Estas bibliotecas comunitarias en Hermosillo ofrecen espacios para las infancias; otras más atienden población en tránsito, en albergues. También hay otras más especializadas en la región de Sonora y Arizona. Todas organizadas y manejadas desde la sociedad civil.
Según la página del Sistema de Información Cultural (SIC México), Hermosillo cuenta con una red de 32 bibliotecas públicas distribuidas en las diferentes instituciones educativas y centros culturales. Cinco de ellas dependen del Instituto Municipal de Cultura y Arte: la Rafael V. Meneses, conocida como la de la Plaza Tutuli, es una de las más activas. Los vecinos de la colonia Modelo, donde se ubica, se han apropiado de ella, convirtiéndose en una sede cultural para esa comunidad.
Lo mismo sucede con la Biblioteca La Malinche, en la colonia Cuauhtémoc, y la Beatriz Juvera, en La Manga.
Otras más parecen desaprovechada, dejando pasar su ubicación y posibilidad de captar público. Por ejemplo, la biblioteca Jaime O. Arellano, mejor conocida como Centro Cultural Sociedad de Artesanos Hidalgo, se encuentra en Centro de Hermosillo. Es un edificio histórico, aunque descuidado. Esta biblioteca debería generar por sí misma un programa cultural que intervenga el espacio de gran afluencia en el que se encuentra ubicada.
Una más que tiene, entre la comunidad que la rodea, gran arraigo y tradición es la biblioteca Club Oasis, ubicada al Sur de Hermosillo, en el fraccionamiento Valle del Márquez. Quizá la más grande, cómoda y actualizada de todas las anteriores.
Por su parte, del Instituto Sonorense del Cultura dependen la biblioteca Fortino León Almada, todavía conocida por muchos como la Biblioteca Central, que también sirve de oficina de la Coordinación de Literatura de dicho instituto y bodega del mismo. Y la Bartolomé Delgado León, ubicada en el interior de la
Casa de la Cultura. Sin embargo, la burocracia siempre va a su propio ritmo. La precariedad de estas bibliotecas es evidente, a pesar del trabajo que hacen los promotores encargados de su administración.
Ante este panorama, entra la sociedad civil. Así surgen algunas bibliotecas comunitarias y otras nacidas de colecciones personales.
Hermosillo y el interés de la sociedad civil por las bibliotecas comunitarias
Hermosillo, la capital de Sonora cuenta con proyectos independientes de bibliotecas comunitarias. Espacios que no siguen el ritmo ni el estancamiento institucional. Por el contrario, se trata de proyectos que generan una actividad vital en Hermosillo, una ciudad cuyo crecimiento demanda iniciativas independientes que ofrezcan nuevos panoramas para lectores y público en general.
Biblioteca comunitaria infantil María Almendro
La Muna es una socióloga americo-colombiana que se interesa por temas de derechos migrantes. Actualmente estudia Opera en la Licenciatura de Música de la Universidad de Sonora. Lleva 10 años en México y seis en Sonora. Además, es cantautora. En su perfil de YouTube, La Muna señala lo siguiente: “Sueño con sembrar un jardín y construir una mesa para todos”. Quizá, parte de ese jardín, de esa “mesa para todos” tenga lugar aquí, en el Centro de Hermosillo.
El proyecto comunitario en Hermosillo que echó a andar en forma en noviembre de 2020, en plena pandemia, Casa María Almendro, consiste, en primera instancia, en ofrecer refugio para familias que solicitan asilo al Instituto Nacional de Migración y que, mientras se resuelve su proceso, no tienen dónde quedarse. Familias de países centroamericanos, principalmente de Guatemala, El Salvador y Honduras, han podido encontrar desde 2019 un lugar que los acoja. En dicho año, Muna habilitó la vieja casona, que le ayudaron a adquirir sus padres, y que ella adecuó para recibir a migrantes.
Otra faceta de Casa María Almendro se activa cuando se convierte en una increíble biblioteca comunitaria infantil que abre sus puertas los viernes de 17:00 a 20:00 horas. Al momento de visitar el lugar, encontramos a una docena de niñas y niños leyendo, jugando, ocupando el espacio y las herramientas de conocimiento disponibles para ellos.
Casa Almendro también es un lugar donde se reúnen las madres de los pequeños mientras estos reciben talleres o corretean por la casa. Madres que beben té o agua de jamaica en una enorme sala que se percibe libre, cálida y segura.
Los almendros, comenta Natalia Serna, el nombre real de Muna, “simbolizan la esperanza para los pueblos árabes. Estos árboles florecen antes de que llegue la primavera. Se anticipan y dan una señal de que otro ciclo está por empezar. María en honor a las madres, abuelas, tías y mujeres que nos han dado hogar.”
Esta biblioteca en Hermosillo consta de 780 libros que han sido donados por instituciones y personas que se enamoran del proyecto. Pero también muchos ejemplares han sido financiados por la misma Natalia. El lugar es ocupado principalmente por vecinos de la colonia Centro, pero pueden acudir de cualquier parte de Hermosillo. Generalmente hay actividades alternas al préstamo y lectura de libros, como el día de nuestra visita, que se ofreció un taller a cargo del muralista y arquitecto Gabriel Molinares.
Casa Almendro se encuentra ubicada en Avenida Chihuahua #11, en la colonia Centro de Hermosillo, Sonora. Es inconfundible porque afuera está un enorme mural donde está representado un jardín y animales que rodean a una mujer leyendo. Detrás el sol brilla sobre montañas.
Natalia prefiere que Casa Almendro sea más real que virtual, y está reacia a sacar un perfil de Facebook o Instagram para promocionar el proyecto. Señala: “Creo que la gestión humanitaria, el diálogo de frente, sigue manteniendo al mundo rodando.”
Biblioteca Casa Amiga, cinco años de amistad y lecturas
Lorena Enríquez posee un temple amigable que permite acercarte a ella para conversar largo y tendido. Es cordial y cálida. Además de viajes, escaladas e inmersiones, en lo que más se puede profundizar con Lorena es en libros. Es una gran lectora en general, y una enorme lectora de literatura infantil en particular.
Hace cinco años, cuando Lorena comenzó esta iniciativa en Casa Amiga, ella, junto con Omar Bravo, tenía un café en el Centro de Hermosillo, Taza Madero. Tanto Lorena como Omar comenzaron a visitar el albergue Casa Amiga con la intención de generar un diálogo con sus vecinos. Los habitantes de planta de la posada, que tiene más de veinte años ofreciendo servicios humanitarios como alimento, alojamiento y servicios básicos para personas en situación de calle, los recibieron con gusto.
Poco a poco, Lorena fue llevando libros que se fueron convirtiendo en una pequeña biblioteca utilizada por los habitantes del albergue. Libros que también desaparecen, lo cual, según Lorena, es también una buena noticia.
La Biblioteca Casa Amiga cuenta aproximadamente con 200 libros en los estantes que los mismos moradores fabricaron y pintaron. Me llamó la atención que se encuentran, juntos, dos títulos que para mí fueron fundamentales para quedar prendido a la lectura: Los de abajo, de Mariano Azuela, y Batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. Además, tienen a Rulfo, a Cortázar, a Poe, y muchos autores y autoras que te hacen entrar al mundo de la lectura como a una casa en la que siempre hay, cuando estás sediento y hambriento, de
beber y comer.
Lorena se ha encargado de abastecer el acervo con una buena dotación de literatura sonorense de todos los géneros. Una sesión en la Biblioteca Casa Amiga permite escuchar lecturas, impresiones sobre la vida. También deliberaciones sobre lo que hacen los libros con la mente y el cuerpo. O sobre el agua fresca, como se refirió uno de los asistentes, que era estar allí para abrir universos a partir de historias.
Las sesiones se volvieron una práctica imperdible los martes de 18:00 a 20:00 horas. Lorena se encarga de invitar a escritoras, escritores y poetas para conversar sobre su obra y sus lecturas. Sin embargo, con regularidad es ella misma la que dirige la conversación.
Cuando los miembros de esta iniciativa escuchan y ven a Lorena conversar, se les enciende la mirada. Es fácil darse cuenta que los seis hombres que sostienen libros en las manos han tenido una vida dura. Sin embargo, aquí parece atenuarse el paso del tiempo y todo aquello que los ha traído hasta acá. Dos de los escuchas son jóvenes. Entre todos discuten sobre leyendas y aventuras. Detrás, en el piso, por lo menos 20 personas descansan sobre colchonetas. Para ellos el día inicia a las cinco de la mañana y regresan al albergue a las cinco de la tarde. La mayoría son de la tercera edad. También están los que observan en silencio lo que sucede en la reunión de hoy.
Ha sido tanto el impacto de esta pequeña biblioteca comunitaria en las personas que habitan el albergue, que Don Pedro, lector voraz que comenta libros de manera lúcida y didáctica, decidió comenzar la licenciatura en Letras en la Universidad de Sonora. Asegura que se siente vivo, estimulado con su presente. Intervengo en la charla y hablo sobre el influjo que la lectura ha tenido en mí, sobre su embrujo esclarecedor en muchos sentidos.
Al terminar la sesión, le pregunto a Lorena por qué hace esto; por qué está aquí; por qué asume este compromiso de escuchar, de dar. Lo que contesta no deja de sorprenderme. Espero un discurso sobre intervenir el espacio comunitario, ofrecer alternativas a grupos desfavorecidos y cosas por el estilo. Lorena responde: “Porque son mis amigos y los quiero. Porque durante la pandemia, que no pude verlos, los extrañé mucho. Porque yo también me beneficio al escucharlos, al sentirlos”.
Pienso que deberían existir ejércitos de Lorenas Enríquez abriendo cantidad de bibliotecas comunitarias, de espacios como éste por el mundo.
Don Jesús, un señor de unos 80 años, lee la leyenda de un cazador que se encuentra a una mujer en medio del bosque. El cazador se sorprende al ver a la mujer en el lugar y ésta le pregunta qué hace en el corazón del bosque. El cazador le dice que vive cerca. Que le gusta vivir aquí, conviviendo con la naturaleza, con la música de los pájaros y de los arroyos. Le dice que ha salido a buscar alimento y madera para mantener a su familia sin hambre y sin frío, pero se ha internado tanto en el bosque que se ha perdido. Entonces la mujer lo mira y le sonríe. Después, en un acto mágico, la mujer se convierte en águila y le indica con su vuelo el camino de regreso a casa. Don Jesús termina su lectura y comparte que le ha encantado la historia. Que él, de alguna manera, encuentra en los libros a su águila que le muestra el camino de regreso a casa.
Biblioteca del Septentrión: hacía el origen de un noroeste sin fronteras
El maestro Josué Barrera coordina, busca, clasifica y promueve una de las bibliotecas más importantes sobre el espacio fronterizo, del lado mexicano y del sur de Estados Unidos, que existen en Sonora. Son más de 3500 libros, entre los cuales hay varias joyas históricas y colecciones de documentos invaluables, que abren el tiempo hacia los inicios de lo que hoy reconocemos como nuestro territorio.
Hace más de cinco años que Rubén Matiella, un apasionado de la historia de la región, comenzó a engrosar su biblioteca personal y notó que tenía algo vivo, importante, que debía ser compartido. Buscó que todo ese
material funcionara para la comunidad que, al igual que él, se interesara en los aspectos más remotos de la cultura septentrional.
Matiella busca reunir, ahora con el proyecto en forma, toda la información posible sobre la historia del noroeste de México y el suroeste de Estados Unidos. La intención es preservarlo y abrirlo a investigadores y público en general.
Josué Barrera señala: “Mucho del material con el que aquí contamos no está disponible en las instituciones ni en ningún acervo de consulta. Nos hemos dado a la tarea de digitalizar ese material raro. En las instituciones académicas hay poca adquisición de bibliografía o dependen mucho de la donación de obra. La ventaja que tenemos, es que nosotros estamos constantemente buscando esa relación bibliográfica poco tratada para integrarla al proyecto. Queremos reunir toda la información posible sobre el noroeste de México, que es, en muchos sentidos, la misma del sureste de Estados Unidos. El objetivo es conocer la historia de la región pero sin fronteras, ya que hace 200 años este espacio era un solo territorio.”
Los temas en los que se puede profundizar en Bibliotecas del Septentrión cubren a las culturas originarias de la zona, historia regional y de municipios, literatura, artes visuales, arte culinario y personalidades claves, como Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Abelardo L Rodríguez, entre otros.
El libro más antiguo con el que cuenta la biblioteca data de 1550. Se trata de un tomo sobre América, su filosofía y religión. La sección sobre exploradores y viajeros es quizá de las más importantes. Hay mucho material no solo de exploradores como Humboldt, Hardy, Bartlett, cuyos testimonios son primordiales porque conocen este espacio geográfico antes que Arizona fuera parte de Estados Unidos, antes de que existiera esa línea que ahora divide, sino porque también se puede acceder a estudios ampliados sobre sus indagaciones.
Algunos de estos exploradores fueron los primeros en escribir y describir, incluso retratar, a los seris y a los yaquis. Ese primer acercamiento a estas culturas originarias es historia pura. Barrera comenta: “Tenemos novelas de autores franceses que se ambientan en Sonora a mitad del siglo XIX. Desde una perspectiva amplia, puedes notar la intención de invadir Sonora por parte de Francia e Inglaterra, por la cuestión minera con la fiebre del oro y la plata. Contamos con una revista científica que se publicaba cada diez años en Europa, por allá a principios de 1800, donde hay un artículo del Padre Píccolo que habla sobre California, haciendo notar que no era una isla, como se pensaba, y utiliza, por primera vez, el mapa que hizo el padre Kino sobre este territorio, el cual cambiaría la concepción sobre la orografía de este espacio. Tenemos mucha y muy valiosa información sobre jesuitas, en especial del padre Kino, y de los franciscanos.”
Abierto sobre una mesa, está el mítico Atlas de Sonora de don Julio Montané, el documento con el que Roberto Bolaño trazó la ruta que seguirían Los detectives salvajes, como se llama el famoso libro de este escritor chileno, por el Desierto de Sonora.
En relación con las visitas que han tenido, Rubén Matiella explica que, para su sorpresa, han solicitado visitar la biblioteca muchos chefs que desean investigar sobre historia de la comida sonorense. También historiadores de distintas universidades de México y el extranjero. “Hace unos días vino una familia completa a conocer el proyecto, lo cual nos pareció muy importante y sorprendente. Acudieron aquí casi como a un museo sobre sus orígenes.”
Para acudir a la Biblioteca del Septentrión debes consultar la página bibliotecadelseptentrion.com, o con el mismo nombre vía Instagram/Facebook. A través de esos medios, escribes comentando los temas que te interesa consultar y ahí mismo se te agendará una cita. Debido a que el lugar está dentro de un domicilio particular en Hermosillo, hay que tener en cuenta que las visitas solo tienen lugar de lunes a miércoles en un horario de 16:00 a 20:00 horas.
Otras bibliotecas comunitarias en Hermosillo
Existen más proyectos independientes en torno al libro en Hermosillo, como la biblioteca feminista La Morada, donde además de resguardar material bibliográfico exclusivo, se hacen eventos de sororidad entre mujeres. También está MiniBibliotecas, que busca ocupar espacios en cafés y negocios con la intención de que los libros vayan al lector.
Las bibliotecas comunitarias son iniciativas clave en una ciudad ávida por extender el diálogo y encontrar, en la lectura y el intercambio de ideas, una brecha por la que se pueda transitar hacia la construcción de colectividades lectoras, críticas y despiertas.
Las bibliotecas comunitarias de Hermosillo requieren apoyo
Para colaborar con Casa María Almendro o hacer donaciones, escribir al siguiente número de WhatsApp: 9621837391
Para colaborar, donar libros o asistir a una sesión de la Biblioteca Casa Amiga, acude a Calle Jesús García #100, o llama al teléfono 662 212 3030.