En Sinaloa se siembran 14 de las 59 razas de maíces nativos que existen en México. Aquí, las mujeres desempeñan un rol decisivo para el desarrollo agrícola y la seguridad alimenticia. En el municipio de Concordia, al sur del Sinaloa, mujeres de tres comunidades de menos de 500 habitantes aprenden técnicas de selección de la semilla para mejorar los rendimientos y lograr que los productos, hoy de autoconsumo, lleguen al mercado comercial. Para las mujeres que habitan las comunidades de Chirimoyos, La Petaca y Cuatantal, el campo lo es todo.
Enero 2022. 5:30 a. m. Chirimoyos, Sinaloa. Virginia Vargas prepara el lonche para su esposo que ya se va a trabajar. Sale de prisa para alcanzar a llenar los tambos para los cuatro días siguientes porque el agua está escasa. Prepara desayuno y comida antes de salir a la milpa, con machete en mano para levantar la cosecha del maíz sembrado en junio del año pasado. Corta, limpia, desgrana y resguarda. Ya aseguró alimento. Al caer la tarde, regresa, hace la cena, limpia la casa. Siempre hay tortillas hechas con sus manos.
En Chirimoyos, comunidad de 223 habitantes ubicada en Concordia, Sinaloa, otras mujeres repiten una rutina similar todos los días. Como Virginia, desempeñan actividades primarias del campo y contribuyen a la preservación del recurso natural más importante para la subsistencia: el maíz nativo.
Concordia y su aporte al maíz nativo
Concordia es un pequeño municipio ubicado al sur de Sinaloa. En 2020, el Censo del INEGI registró 24 899 habitantes. Es el tercero más chico de los 18 municipios del estado y el tamaño de su población contrasta con la riqueza de sus maíces nativos: ahí se cultivan 13 de las 14 variedades reconocidas hasta hoy en la entidad.
Aunque es un dato poco conocido, en Sinaloa se siembran 14 de las 59 razas de maíz nativo que hay en México. En el campo, la fuerza de las mujeres es central para producir y conservar la diversidad de estos granos, símbolo de identidad, tradición y supervivencia.
Virginia tiene 45 años y creció entre milpas de frijol, maíz y árboles frutales. Hoy se dedica a labrar las parcelas que le dan alimento a ella y a su familia.
“Desde que empezó el programa de Bienestar, en junio, sembramos. Primero preparamos las tierras, las sembramos, las rociamos para la maleza, se fertiliza. Ya de ahí llega la temporada que empieza a ‘jilotear’ y hacer los tamalitos de elote tiernos, ya de ahí a cosecharlo, a pizcarlo, y luego se desgrana para almacenarlo. Pero desde que empieza uno a sembrar anda ayudando hasta que lo levanta y lo desgrana para embodegarlo en la troja”.
Virginia Vargas, sembradora de maíz
Esta productora siembra maíz amarillo, maíz negro y maíz San Juan. Este último se reconoce por su alto rendimiento, pues una sola mazorca puede llegar a tener hasta 15 o 16 hileras de granos. Virginia forma parte de una red de mujeres que aspira a comercializar sus productos para mejorar sus ingresos, constantemente limitados.
Brecha de género y desigualdad
La riqueza genética del maíz nativo en las comunidades históricamente relegadas en Sinaloa fue documentada por la periodista Raquel Zapien en 2021. Su reportaje muestra que en 14 de los 18 municipios del estado se cultivan al menos 14 variedades distintas de maíz criollo: blando, elotero de Sinaloa, tuxpeño, jala, reventador, vandeño, onaveño, tabloncillo, chapalote, tabloncillo perla, dulcillo del noroeste, bofo y ratón ancho.
En las comunidades rurales de Concordia son cada vez más las mujeres que participan en el ciclo completo de la agricultura. Aquí las brechas de género y desigualdad social persisten, como lo ha señalado el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
Un informe de 2020 del organismo destaca que las mujeres rurales constituyen una cuarta parte de la población femenina nacional. Ahí se señala también que son un pilar esencial para el desarrollo agrícola y la seguridad alimenticia, pero sus oportunidades siguen siendo inferiores a las de los hombres y las mujeres urbanas.
Ruralidad, ciencia y comercio justo
A pesar de este escenario, en Concordia hay tres comunidades donde las mujeres rurales se organizan para dar un salto hacia una economía más justa. Estas comunidades son Chirimoyos, Las Petaca y Cuatantal. Es hasta a donde la ingeniera e investigadora científica Valeria Gómez Pérez ha llegado para acompañar a un grupo de 58 mujeres que están aprendiendo técnicas innovadoras.
Valeria ha inspirado a las mujeres rurales de Concordia a creer que es posible la transformación de los maíces nativos, hoy de autoconsumo, para un mercado comercial. Desde tortillas, gorditas, tejuino, coricos, piznate, pinole y atole elaborados con granos originarios, hasta artesanías y otros artículos hechos con las hojas y las semillas. Todos están en la mira de las mujeres productoras.
La productora Virginia señala: “Valeria nos dice: ‘No nomás los hombres, también las mujeres trabajan mucho y necesitan un ingreso. Las voy a enseñar a elaborar el pinole, a vender las tortillas, y a darle valor agregado al maíz nativo, para que sea una forma de entrada de dinero’, y eso es lo que queremos porque acá en estas partes, la verdad, se necesita”.
Una científica del maíz nativo en Sinaloa
Valeria Gómez es una de las cinco mujeres de un grupo de 50 estudiantes licenciados en Ingeniería Agronómica en la Facultad de Agronomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), en 2015. Hoy destaca entre las pocas sinaloenses que se dedican a la investigación científica de los maíces nativos. Es Técnica Agroecológica responsable del Programa Producción para el Bienestar del Gobierno, en Concordia.
A sus 29 años, aspira a lograr lo que nadie antes en Chirimoyos, La Petaca y Cuatantal: transformar la vida de las mujeres rurales, enseñándoles alternativas para el maíz más allá del autoconsumo. Esto importa en comunidades históricamente relegadas del progreso y la justicia, como aquellas donde trabaja Valeria.
Para lograrlo, la ingeniera trabaja junto con 58 mujeres, a las que les enseña técnicas para incrementar los rendimientos de los maíces que ellas mismas cultivan. Lo hace mediante un modelo de Transición Agroecológica y de preservación de la semilla con fertilizantes elaborados con sus propias manos y materias primas naturales que encuentran en sus propias regiones.
16% de las mujeres de Concordia se benefician del programa
En la comunidad de Chirimoyos, Valeria trabaja con 20 mujeres, en La Petaca con 18 y en Cuatantal con 20. Según el INEGI 2020, en Chirimoyos habitan 223 personas y 108 son mujeres; La Petaca tiene 445 habitantes, 211 mujeres; y en el Cuatantal viven 48 mujeres de una población de 101 personas. Estos datos indican que, de las tres comunidades, un 48% de la población son mujeres. Es decir, el proyecto dirigido por Valeria involucra a un 16% de ellas.
Con una maestría en Agronomía y un doctorado en curso en la misma materia, la investigadora ha recorrido de norte a sur el estado de Sinaloa. Estos viajes le han permitido colectar unas 300 muestras de maíces nativos que serán estudiados con fines médicos. “Mi idea es colectar la mayor cantidad posible de muestras, incluso en aquellos municipios donde no se ha reportado la existencia de maíces y donde posiblemente sí haya pero son zonas de difícil acceso y no han podido llegar los investigadores”.
En la segunda parte de este reportaje, la autora tocará la historia de Ramona y Juvencia, dos mujeres que, al igual que Virginia, luchan no solo por preservar al maíz endémico de Sinaloa, sino en hacer su trabajo comercialmente redituable.
Otro reportaje especial de Norma Sánchez para NORO es este sobre un grupo de mujeres indígenas que migró a Sinaloa para estudiar la universidad.