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Inmigración japonesa en Sonora, una historia de lucha

La llegada de japoneses a Sonora es una historia de supervivencia y trabajo, así como de la lucha por la conservación de su identidad 

La vida de los inmigrantes japoneses que se establecieron en el norte de México, en particular en Sonora, es un tema poco explorado. La ausencia del tópico en la conversación diaria y el reducido acervo de estudios históricos al respecto dificultan conocer cómo influyó esta comunidad en la vida del estado.

Esto es contrario a la visibilidad de la temática en otras entidades del país, como Baja California, donde se sabe que su migración resultó clave en el desarrollo tanto de su industria del algodón como de la pesquera durante el periodo de 1903 a 1945.

Según el libro “Siete migraciones japonesas en México, 1890-1978” de María Elena Ota Mishima, los inmigrantes japoneses llegaron a Sonora en tres importantes oleadas: en la primera arribaron japoneses ilegales entre 1907 y 1924; en la segunda, migrantes japoneses calificados, entre 1917 y 1928, en la tercera, japoneses por requerimiento, o yobiyose, entre 1921 y 1940.

Como relata la escritora de origen japonés, para el periodo de 1890 a 1940 había un total de 49 japoneses radicados en Sonora, principalmente en Agua Prieta, Navojoa, Ciudad Obregón, Hermosillo, Caborca, Nacozari, Huépac, San Luis Río Colorado, Cananea y Nogales. 

japoneses en mexico infobae
Crédito: www.infobae.com

Chinos y japoneses no comparten la misma historia 

Hay historias que parecen iguales aunque no lo sean, como es la de la migración de chinos y japoneses, que sucedió en condiciones distintas. Vale la pena conocerlas para no confundirlas.

En el caso de México, la emigración japonesa se dio en pequeña escala y de manera expansiva, al establecerse en distintas zonas del país. Como señala Francis Peddie en “Una presencia incómoda. La colonia japonesa de México durante la Segunda Guerra Mundial”, los japoneses tuvieron mejor aceptación que los chinos. Incluso, su inmigración fue alentada de manera oficial hasta 1941, cuando la situación mundial complicó su permanencia en el territorio mexicano. 

Por el contrario, años antes de la Segunda Guerra Mundial, los chinos que se habían insertado de manera importante en el comercio en Sonora se vieron atrapados en una serie de violaciones a sus derechos humanos, esto por un movimiento xenófobico acontecido entre 1911 y 1934. 

La violencia hacia los chinos finalizó durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas. Sin embargo, el rechazo hacia los asiáticos continuó durante algunos años más en Sonora. 

violencia chinos
Crédito: Harold Miller 

La vida de un inmigrante japonés en Sonora

La vida de otros ofrece un mejor contexto para entender la historia. Para eso está el caso de Mitsuo Doode Yamada, quien nació en 1911 en el sur de Japón, país del que emigró a los 18 años. Sonora fue el primer sitio en México que lo recibió en el año de 1930, cuando dejó la nación a la que no regresó.

La historia de vida de Mitsuo se recoge en el artículo “Ser japonés en México. Relatos de un inmigrante”, realizado por Gloria María Cañez de la Fuente, Olga Shoko Doode y Gabriela Hernández Doode, cuando el hombre tenía 93 años. 

En este artículo se destaca, por ejemplo, que para que un japonés pudiera ingresar a México, se exigía un aval para la manutención del recién inmigrado.

Además, la investigación sobre el inmigrante Mitsuo muestra las malas condiciones de trabajo a las que eran sometidos los japoneses. Según se relata en el artículo, él ganaba 60 pesos por una jornada de 18 horas que iba del amanecer a la madrugada. En ocasiones, él solo salía de su lugar de trabajo para exprimir el sudor de su camisa, dadas las altas temperaturas del verano sonorense.

En el escrito, Mitsuo contó que para él, así como para muchos japoneses en México, su eje central era el trabajo, mismo que le daba sentido a su vida. Sin embargo, la situación de aquella época no favorecía las circunstancias, por lo que el maltrato, la corrupción y la discriminación estaban a la orden del día. 

Mitsuo, quien se casó con una mujer de origen japonés nacida en México, vivió en varios lugares del país. A pesar de las dificultades, logró tener un negocio propio, que a fin de cuentas no fue sostenible. Sus hijos recibieron dos nombres, uno en español y otro en japonés. A ellos los crio como católicos y no como budistas, esto dada la ventaja que significaba en el mundo laboral la religión.

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