En Chihuahua, un monumento recuerda a siete jóvenes que murieron en la carretera Panamericana. Este lugar, que conmemora su trágica muerte, ha dado lugar a una leyenda que atrae la atención de locales y visitantes
Daniela Valenzuela / NORO
En el kilómetro 21 de la carretera Panamericana en Chihuahua, se encuentra un monumento que guarda una historia profundamente marcada por la tragedia y la leyenda.
En 1939, este tramo de la carretera fue el escenario de un terrible accidente en el que siete jóvenes perdieron la vida de manera trágica.
Desde entonces, el lugar ha sido envuelto en una leyenda que ha capturado la imaginación de muchos. Se dice que el espíritu de los jóvenes fallecidos ronda la zona, creando relatos de apariciones y fenómenos inexplicables que han sido transmitidos de generación en generación.
El monumento, erigido en memoria de estos jóvenes, no sólo conmemora su pérdida, sino que también se ha convertido en un símbolo de la leyenda que persiste en la memoria colectiva de la región.
El accidente que dio inicio a la leyenda
El 1 de agosto de 1939, un grupo de 25 jóvenes de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) de Chihuahua emprendió un viaje hacia el parque nacional Cumbres de Majalca, viajando por la carretera Panamericana.
Al llegar al kilómetro 21, conocido localmente como “La Curva del Muerto”, el autobús en el que viajaban sufrió un trágico accidente.
Mientras cruzaban el peligroso tramo, y los jóvenes bromeaban y disfrutaban del viaje, el autobús perdió el control alrededor de las 5:00 de la tarde y se estrelló. Este incidente se convirtió en uno de los accidentes más devastadores en la historia de Chihuahua.
El accidente resultó en la muerte de siete jóvenes: tres fallecieron en el lugar y cuatro más murieron en el hospital a causa de las graves lesiones que sufrieron.
El trágico evento dejó una profunda huella en la región, y el kilómetro 21, apodado “La Curva del Muerto”, se ha convertido en un lugar cargado de memoria y leyendas, marcando un doloroso capítulo en la historia local.
La leyenda del monumento de las siete cabecitas de Chihuahua
En mayo de 1940, las autoridades del estado de Chihuahua instalaron un monumento en honor a los siete jóvenes que perdieron la vida en el trágico accidente ocurrido en la carretera Panamericana.
Los jóvenes fallecidos eran: Venancio Gabriel Gardea, de 14 años; Armando Gutiérrez Balderrama y Jorge Giácoman, ambos de 13 años; Luis Díaz García y Teodoro Faulkner, de 11 años; y Alberto Méndez Peña y Horacio Brondo Valdez, de 10 años.
Desde la instalación del monumento, el lugar ha sido objeto de diversas leyendas. La más popular cuenta que, durante la noche, en el tramo donde ocurrió el accidente se pueden escuchar lamentos y risas de niños, como si las almas de los jóvenes aún estuvieran presentes.
Además, se dice que en el monumento, conocido como “Las cabecitas”, algunos locales han reportado que las figuras parecen cobrar vida por la noche, moviendo los ojos y las facciones del rostro.
Este fenómeno ha llevado a muchos a evitar mirar el monumento al pasar por el lugar, por temor a observar estos inquietantes movimientos. La combinación de tragedia y leyenda ha convertido a este sitio en un lugar de profunda resonancia en la memoria colectiva de la región.
El monumento en 1940
Además, se dice que la instalación de este monumento no solo fue un acto de conmemoración, sino también una medida preventiva. La idea surgió con el propósito de alertar a los conductores que transitan por la zona sobre el peligro inherente de ese tramo de la carretera.
El monumento sirve como un recordatorio tangible de la peligrosidad del kilómetro 21, donde se han producido varios accidentes a lo largo de los años, siendo el más trágico el de 1939.
Así, el monumento cumple una doble función: honrar la memoria de los jóvenes fallecidos y advertir a los viajeros sobre los riesgos de la curva, con la esperanza de prevenir futuros incidentes.
Con información de Radio Fórmula y Chihuahua Es.