Las luciérnagas, símbolo mágico de las noches de verano, están desapareciendo. El cambio climático, la pérdida de hábitat, la contaminación lumínica y los pesticidas amenazan su existencia.
Ricardo Amador/NORO
Las luciérnagas, esos pequeños insectos brillantes que evocan noches de verano y asombro infantil, podrían estar a punto de desaparecer. Investigaciones recientes advierten que podríamos ser la última generación en ver su resplandor natural.
Un estudio publicado en Science of The Total Environment en 2024, que analizó más de 24 mil encuestas del programa Firefly Watch en América del Norte, confirmó lo que muchos ya intuían: las poblaciones de luciérnagas están disminuyendo rápidamente.

Diversos factores contribuyen a esta situación, incluyendo el cambio climático, la destrucción de hábitats, la contaminación lumínica y el uso extensivo de pesticidas. Los científicos coinciden en que, aunque el panorama es alarmante, aún se pueden tomar acciones para revertir el rumbo.
La urgencia radica en que muchas especies son endémicas, es decir, solo existen en regiones específicas, y una vez que desaparecen, no hay manera de recuperarlas.

¿Por qué ya no se ven tantas luciérnagas?
Las luciérnagas prosperan en ecosistemas húmedos como pantanos, marismas y bosques con suelos blandos y presencia de agua estancada. Estos ambientes son esenciales para su ciclo de vida, especialmente para las larvas, que habitan en el suelo y se alimentan de invertebrados como caracoles y babosas. Sin embargo, la urbanización masiva ha arrasado con estos espacios.
El caso de las luciérnagas de Bethany Beach, en Delaware, es ilustrativo: esta especie habita exclusivamente en marismas saladas, las cuales están siendo reemplazadas por casas de veraneo e infraestructura costera. Sin ese entorno específico, la especie podría desaparecer por completo.

El cambio climático también juega un papel crítico. «Cambios sutiles en los patrones de temperatura están afectando los ciclos de apareamiento y la calidad del hábitat de las luciérnagas«, explica Darin McNeil, investigador principal del estudio y profesor en la Universidad de Kentucky.
Alteraciones en las estaciones o en los niveles de humedad pueden provocar que las luciérnagas emerjan fuera de sincronía con sus ciclos reproductivos, disminuyendo sus posibilidades de supervivencia.
Luz artificial y pesticidas: enemigos invisibles de las luciérnagas
La contaminación lumínica es otro factor negativo para estos insectos bioluminiscentes. Las luciérnagas utilizan su luz para comunicarse, especialmente durante el cortejo. Sin embargo, la iluminación urbana como faroles, espectaculares, luces de autos y viviendas, pueden interferir con estas señales y dificultar que encuentren pareja.

Las larvas también se ven afectadas por la exposición nocturna a la luz artificial. «Las luciérnagas jóvenes, que viven en el suelo, son particularmente vulnerables a los cambios en la exposición lumínica, lo cual altera sus ciclos de desarrollo», agregó McNeil.
Además, el uso extensivo de pesticidas en jardines y campos agrícolas destruye tanto a las luciérnagas como a su alimento. Incluso aquellos productos considerados «seguros» pueden afectar el equilibrio de los ecosistemas húmedos que necesitan para sobrevivir.
Acciones que podrían alargar la existencia de luciérnagas
Aunque la situación parece sombría, los expertos en conservación aseguran que aún hay tiempo para actuar. Ben Pfeiffer, fundador de Firefly Conservation & Research, enfatiza que las luciérnagas prosperan en lugares donde se protege su hábitat.
“No seremos la última generación en ver luciérnagas, pero sí podríamos perder muchas especies únicas que solo habitan en entornos muy específicos”, advierte.

Algunas recomendaciones prácticas incluyen:
- Reducir la contaminación lumínica instalando luces cálidas o de baja intensidad, y apagándolas cuando no se necesiten.
- Evitar el uso de pesticidas en jardines y áreas naturales.
- Conservar espacios verdes como humedales, bosques y zonas con vegetación autóctona.
- Participar en programas de ciencia ciudadana que ayudan a monitorear y proteger las poblaciones locales.
Las luciérnagas, con más de 2 mil especies distribuidas por el mundo, han formado parte del imaginario cultural desde la antigüedad.
Perderlas no solo sería un golpe para la biodiversidad, sino también para nuestra conexión emocional con la naturaleza.
Todos recordamos haber visto más luciérnagas en nuestra infancia. Esa memoria colectiva no es nostalgia; es una advertencia.
Fuentes: Discover Magazine, Times of India