título mundial avalado por alguna comisión de EEUU, frente a 8 mil personas de México y Estados Unidos en la Plaza de Toros de Nogales. A Jack Johnson se le considera el atleta más relevante que actuó en tierra sonorense durante el Siglo XX.
Se cumplieron 98 años de la única pelea que un ex campeón mundial de peso completo realizó en Sonora: Jack Johnson, el primer monarca afroamericano en la máxima división, quien el 2 de mayo de 1926 revivió su carrera en la Plaza de Toros de Nogales.
Apodado como el “Viejo Maestro” de Galveston, Texas, se convirtió en una celebridad a nivel mundial rivalizando con el legendario Babe Ruth a principios del siglo XX, en un contexto norteamericano segregacionista de amplia supremacía blanca.
Este boxeador le arrebató el título mundial a Tommy Burns en el año 1908, en Sídney, Australia, tras un extraño duelo en el cual el réferi fue el promotor y la Policía detuvo la pelea en el round 14 para dejarla en manos del tercero en el cuadrilátero (Hugh Mcintosh), quien para colmo también manejó la tarjeta oficial de puntos.
El episodio de Nogales también representó el arquetípico triste caso de un gran peleador que, por orgullo o necesidad financiera, a menudo se queda demasiado tiempo en los cuadriláteros. Johnson era prácticamente un hombre de edad media cuando se enfrentó a Pat Lester en el México posrevolucionario y venía once años después de la controvertida pérdida de su campeonato de peso pesado en La Habana, Cuba ante Jess Willard,
Johnson se casó cuatro veces, sus últimas tres esposas fueron blancas, en una época donde el matrimonio interracial en la sociedad conservadora de Estados Unidos era inaceptable en algunos estados, lo cual provocó que enfrentara órdenes de arresto y tuviera que huir de su país entre 1913 y 1920.
Se le fincaron responsabilidades basadas en la llamada Ley Mann (también conocida como Acta de Tráfico de Esclavos Blancos de 1910) era un código federal que penalizó el transporte de «cualquier mujer o niña con fines de prostitución o libertinaje, o para cualquier otro propósito inmoral».
Su pelea de Nogales fue lo más cerca que llegó a pelear de territorio continental estadounidense durante ese periodo, donde se le perseguía por tener un matrimonio con Lucille Cameron desde 1912 en Chicago.
Jack Johnson y su exilio en el México Revolucionario
Tras un breve arresto Johnson eventualmente se exilió para evitar una persecución legal más encarnizada, estableciendo a México como uno de sus países de residencia, justo en el contexto de la Revolución.
Su fama y fortuna fueron un imán para algunos generales alineados con Venustiano Carranza, quien fue presidente de México (1917-1920), pero previamente era el jefe del Ejército Constitucionalista (1914-1917).
Se dice que Johnson y Carranza establecieron una amistad por conveniencia mutua que al estadounidense le daba protección y al político posturas de poder ante el gobierno Yanqui.
Tal fue el grado de cercanía que la pelea contra Willard de 1915, donde eventualmente perdió su campeonato mundial, estuvo apunto de ser escenificada en Ciudad Juárez, ya que el fugitivo no podía entrar a suelo estadounidense y se decía que Carranza podía generar buenos ingresos para seguir combatiendo la insurgencia organizando una pelea en un escenario para 100 mil personas.
Los planes no se concretaron, las presiones por las disputas en el Norte y Sur de México, con el avance de Villa, además de la presencia de Emiliano Zapata, complicaron todo y Carranza tenía que resolver asuntos de seguridad nacional, no promociones boxísticas.
A diferencia de otros exiliados estadounidenses, Johnson optó por viajar a través de territorios peligrosos, organizando combates de boxeo.
Según el artículo Viva Johnson: Jack Johnson in Revolutionary Mexico el boxeador afirmó que el presidente Carranza le proporcionó “escoltas de soldados cuando tuve ocasión de viajar a zonas del país infestadas de bandidos o revolucionarios”.
Johnson describió cómo un tren en el que viajaba fue detenido por una horda de indios yaquis salvajes: “Cuando les dije quién era yo, se interesaron lo suficiente como para detener su saqueo”.
Los líderes yaquis se disculparon y Johnson, que había aprendido a hablar algo de su dialecto, pasó algún tiempo conversando con ellos antes de volver a abordar el tren.
A pesar de utilizar el término despectivo “salvaje” para describir a los indígenas de Sonora, el hecho de que Johnson hubiera estudiado su idioma y disfrutara hablando con ellos reveló su respeto por la diversidad cultural mexicana.
De acuerdo al ensayo ‘The Exile of Jack Johnson’ cuando el presidente Carranza fue asesinado en 1920, Johnson supo que su tiempo en México llegaba a su fin.
El siguiente gobierno, con la esperanza de mejorar las relaciones con su poderoso vecino del norte, le comunicó a Johnson que tenía treinta días para irse. Estaba cansado de vivir a salto de mata y más tarde escribiría en sus memorias que: “no estaba satisfecho con mi suerte en la vida. Sentí que no había nada que me compensara por continuar exiliado de mi hogar y de mis amigos, así que pensaba constantemente en regresar”.
Cuando Johnson cruzó la frontera en 1920 y se rindió en San Diego, California, estaba sonriendo. De camino a su cárcel en Chicago, miles de fans lo vitoreaban en cada parada de tren.
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