Mayos, yaquis y otros grupos indígenas de Sonora tienen en común el tapanco, el altar de muertos propio de las etnias con elementos únicos
Cuando se habla de México, el Día de Muertos es una de las tradiciones que más caracterizan y enorgullecen. Si bien el ritual que hoy en día se celebra es una mezcla de costumbres prehispánicas y españolas, los grupos originarios del país conservan elementos propios de su identidad y cultura.
Este el caso del tapanco, una parte del altar de muertos que comparten los pápagos (tohono o’otham), pimas (o’ob), guarijíos (makurawe), yaquis (yoeme) y mayos (yoreme), pueblos de Sonora que practican la religión católica.
El tapanco es una mesa elevada, para la que se usa una plancha de varas de batamote o carrizos tejidos con ixtle, soportada sobre postes de álamo, mezquite o sauce, según cada comunidad. Para los grupos originarios, el tapanco representa la mesa de la última cena, pero también evoca la estructura donde, en tiempos prehispánicos, se incineraba a los difuntos. Las variaciones más conocidas de esta ofrenda son las de las comunidades mayo y yaqui.
En esta tradición de más de 600 años de antigüedad, los materiales que forman al tapanco deben ser naturales, pues la intención es que estos huelan a vida, para facilitar la llegada de los difuntos a disfrutar sus ofrendas, así lo explica Lombardo Ríos Ramímerez. Según el historiador, este ornamento se pone desde el 24 de octubre hasta el 2 de noviembre, aunque los yaquis, inician sus festividades desde el 1 de octubre, conocidas como tolosanto.
Lo que caracteriza al tapanco de yaquis y mayos
El altar de muertos mestizo ha pasado de ser algo meramente tradicional a toda una expresión de arte contemporáneo, cada vez se les ven más modernos y ostentosos; sin embargo, para los grupos originarios no es importante la estética, vistosidad ni el colorido, se trata meramente de una ofrenda con características muy específicas.
El tapanco debe de estar colocado dando la espalda a la puesta del sol y en su cabecera una cruz, los mayos suelen ponerla por debajo; los yaquis, por arriba. A diferencia de otras ofrendas, no se agregan juguetes, fotografías ni artículos personales de los difuntos. Según cada familia, se pueden agregar otro tipo de imágenes religiosas.
La comida y las bebidas alcohólicas sí se ponen sobre el tapanco, y al igual que el altar tradicional, estas deben ser las que más le gustaban a los muertos que se recuerdan. Algunas de las comidas que más se ven son propias de Sonora y las etnias, como el cocido de res, carne con chile, tortillas de harina, frijol con puerco y pan dulce. También se suelen poner algunas frutas como la mandarina, la caña o las naranjas.
Otras bebidas como el café y el pinole suelen estar en las ofrendas, pues se considera que del “vapor” de estos productos se “alimentan” los espíritus. Debajo, sobre la tierra, se colocan veladoras y velas, por lo general cuatro para cada difunto. Las flores y plantas que suelen ser bugambilias, albahaca y flor de gloria de forma tradicional, aunque también se ha integrado la flor de cempasúchil, suelen ir junto al cristo en los tapancos mayos, mientras que en los yaquis se pone por debajo de la mesa.
Algo muy característico e importante del tapanco es la altura, esta debe ser de alrededor de 1.30 metros pues se cree que las almas no deben tocar el suelo y por eso sus ofrendas deben estar elevadas. Tapanco como palabra, significa tablado o suelo de tablas formado en alto sobre un armazón.
¿Conocías esta tradición indigena del noroeste?
Fuente: El Imparcial, El Sol de Hermosillo, Gobierno de México.