Hace 175 años, cuando México cedió la mitad del territorio a Estados Unidos, comenzó un evento que en la actualidad aún resuena en la memoria colectiva
Hay ciudadanos en Estados Unidos que dicen: ‘Yo no crucé la frontera. La frontera me cruzó a mí’. Se trata principalmente de familias de varias generaciones que habitan un pedazo de tierra que antes era de otro país: México.
El día que la frontera se movió está marcado en un documento que 175 años después es una muestra de cómo el papel y unas cuantas firmas, pueden cambiar los destinos de miles de personas y dos naciones completas, se trata del Tratado de Guadalupe Hidalgo.
En 1848, el país perdió la mitad de su territorio en manos de Estados Unidos como resultado de la Guerra México-Americana, concluyendo con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo. Esta monumental pérdida territorial sigue resonando en la conciencia colectiva mexicana, incluso es un tema que suele aparecer en discusiones que giran en torno a la migración, el racismo o las relaciones políticas de ambos países.
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No fue un solo factor el que propició esta cesión territorial, sino una combinación de circunstancias, políticas y personalidades. Aunque el nombre de Antonio López de Santa Anna, presidente y líder militar, ha sido frecuentemente asociado con la pérdida, su papel fue menos directo de lo que la creencia popular suele adjudicarle.
En la década de 1840, la joven República de México enfrentaba una profunda inestabilidad política y económica. Al mismo tiempo, Estados Unidos, guiado por la ideología del “Destino Manifiesto”, buscaba la expansión hacia el oeste bajo la administración del Presidente James K. Polk. La anexión de Texas y el Territorio de Oregón sólo alimentó este ambicioso expansionismo, hasta que la creciente tensión entre ambas naciones culminó con la intervención estadounidense en México.
La intervención de Estados Unidos en México empezó cuando se rechazaron 25 millones de dólares
El presidente Polk, en su afán por adquirir los territorios de Alta California y Santa Fe de Nuevo México, envió a John Slidell a la Ciudad de México con una oferta monetaria de 25 millones de dólares. Esta oferta fue rechazada, y las acciones de Slidell provocaron la destitución del presidente mexicano José Joaquín de Herrera, lo que precipitó la escalada militar.
Polk ordenó al General Zachary Taylor avanzar hacia el Río Grande, buscando provocar una confrontación que permitiera justificar una declaración de guerra. Cuando las tropas mexicanas respondieron a la incursión, Polk utilizó esto para declarar la guerra, a pesar de la oposición de varios miembros del gobierno estadounidense, entre ellos Abraham Lincoln.
La guerra fue devastadora para México. El país, desbordado en el ámbito militar y en medio de una crisis económica y política, no podía sostener una guerra convencional contra Estados Unidos. Por un tiempo, los Estados Unidos consideraron la posibilidad de anexar todo México, pero se encontraron con una fuerte oposición en su propio Congreso debido a prejuicios raciales.
Finalmente, Nicholas Trist, designado por Polk para negociar un armisticio, logró pactar el Tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848, ignorando incluso órdenes de Polk y el General Winfield Scott de abandonar las negociaciones. Este tratado marcó el final de la guerra y el inicio de una era de transformación para ambos países.
Con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, México cedió el 55% de su territorio, que comprende los actuales estados de California, Nevada, Utah, y parte de Colorado, Nuevo México y Arizona. Estados Unidos, por su parte, acordó pagar 15 millones de dólares y asumir las deudas del Gobierno mexicano hacia los ciudadanos estadounidenses. Este suceso provocó una agria amargura en el pueblo mexicano, y desató un profundo debate nacional sobre la identidad y la soberanía del país.
Este es un aspecto que aún hoy, 175 años después, sigue generando emociones encontradas. Para México, la pérdida de la mitad de su territorio fue un acontecimiento traumático, una herida en el orgullo nacional que persiste a través del tiempo. La ‘vendimia del norte’, como se le conoce comúnmente, fue un golpe a la autoestima del país, marcando su historia y su relación con los Estados Unidos.
En contraposición, para Estados Unidos, la adquisición de estos territorios representó el logro de su expansión continental, cumpliendo con el ideario del “Destino Manifiesto”. Sin embargo, esta victoria también tuvo consecuencias importantes en la política interna estadounidense, pues intensificó las tensiones entre el norte y el sur sobre la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios, un conflicto que finalmente desembocaría en la Guerra Civil estadounidense.
Asimismo, es importante destacar que este acontecimiento histórico tuvo un impacto profundo en las vidas de las personas que habitaban estos territorios. Las comunidades indígenas y los mexicanos que vivían en las tierras cedidas se encontraron de pronto viviendo en un país diferente, con leyes y costumbres diferentes. A lo largo del tiempo, estas comunidades han luchado por preservar su identidad y su cultura frente a la presión de la asimilación.
¿Para ti qué representa esta historia?
Fuente: UNAM, El País, CNDH, Forbes.