Nunca Jamás, la banda sonorense que mezcló rock con regional, demuestra que crear desde la identidad y no pese a ella puede llevarte lejos. Más que una banda, son un manual no pedido para quienes emprenden con autenticidad
Daniela Valenzuela / NORO
En un país donde muchas propuestas artísticas intentan sonar “de fuera” para ser tomadas en serio, Nunca Jamás apostó por lo contrario: sonar a su tierra, a su barrio, a su gente. Lo suyo es un lenguaje propio que nació de no tener a quién parecerse.
El resultado: rock agropecuario, un sonido nacido en el sur de Sonora que hoy llena escenarios, conecta con públicos diversos y enseña que lo auténtico también puede ser profesional.
Para emprendedores creativos, artistas en formación o jóvenes que sienten que no encajan, el camino de esta banda puede leerse como una hoja de ruta alternativa. No pidieron permiso. No esperaron a ser validados.
Solo comenzaron desde lo que ya eran: músicos del desierto que crecieron entre rancheras, guitarras eléctricas y calles de tierra.
Lo que tienes es lo que te distingue
Formada en Ciudad Obregón por Omar Sáinz, Pedro Verdez y César Bernal, Nunca Jamás no buscó suavizar su acento ni maquillar su contexto.
Desde el inicio, su objetivo fue sonar como ellos mismos, aunque eso no encajara en los moldes del rock tradicional ni del regional mexicano. Así nació su estilo: una fusión de guitarra distorsionada con bajo sexto, batería con tuba, lírica honesta con ritmo norteño.
Lo que podría parecer una combinación imposible, terminó siendo su mayor fortaleza. Hoy, el nombre de la banda se asocia con autenticidad, independencia y propuesta.
La banda ganó visibilidad por poner sobre la mesa una nueva posibilidad: que el rock también puede nacer del campo, del polvo, del calor del norte.
La clave no fue inventar algo desde cero, sino mirar hacia adentro. A sus historias, sus expresiones, sus referentes locales. Así como sus canciones suenan a fiestas de rancho, también hablan de desamor, crisis existenciales o sueños rotos, pero sin renunciar a su identidad.
En un entorno donde muchas bandas buscan pulir lo que representan, Nunca Jamás hizo lo contrario: convirtió sus “defectos” en marca.
Nunca Jamás y su forma de emprender con autenticidad
Además de la música, su narrativa se sostiene por todo lo que hacen alrededor: desde sus redes sociales, donde comparten giras y colaboraciones sin pose, hasta la forma en la que se presentan en medios, con sombrero y botas, hablando directo y sin disfraz.
Su estrategia —aunque no haya sido planeada como tal— es una lección de branding identitario: usar lo que eres como propuesta. No necesitas cambiar tu acento, tu historia o tus referencias culturales para “profesionalizarte”. Basta con asumir lo que eres y trabajarlo con constancia.
El rock agropecuario no solo se volvió un género, también una bandera para quienes sentían que no encajaban en ningún lado. Y aunque sus letras están enraizadas en lo local, su alcance es nacional. Hoy, Nunca Jamás llena foros, prepara nuevas colaboraciones y conecta con públicos diversos como los géneros que cruzan.
Para quienes están empezando un proyecto artístico o creativo, su historia es una invitación: no tienes que parecerte a nadie. Puedes construir desde tu rareza, desde tu comunidad, desde lo que no cabe en ninguna categoría.
Y si todavía dudas si hay espacio para lo que haces, mira lo que lograron tres músicos que decidieron tocar rock con botas llenas de tierra. Nunca Jamás no pidió permiso. Y por eso, hoy tiene un lugar que nadie más puede ocupar.
Con información de El Sol de Hermosillo, Debate y El Imparcial.
