La antigua penitenciaria en Hermosillo guarda historias desde su construcción hasta el día de hoy como museo del INAH.
El Museo de Sonora, ubicado en el histórico edificio de la Antigua Penitenciaría, ha sido un símbolo de identidad cultural y memoria histórica para la sociedad sonorense desde su apertura en 1985.
Las celdas, que dejaron de recibir presos en 1979, se han transformado en un espacio de investigación, conservación, difusión y exhibición del patrimonio cultural. Además, este lugar fue el escenario del último fusilamiento en México.
Construido a principios del siglo XX, el edificio de la Antigua Penitenciaría es una impresionante obra de la época porfiriana, construida en gran parte con piedra extraída del Cerro de la Campana. El ingeniero a cargo, Arthur Francis Wrotnowski, un francés que trabajó también en el palacio municipal de Hermosillo y la cárcel de Guaymas.
A pesar de haber sido inaugurada en 1908 por el entonces gobernador Luis E. Torres, se utilizó como prisión varios años antes. Los presos, incluyendo a los indígenas yaquis, participaron en su construcción.
La comunidad yaqui que se instaló en el cerro de la campana llevó su cultura a esta zona de Hermosillo, es por eso que sus tradiciones se siguen llevando a cabo en estos espacios.
En 1982, el gobierno federal y el gobierno del Estado de Sonora acordaron darle un nuevo uso a la Antigua Penitenciaría. Después de una restauración conjunta, se convirtió en el Centro INAH Sonora y en un museo que representa la historia del Estado y su sociedad.
La restauración del edificio respetó su proyecto original, eliminando solo los elementos que habían cambiado durante su función como prisión. Como resultado, el Museo Regional de Sonora y Centro INAH es considerado un importante patrimonio histórico y cultural de los mexicanos en Sonora. Por lo tanto, está incluido en el Catálogo de Monumentos Históricos.
Los vecinos del lugar y algunos ciudadanos, le llaman también al ahora Museo, la cárcel de piedra o la cárcel vieja.
En esta cárcel estuvieron presos algunos participantes de hechos históricos de Sonora, tales como insurrecciones yaquis, la huelga de Cananea, las campañas antichinas, el tiempo de los cristeros y la lucha estudiantil.
La última pena de muerte en México fue en la hoy antigua penitenciaria de Hermosillo
El 17 de junio de 1957 fue la última vez que se aplicó la pena de muerte a civiles en México. Dos infanticidas, Juan Zamarripa y Francisco Ruiz Corrales, fueron ejecutados en la Penitenciaría de la Ciudad de Hermosillo.
Los diarios locales El Regional y El Imparcial narran que Zamarripa violó y asesinó a la niña Ernestina Leyva en 1950, mientras que Ruiz Corrales violó y estranguló a María de la Luz Margarita Mendoza Noriega, de seis años.
La ejecución se realizó en el paredón de fusilamiento de la penitenciaría y solo funcionarios del gobierno de Sonora presenciaron la ejecución.
Según las crónicas periodísticas, la ciudad de Hermosillo quedó conmocionada por el asesinato de la niña Margarita, quien era conocida por muchas personas al vender tomates en una de las principales calles de la ciudad.
El gobernador de Sonora en ese momento, Álvaro Obregón Tapia, hijo del expresidente y revolucionario, fue el responsable de la última ejecución de civiles en México.
El juez Roberto Reynoso Dávila dictó la sentencia de muerte. Solo quince personas presenciaron la ejecución, tal como lo destacó el diario El Heraldo Yaqui en su nota a ocho columnas titulada “Fusilaron a los dos Chacales”.
La pena de muerte en México fue derogada de la Constitución por el Senado de la República en marzo de 2005. El entonces presidente Vicente Fox formalizó la eliminación de la pena de capital tanto en la Carta Magna como en el Código de Justicia Militar en diciembre de ese mismo año.
Así, México se unió a la mayoría de los países del mundo que han eliminado la pena de muerte de sus sistemas legales.
Fuentes: INAH, Contra réplica, El Sol de Hermosillo, Portada de Sonora