Conocida como “La Coronela”, Dionisia Villarino fue una revolucionaria de Baja California Sur reconocida por su trabajos de inteligencia y espionaje
En el movimiento de la Revolución Mexicana, las mujeres ocuparon papeles importantes. Aunque muchas, apoyaban a la lucha desde trincheras como la educación, la enfermería y el periodismo, otras lo hicieron codo a codo con los guerrilleros en batalla, soldaderas, como se les conocía a estas mujeres.
Entre las revolucionarias estuvo la sudcaliforniana Dionisia Villariano, que aunque se dijo mucho que tomó el plomo por las manos en más de una ocasión, historiadores concluyeron que su principal arma fue su astucia e inteligencia.
Nacida en Todos Santos, Baja California Sur, un 25 de junio de 1865, “La Coronela”, como también se le conoció, terminó viviendo en Santa Rosalía, a donde llegó viuda y madre de dos hijos. Al comienzo de la Revolución, Dionisia Villarino se dedicaba a la costura, pero su afinidad a los movimientos sociales de la época la hicieron dejar el hilo y la aguja, por lo menos en las telas, pues como soldadera apoyaba en actividades de enfermería y de su mano nunca faltó la comida y atención a los soldados. Ella, a diferencia de otras mujeres, se destacó por sus labores de espionaje y tácticas de inteligencia.
Como parte de su estrategia, “La Coronela” ofrecía a las tropas enemigas tequila y comida, una vez que los soldados del otro bando estaban borrachos, ella astutamente se encargaba de obtener información que fuera relevante para compartir a las tropas revolucionarias en la península de Baja California.
La lucha por la que Dionisia Villarino acabó en prisión
En 1913, Dionisia Villarino participó en un grupo revolucionario que se opuso a Victoriano Huerta. “La Coronela” entró a las filas de los viejos maderistas, comandados por el General Luis Hernández, quien era apodado “El Comanche”. Ese mismo año se hallaba el sudcaliforniano Manuel F. Montoya en Cananea, Sonora.
Manuel F. Montoya volvió a su tierra en Santa Rosalía desde Sonora para liberar a sus hermanos, Diego y Gumersindo, quienes habían sido tomados prisioneros por órdenes de Pedro Condés de la Torre, comandante de la plaza de Santa Rosalía conocido por sus actos atroces a la clase trabajadora. Montoya, junto a otros revolucionarios, se dirigió a “El Pozo”, lugar en el que lo esperaba Dionisia Villarino con comida y bebida.
“La Comandanta” ya se las había arreglado para que Don Cruz Murillo, quien estaba en el lugar, no las denunciara y estropeará el camino. Sin embargo, el grupo revolucionario tomó camino para atrincherarse en la “Mesa de la Calera”, pero fueron descubiertos y la gendarmería federal los mantuvo a raya durante días hasta dejar solos a Manuel F. Montoya y el mayor Gaspar G. Vela, quienes terminaron escondiéndose en “La Casa Blanca”, construcción que fue azotada por cañonazos, llevando a la muerte a los valientes quienes fueron quemados por órdenes de Pedro Condés de la Torre.
Los cuerpos de los mártires revolucionarios estuvieron expuestos casi en cenizas sin poder ser reclamados por nadie. Pero Dionisia Villarino, junto a otras mujeres, lograron recuperar los cadáveres con el objetivo de darles una santa sepultura. Por ese motivo, “La Comandanta” quedó expuesta y encarcelada en Guaymas, Sonora, pero en aquel puerto su astucia le dio el favor de los altos mandos que le permitían visitar el puerto para “vender comida”, ahí aprovechaba para seguir reuniendo y enviando información al ejército revolucionario.
Ejemplo para todas las mujeres
La lucha revolucionaria continuó y en 1914 el teniente Pedro Altamirano tomó la Plaza de Santa Rosalía dominando a la guarnición federal, Pedro Condés de la Torre fue vencido por los revolucionarios y desterrado a Guaymas. Entonces, Dionisia Villarino fue liberada.
De regreso en Baja California Sur , “La Comandanta” apoyó hasta su triunfo las causas de la revolución. Al terminar la lucha, la máquina de coser la recibió de nuevo, además empezó a trabajar como partera, e incluso en 1932 un doctor le ofreció una licencia para ejercer legalmente esta labor que aprendió durante la guerra revolucionaria. Poco tiempo después, también se le dio una licencia de conducir, algo poco común para las mujeres.
Tiempo después regresó a su casa en Todos Santos, donde participó activamente por distintas causas como el derecho a la educación y el voto de la mujer.
Murió de causas naturales en el lugar que la vio nacer el 27 de abril de 1957. Actualmente, el Congreso de Baja California Sur otorga la medalla con su nombre a mujeres sudcalifornianas destacadas en la participación activa, desarrollo e impulso del estado en aspectos político, social, cultural, educativo. científico y a favor de las causas de las mujeres.
¿Conocías la historia de Dionisia Villarino?
Fuente: Secretaría de Educación Pública, Kiosko de la Historia, El Sudcaliforniano.