Intentó estudiar contaduría por un año, pero el diseño gráfico reclamó su espacio
Adrián Orozco se define como diseñador gráfico que se dedica a hacer murales. Y es cierto, pero hay mucho más. Su cuenta en Instagram como Crío Bravo es evidencia de ello.
Cuando Adrián le dijo a su mamá que quería estudiar diseño gráfico y seguir esa inquietud creativa, su madre, como pasa con muchas otras preocupadas por el bienestar económico de su hijo, le respondió que se moriría de hambre.
Adrián decidió estudiar contaduría. Lo intentó un año en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Un año le sirvió para darse cuenta que hacer los impuestos de alguien más no era lo suyo.
Se fue a Tijuana, Baja California, donde había familia de su mamá, así que se le facilitaba. Se sumergió de lleno al mundo del diseño gráfico. La universidad le ayudó a abrir las habilidades y curiosidad, pues aunque tenía el deseo y algo de técnica, la vida académica le permitió nombrar conceptos y experimentar formas.
Con su preparación en la universidad, hubo un momento en el que intentó solo hacer letras. Aprendió qué era lo que le gustaba y conoció conceptos sobre caligrafía y tipografía. Ese conocimiento tan específico, centrarse en las letras, le ha permitido complementar los proyectos de marca que le presenta a sus clientes.
Así como la universidad, también su experiencia laboral en distintos estudios le ha aportado conocimiento y habilidades para generar su identidad propia.
“Piensa mucho y haz poco”, dice Adrián Orozco. Su proceso creativo es mucho centrarse y tratar de solucionar con su cliente qué es lo que desea lograr con su marca o producto, hacer equipo para transmitir seguridad y comunicar justamente lo que desea.
Al final, cada diseño gráfico que presenta es el resultado de toda la información compilada: sus años en la universidad, las jornadas en trabajos previos y los días de comunicación con cada cliente.
Los trabajos de Adrián Orozco
En su cuenta en Instagram, que es uno de los sitios públicos donde concentra su trabajo, Adrián exhibe sus diseños. Hay mucho color, hay muchos perfiles y desierto. Una fusión de la región geográfica que habita.
En general, el trabajo de Adrián es muy colorido. Algunos diseños destacan, como el trabajo que le hizo a un restaurante de mariscos en Rosarito, “El Güero”. Cuando se buscó a Adrián para hacer el diseño, se le informó que se buscaba una imagen más sofisticada para renovar su concepto, pero al mismo tiempo que evidenciara su experiencia de 30 años.
Lo que Adrián presentó es un juego de los colores típicos de la región: un cielo con toques rosados, el azul profundo del océano y el dorado de la arena del Pacífico. Una combinación seria y balanceada, que incluso representa el ambiente del restaurante.
Este concepto ayudó a que El Güero haya sido homenajeado como marca destacada.
Otro de los proyectos que Adrián Orozco presume en sus redes es el Koolkan Sauvignon blanc, para quienes diseñó la lata. En ella resalta el contraste de colores y la presencia de una piña con facciones humanas, como nariz y ojos.
Para el mismo negocio, Adrián diseñó la lata de una cerveza con toques de guayaba. Su propuesta fue darle una personalidad a la guayaba y presentarla con tonos suaves… y lentes.
Un crío bravo
En febrero de 2021 Adrián participó en una galería virtual, un espacio de expresión artística que la Universidad de Tijuana abrió para diseñadores gráficos, arquitectos y artistas visuales. Ahí les habló de Crío Bravo.
En esa ocasión presentó bodegones ilustrados, colores diversos y brillantes, con muchas formas tropicales. Con todo esto, Crío Bravo busca exponer la personalidad de un niño que experimenta creativamente con materiales y no deja de aprender.
Lejos de las predicciones y preocupaciones maternas por el bienestar de Adrián Orozco, su talento para diseñar ha permitido que resalten aquellas marcas para las que ha trabajado, algo que no hubiera podido hacer desde un puesto de contador.
Con información de HAUSU, Bahance, Packagin of the world, Crío Bravo y U de Tijuana.