La práctica del Chemsex en México está despertando una nueva preocupación para la salud pública.
En los últimos años, una práctica que combina el consumo de sustancias estimulantes con relaciones sexuales ha ido ganando terreno en México, preocupando a las autoridades de salud pública. Conocido como chemsex, este fenómeno se refiere a las prácticas sexuales en las que se incorporan sustancias, especialmente estimulantes, como la metanfetamina.

El término «chemsex» proviene de la fusión de las palabras «chemicals» y «sex», describiendo la práctica de consumir drogas para modular el placer y prolongar el acto sexual.
El chemsex plantea riesgos significativos para la salud de quienes participan en él. Aunque las drogas y el sexo han estado vinculados durante décadas, la mezcla específica de sustancias utilizadas en esta práctica presenta desafíos únicos y preocupantes para la sociedad.
Según el psiquiatra y maestro en salud mental pública, Jeremy Cruz Islas, esta tendencia se ha estudiado durante aproximadamente 40 años, con sus raíces en Inglaterra y Australia.
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Aunque inicialmente el chemsex se asociaba a la comunidad LGBTIQ+, esta práctica se ha ido expandiendo a toda la población, incluyendo a parejas heterosexuales.

¿Por qué se popularizó esta práctica?
Un estudio del Instituto para la Atención y Prevención de las Adicciones en la Ciudad de México reveló que casi la mitad de los hombres homosexuales y bisexuales encuestados reportaron haber consumido cristal o “crico”, con un 44% admitiendo su uso mensual.
La metanfetamina, un estimulante poderoso y adictivo, afecta el sistema nervioso central, generando euforia, aumento de la actividad y disminución del apetito. Además, el Chemsex expone a los usuarios a sustancias adulteradas con fentanilo, un químico peligroso que puede causar sobredosis incluso en pequeñas cantidades.
El papel de las drogas en el chemsex
En las prácticas de Chemsex, se utilizan diversas drogas, como metanfetaminas, cocaína, MDMA, ketaminas, mefedrona, GHB, o GBL. El uso de estas sustancias tiene un impacto directo en el sistema nervioso, potenciando el rendimiento sexual y la duración del acto.

La administración de drogas intravenosas, conocida como slam o slaming, acelera los efectos de las drogas, aumentando los riesgos asociados.
Gerardo conoció el slam gracias a alguien que contactó por una aplicación de citas y recuerda que el efecto fue inmediato y muy estimulante: “me sentía super eufórico y muy caliente, yo perdí la noción del tiempo, pero nunca había tenido relaciones sexuales durante tanto tiempo: fueron horas”, contó a Milenio.
La amenaza a la salud pública
La práctica del chemsex no siempre es exclusiva de parejas, pues también se organizan fiestas chemsex, caracterizadas por la combinación de drogas ilegales y encuentros sexuales colectivos.
Estas fiestas, conocidas también como “fiestas en chill” o “party n’play” representan un grave peligro debido a la falta de prevención y mesura.

El consumo de drogas en estos eventos aumenta la probabilidad de transmisión de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Además, la combinación de drogas como la metanfetamina con prácticas sexuales extremas aumenta los riesgos de sobredosis, lesiones físicas, y problemas de salud mental como ansiedad y depresión.
La falta de estadísticas específicas en México dificulta la implementación de políticas públicas de prevención y atención. Aunque se estima que alrededor del 20% de hombres que tienen sexo con hombres practican el Chemsex, la información sobre su prevalencia en la población heterosexual y quienes lo practican en solitario es limitada.
¿Cómo crees que se puedan prevenir los problemas asociados con el chemsex?
Fuentes: Milenio, Reporte Índigo, Gaceta UDG, GQ