La población mundial está enfrentando una disminución significativa en la tasa de natalidad, una situación que algunos países ya están resintiendo y que se prevé empeore en el futuro cercano.
Cabe señalar, que Estados Unidos, reportó recientemente una escasez de bebés, mientras que en Rusia y China, las tasas de fertilidad han caído a niveles preocupantes.
En China, por ejemplo, las mujeres solían tener en promedio 7.5 hijos en los años 60, pero para 2022 este número bajó a 1.2. Asimismo, India también experimentó una caída significativa, pasando de un promedio de seis hijos por madre en 1963 a solo dos en 2022.
La evidencia de esta tendencia se puede observar en diversas publicaciones recientes: “De repente no hay suficientes bebés en Estados Unidos” de The Wall Street Journal, “Rusia no tiene los rusos necesarios” del New York Times, y “En 2064 serán más los muertos que los bebés que nacerán” según The Economist.
Consecuencias económicas y sociales ante baja natalidad
La disminución de la tasa de nacimientos en el mundo, trae consigo una serie de dificultades económicas y sociales. Ante esto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señaló, en su informe “Society at a Glance 2024”, que una tasa de natalidad inferior a 2.2 hijos por mujer podría resultar en una menor base de jóvenes para sostener a una población envejecida.
De establecerse dicha tasa, podría dañar sistemas de pensiones, reducir el consumo y crear dificultades económicas en la producción de bienes y servicios. En algunos países, como España, la falta de nacimientos ya está afectando las cuentas fiscales.
El Banco de España informó que el país necesitará alrededor de 24 millones de migrantes adicionales en el mediano plazo para mantener su equilibrio demográfico y económico.
Los pronósticos encaminan que a nivel global, se espere que la tasa de natalidad baje a 1.9 hijos para finales de 2060, la cual podría llegar a 1.5 para el año 2100.
Impacto en los países más poblados
Como se señaló en un principio, China e India, los dos países más poblados del mundo, están experimentando una caída drástica en sus tasas de natalidad; este fenómeno tendrá un impacto significativo en el crecimiento de la población mundial.
Por su parte, la ONU estima que la población global se estancará en alrededor de 9,000 millones de personas para finales de siglo. Dicho estancamiento podría alterar la dinámica económica y social en los países que han dependido históricamente de una población joven y creciente.
A su vez, en Europa y Asia Oriental, los gobiernos están tomando medidas para enfrentar este desafío. En Corea del Sur, en particular, la tasa de natalidad cayó a un mínimo histórico de 0.72 hijos por mujer, la más baja entre los países desarrollados. Esto ha llevado a cierres de escuelas y universidades debido a la falta de estudiantes, y a un aumento en la construcción de centros de atención para ancianos.
En respuesta, el gobierno ha implementado incentivos como bonos para bebés y subsidios médicos para fomentar la natalidad. Pese a ello, la respuesta no ha sido positiva ante una población que se esfuerza por seguir el ritmo capitalista del país.
Cifras de nacimientos en distintos países
En Francia, la tasa es de 1.8 hijos por mujer; en México, 1.82; e Israel, con una tasa de 2.8, es el único país de la OCDE que supera la tasa de reemplazo.
En contraste, países como Corea del Sur, España e Italia presentan tasas de natalidad extremadamente bajas: 0.72, 1.16 y 1.20 hijos por mujer respectivamente.
Un cambio de paradigma necesario
Expertos como Frank Swiaczny, demógrafo alemán, han señalado que los países deben adaptarse a esta nueva realidad demográfica. En lugar de resistirse, es necesario encontrar formas de vivir con una población en disminución.
Para enfrentar la problemática, algunos países ya están haciendo ajustes, como fusionar universidades y trasladar recursos de escuelas a centros de atención para ancianos.
Vale la pena decir que, en Alemania, la tasa de natalidad aumentó ligeramente después de ampliar el acceso a la atención infantil y las licencias de paternidad. Sin embargo, estos incrementos son modestos y no suficientes para revertir la tendencia general.
Ante el panorama desalentador, cabe señalar que, la disminución de la población también podría verse como algo positivo y beneficioso. Una baja disminución poblacional podría derivar en menores emisiones de carbono y una mejor calidad de vida para los niños nacidos en familias más pequeñas.
A nivel mundial, la baja tasa de natalidad podría implicar una menor presión sobre los recursos y una desaceleración del impacto del cambio climático. Aunque, dichos cambios representan desafíos significativos para las economías y las estructuras sociales que han dependido de una población joven y en crecimiento.
Las proyecciones para el futuro sugieren que la población mundial alcanzará su punto máximo en 2061, con alrededor de 9,500 millones de personas, antes de comenzar a disminuir.
Este descenso requerirá un cambio de paradigma en la forma en que las sociedades organizan sus economías y estructuras sociales, y en cómo abordan los desafíos de una población envejecida.