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Comedor Sarita: 17 años alimentando a niños de Hermosillo 

Por más de 17 años, Sara Moreno y José García han dedicado su vida a alimentar a los niños de la invasión Guayacán a través de su proyecto personal: “Comedor Niños del Guayacán Sarita”, una iniciativa que ha transformado vidas y brindado esperanza en su comunidad

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Foto: Ramses Baduqui

Daniela Valenzuela / NORO 

En Hermosillo, Sonora, a pocos pasos de la agitada vida urbana, se encuentra la Invasión Guayacán, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido. 

En este rincón, nació una iniciativa transformadora: el “Comedor Niños del Guayacán Sarita”, creado por el matrimonio de Sara Íñiguez Moreno y José Guadalupe García.

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Foto: Ramses Baduqui

Lo que comenzó como un esfuerzo humilde, financiado por el propio José, atendiendo a solo siete niños, se ha convertido con los años en un refugio que alimenta a cerca de 100 pequeños, no solo de la Invasión Guayacán, sino también de colonias vecinas. 

Este comedor, lleno de amor y dedicación, es un ejemplo vivo de cómo una acción desinteresada puede marcar la diferencia en una comunidad.

El inicio del “Comedor Niños del Guayacán Sarita”

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Foto: Ramses Baduqui

Sara Moreno, mejor conocida como Sarita entre los niños de la Invasión Guayacán, en una plática para NORO, reveló que la idea de establecer un comedor en su propio hogar nació a partir de que se daban cuenta de las necesidades que albergaba su entorno, pues eran los mismo niños quienes se acercaban a ellos en busca de comida o agua. 

“Empezamos viéndolos jugar en la calle, así, nos pedían agua, nos pedían comida, y dije, dije yo, pues, me propongo, dije, la meta de hacer un comedor. Y lo hicimos con siete, nueve niños, así, fue creciendo. Y es muy bonita la labor”, declaró Sara para NORO

Lo que comenzó con unos cuantos niños pidiendo alimento creció rápidamente. Los pequeños, atraídos por la bondad y calidez de Sarita y su esposo, comenzaron a llegar por su propia cuenta. 

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Foto: Ramses Baduqui

Poco a poco, su hogar se convirtió en un refugio para decenas de menores que no solo encontraron un plato de comida, sino también un espacio donde eran escuchados y valorados.

Cada fin de semana, Sara y su esposo reciben con los brazos abiertos a cerca de un centenar de niños. Más allá de ofrecerles alimentos, han hecho de su comedor un lugar donde se enseña más que nutrición física: aquí los pequeños aprenden sobre valores y normas básicas de convivencia. 

Sarita pone especial atención en inculcarles el uso de palabras mágicas como “por favor” y “gracias”, y les transmite la importancia del respeto y la gratitud.

La habilidad de Sarita para leer el entorno de los niños

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Foto: Ramses Baduqui

Sarita, como encargada del comedor, ha desarrollado una sensibilidad especial para comprender a los niños que llegan en busca de apoyo. Uno de los métodos que utiliza para conocer más sobre ellos es invitarlos a expresarse a través del dibujo. 

Al llegar, los pequeños reciben una hoja y son animados a dibujar cómo es su hogar y a las personas que viven con ellos. Esta actividad, aparentemente sencilla, tiene un profundo significado.

“Nosotros aprendimos de ellos, este, si un niño era nerviosito, si un niño alterado, así, nosotros aprendíamos por medio de los dibujos. O sea, cada niño que va entrando, le hacemos una meta de que dibuje cómo es tu mamá, cómo es tu papá, cómo es tu hermano, cómo es así, cómo es la familia”, relató Sarita para NORO.

A través de estos dibujos, Sarita logra identificar aspectos del círculo familiar de cada niño. Esto le permite prestar más atención a ciertas actitudes y comportamientos, adaptando su trato y mostrando aún más paciencia para entender las situaciones que enfrentan. 

Video: Cortesía

Para ella, cada dibujo es una ventana a la realidad de los pequeños, una herramienta que le ayuda a conectar con ellos y ofrecerles el apoyo que necesitan, pues la encargada del comedor estuvo a punto de titularse como maestra de kinder, pero por diversas razones, no pudo concretarlo. 

Sin embargo, no todo ha sido fácil. En más de una ocasión, Sara ha sentido el peso de la responsabilidad y ha contemplado la idea de rendirse. Pero son los mismos niños quienes la motivan a seguir adelante. 

Su sonrisa, su entusiasmo y la manera en que la ven como una figura de confianza y amor incondicional son su mayor aliciente para continuar.

Además, los niños más grandes del comedor también juegan un papel importante en el funcionamiento del lugar. Ellos se ofrecen para ayudar en las tareas sencillas, creando un ambiente de colaboración y aprendizaje.

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Foto: El Expreso / Invasión Guayacan

 “Los que me ayudan son los niños más grandes. O sea, cuando es caliente, pues no, pero cuando son cosas ligeras, me gusta porque ellos mismos van aprendiendo y se pelean por quién ayuda”, compartió Sarita con una sonrisa.

El comedor no solo es un lugar donde se satisfacen necesidades básicas, sino también un espacio de aprendizaje, empatía y solidaridad. Sarita ha transformado su labor en una misión de vida, donde cada dibujo, cada gesto de ayuda y cada palabra de aliento fortalece no solo a los niños, sino también a ella misma.

¿Cómo funciona el comedor?

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Foto: Ramses Baduqui

Aunque en sus inicios el comedor operaba únicamente con el sueldo de José, el esposo de Sarita, hoy en día su funcionamiento depende en gran medida del apoyo solidario de la comunidad. Este respaldo ha sido clave para mantener viva esta noble causa que transforma vidas.

“Vienen y nos regalan una despensa y así, pues, gente que viene de diferentes partes, fundaciones, familias, iglesias, que vienen y nos apoyan. Les decimos, si quieren, vengan y pueden hacer su labor de venir un domingo y sábado y ayudarnos a servir, pues, que nos ayuden a servir para que se den cuenta”, compartió Sarita. 

A lo largo de los años, Sarita y José han establecido principios claros para el manejo del comedor, uno de los más importantes es no aceptar dinero como donación. Para ellos, este enfoque asegura la transparencia y permite que los recursos lleguen directamente a los niños en forma de alimentos.

“Si se desea donar para el comedor, es mejor que este sea en despensa”, recalca Sarita, enfatizando su compromiso con una gestión honesta y desinteresada.

Gracias a la confianza y generosidad de familias, fundaciones y voluntarios, el comedor sigue siendo un espacio donde la comunidad no solo encuentra apoyo material, sino también un ejemplo inspirador de unión y empatía.

Santa Claus llega al comedor con ayuda de la comunidad

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Foto: Ramses Baduqui

En el comedor de Sarita, las actividades regulares se detuvieron durante la temporada decembrina, ya que este mes se convierte en una oportunidad para que otras organizaciones y grupos de voluntarios ofrezcan momentos especiales a los niños.

Fundaciones y grupos de jóvenes se acercan para realizar posadas y festejos navideños, extendiendo la alegría a los pequeños de la comunidad.

“Entonces, los mismos niños no más nomás están aquí conmigo en posadas, sino que vienen en partes de aquí al mismo alrededor y hacen posaditas y ellos mismos van, pues, los invitan, pues, a los niños y van a los comedores”, explicó Sara.

Además de las posadas, diciembre se llena de magia con una dinámica especial que permite a los niños soñar. Cada menor escribe una carta a Santa Claus, expresando sus deseos.

Estas cartas son recogidas por personas o asociaciones que se comprometen a cumplir los sueños de los pequeños. Este gesto transforma las festividades en un momento inolvidable tanto para los niños como para quienes participan.

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Foto: Ramses Baduqui

Para aquellos interesados ​​en sumarse a esta iniciativa, pueden comunicarse directamente con Sara al 66 24 45 36 19 o dirigirse al comedor utilizando la ubicación disponible en Google Maps.

Este comedor, construido con esfuerzo, dedicación y amor, no solo proporciona alimento, sino también esperanza y una oportunidad para soñar con un futuro mejor. Es un espacio donde los niños encuentran apoyo, enseñanza y un ejemplo inspirador de empatía y solidaridad, gracias a Sarita y su esposo.

Para Sara, la mayor satisfacción no está en los reconocimientos, sino en el amor de los niños que llenan su vida de gratitud y alegría.

“Que nosotros, cuando lleguemos a nuestra vejez, cuando ya, lo bonito que nos vamos a llevar, que servimos sin pedir nada a cambio. O sea, que hay que servir, como dicen, sin pedir nada a cambio”, reflexiona con humildad y orgullo.

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