Se dice que durante el siglo XIX, algunos padres conspicuos llegaron a Villa del Pitic y se dedicaron a curar a cientos de enfermos, aunque, curiosamente, estos padres nunca existieron.
Daniela Valenzuela / NORO
En vísperas de Halloween y el Día de Muertos, es común que salgan a relucir las leyendas más oscuras y fascinantes de cada región, y Sonora no es la excepción.
Este estado del noroeste mexicano alberga una de las leyendas más misteriosas y aterradoras: la de los Padres Conspicuos.
Según cuentan las historias, estos enigmáticos personajes llegaron a Villa del Pitic, hoy Hermosillo, con la promesa de curar a los enfermos que acudían a ellos en busca de alivio y esperanza.
Sin embargo, lo inquietante de esta leyenda radica en que, tras un tiempo, se descubrió que estos padres jamás habían existido.
Los Padres Conspicuos en Sonora
Se dice que durante el siglo XIX, llegaron a Villa del Pitic cuatro padres misteriosos pertenecientes a la Orden Franciscana.
Estos padres, siempre ataviados con sus túnicas y capuchas, causaban una profunda intriga entre quienes los veían, ya que además iban descalzos, lo que acentuaba el aura de misterio que los rodeaba.
Se cuenta que los padres conspicuos caminaban en parejas por las calles de la villa, siempre en dirección al río cercano, recitando oraciones en voz baja a lo largo del trayecto.
Al llegar al río, se detenían, miraban hacia los puntos cardinales, lloraban en silencio y luego regresaban al convento donde vivían. Esta peculiar rutina les valió el apodo de “Los Padres Mocosos” entre los habitantes de Villa del Pitic.
A pesar de su comportamiento reservado y su constante silencio, estos padres comenzaron a atraer la atención de los pobladores, quienes afirmaban que poseían un don especial para curar enfermedades graves.
Con el paso del tiempo, su fama creció, y cada vez más personas acudían en busca de su ayuda. Muchos aseguraban haber experimentado sanaciones inexplicables, lo que incrementó aún más el misticismo en torno a su figura.
Los padres conspicuos nunca existieron
Se dice que en aquella época llegó a Villa del Pitic un hombre de fe llamado Rafael de Ruiz Avechuco. Aunque no era rico, don Rafael era considerado un hombre «acomodado en sociedad».
Su vida cambió drásticamente cuando conoció a Blanca, una hermosa criolla con quien contrajo matrimonio. Sin embargo, poco tiempo después de la boda, Blanca cayó enferma debido a una epidemia que azotaba la región.
Desesperado por la salud de su esposa, don Rafael escuchó hablar de los cuatro padres conspicuos, quienes, casi por arte de magia, tenían la habilidad de curar a los enfermos.
Impulsado por la esperanza, se trasladó al convento franciscano en busca de ayuda. Al llegar, preguntó por los padres, pero el padre Prior le respondió que esos personajes no existían.
Extrañado e incrédulo, don Rafael decidió ir al río, el lugar donde se decía que los padres solían aparecer. Sin embargo, por más que imploró por su ayuda, los misteriosos padres nunca hicieron acto de presencia.
Desgraciadamente, la enfermedad de Blanca avanzó, y ella falleció, dejando a don Rafael sumido en la tristeza.
A pesar de que se dice que los padres nunca existieron, la comunidad aún no encuentra una explicación para los extraños avistamientos y las supuestas curaciones que vivieron muchos en Villa del Pitic.
La historia de don Rafael y Blanca se entrelaza con la leyenda de los padres conspicuos, generando un aura de misterio que perdura en el tiempo y que sigue intrigando a quienes conocen su trágica historia.
Con información de La Bartolina y Turismo con Pao.
