Por más de 30 años, Julia Paredes ha recorrido a pie o a caballo la sierra de Chihuahua, superando barreras culturales y geográficas para inmunizar a comunidades indígenas remotas.
Grecia Bojórquez/ NORO
La historia de Julia Paredes López no comenzó en un hospital ni en una escuela de enfermería. Inició con una experiencia cruda y dolorosa a los 17 años, cuando fue testigo de cómo el sarampión cobró la vida de niñas, niños y adultos en la comunidad de Loreto, Chihuahua.

Aquel episodio, marcado por el llanto de madres y abuelas al enterrar a sus seres queridos, se convirtió en el motor de su incansable labor por la salud pública. Pero su primer contacto con la medicina llegó incluso antes, cuando a los 16 años ayudaba a un médico pasante en su pueblo natal, Cerro Colorado, en el municipio de Batopilas. Fue ahí donde descubrió su afinidad por el cuidado de la salud.
“Yo no decidí ser enfermera, la enfermería me escogió a mí”, ha dicho con frecuencia. Desde entonces, ha dedicado su vida a garantizar que incluso las comunidades rurales más apartadas tengan acceso a algo tan esencial como las vacunas.
Julia Paredes y su trabajo en la vacunación en zonas rurales
En el estado de Chihuahua, con su geografía imponente que abarca desiertos y sierras abruptas, llegar a ciertas comunidades representa un verdadero desafío. Julia lo ha enfrentado montando caballos, caminando largas jornadas y cruzando barrancas con tal de llevar una caja térmica llena de esperanza.

Recuerda con cariño a “Pajarito”, su caballo, y cómo los niños en las comunidades gritaban con entusiasmo “¡Ahí viene la Julia!” al verla llegar. Para ganarse la confianza de las comunidades indígenas, Julia no solo aprendió algunas palabras en su idioma, también se vestía como las mujeres tarahumaras, integrándose con respeto a su cultura.
Esta estrategia fue clave para poder brindar atención médica efectiva y, sobre todo, bienvenida. En una ocasión, en 1991, tuvo que caminar todo un día para llegar a la localidad de Las Papas ante la sospecha de un brote de poliomielitis.

Tras aplicar vacunas a varios menores, descubrió que el padecimiento de un niño no era causado por un virus, sino por el consumo de una hierba local llamada “cacachila”, que provocó una parálisis flácida similar a la polio. Esta situación la obligó a regresar y hacer un cerco vacunal, además de mandar al laboratorio muestras botánicas para confirmar el diagnóstico.
Atención médica comunitaria: partos, prevención y lucha contra mitos
A lo largo de su carrera, Julia no solo ha puesto vacunas. También ha sido partera, testigo y protagonista de miles de historias de vida en los rincones más olvidados del estado. Ha asistido más de 1,500 partos y es madrina de bautizo de al menos 25 niñas y niños, lo que refleja el profundo vínculo que ha creado con las comunidades rurales a las que atiende. Pero su trabajo no ha estado exento de momentos difíciles.

En varias ocasiones ha tenido que aplicar inmunoglobulina antirrábica a personas mordidas por animales silvestres. A veces llegaba demasiado tarde y el estado del paciente era irreversible. Sin embargo, en los casos en que lograba salvar vidas, su satisfacción era inmensa.

Su labor ha sido también una constante lucha contra la desinformación. Con la llegada de las redes sociales y la proliferación de noticias falsas sobre vacunas, Julia ha redoblado esfuerzos por educar a la población y recuperar la confianza en la inmunización. En su experiencia, el diálogo cercano y el ejemplo han sido sus mejores herramientas.
El impacto de las campañas de vacunación
En más de tres décadas de servicio, Julia ha sido testigo del impacto positivo de las campañas de inmunización en la salud de la población rural e indígena.
“Las vacunas salvan vidas”, asegura con convicción.
También reconoce la importancia de instituciones como la Organización Panamericana de la Salud, cuyo respaldo ha sido clave para mantener en pie los programas de vacunación en México y América Latina.

Para Julia, cada dosis aplicada es una barrera contra la muerte, un acto de amor y una promesa de futuro. Paredes no solo lleva vacunas; lleva dignidad, respeto y un modelo de servicio que trasciende generaciones.
Con información de paho.org y El Diario de Chihuahua.