niños en maizal

“La tierra lo es todo”: las mujeres rurales que defienden el maíz nativo del sur de Sinaloa (parte 2)

En la primera parte de este reportaje sobre maíz nativo, la periodista sinaloense Norma Sánchez abordó el trabajo que realiza la científica Valeria Gómez Pérez para enseñar a las mujeres rurales de la entidad a aprovechar comercialmente este cultivo.

En esta segunda parte continúa la historia, ahora relatada por dos de las 58 mujeres que han sido beneficiadas por el programa implementado por Valeria. Además, muestra una faceta conocida sobre el maíz nativo: sus usos médicos.

Maíz nativo para usos médicos

La ingeniera agrónoma Valeria Gómez Pérez pretende analizar el comportamiento de cada raza de maíz nativo y profundizar su diagnóstico a nivel molecular y nutracéutico. Este campo de la medicina busca prevenir enfermedades a través de los beneficios que aportan los alimentos, y cuyo enfoque no ha sido estudiado en Sinaloa.

estudiantes con maiz nativo

Dos mujeres estudiantes de Agronomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa realizan una selección de maíces nativos, como parte de una investigación que realizan.

“La idea es evaluar la cantidad de proteínas, lípidos, lipsina y triptófano de estos maíces que colecto, porque ahorita tenemos que los maíces de coloración oscura, el negro, el morado, el azul y el rojo, tienen antioxidantes que nos ayudan a reducir el envejecimiento de las células en el cuerpo humano. También ya hay estudios que demostraron que consumir alimentos del maíz morado y negro nos ayuda para las células cancerígenas y problemas cardiovasculares”.

Valeria Gómez Pérez, científica que trabaja el maíz nativo

Su hipótesis tiene el respaldo de su mentor, el doctor Pedro Sánchez Peña, uno de los más experimentados investigadores de la UAS en maíces nativos. “En Sinaloa tenemos más del 20% de la diversidad de los maíces nativos que existen en México y es posible que existan más porque hay lugares donde no se ha colectado”.

Labor que contribuye al desarrollo sostenible

El liderazgo de Valeria y su compromiso con la ciencia y las comunidades rurales han logrado contagiar a otras mujeres que con su trabajo contribuyen con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU. Lo hace especialmente con el ODS 2 “Hambre Cero”, el ODS 5 “Igualdad de género” y el ODS 10 “Reducción de las Desigualdades”.

personas reunidas en campo

En diciembre de 2021, la científica sinaloenses Valeria Gómez Pérez, especialista en maíces nativos, impartió un curso a productores y productoras de la comunidad rural Chirimoyos sobre técnicas de selección de semillas y mejora de rendimiento del maíz. Foto: cortesía de Valeria Gómez Pérez.

“Valeria, afortunadamente, ya nos está capacitando, haciendo biofertilizantes para ya no usar el veneno que nos venden en los comercios. También se nos capacitó en cómo escoger el maíz, las mejores plantas, para que mis futuras cosechas tengan mejor rendimiento. Ya no me voy a ir por la mazorca más grande sino me voy a ir a la milpa a elegir a la más resistente”, relata Ramona García Ramos, una productora de 36 años de la comunidad de Chirimoyos.

El maíz nativo: identidad y subsistencia

En 2016, Ramona y su familia fueron desplazados por grupos armados que amenazaron a las comunidades de la sierra de Concordia, Sinaloa, obligándolos a migrar hacia zonas seguras. Pero el sentido de identidad y pertenencia los regresó a Chirimoyos a seguir sembrando el maíz que les da de comer a ellos y a los animales que crían.

Lo que Ramona lleva en la sangre es un enorme orgullo por su tierra. Esta joven productora es líder en su comunidad y su fuerza sobresale cuando habla del campo.

“Para la gente del campo, para las mujeres, la tierra lo es todo, el campo lo es todo. El sembrar maíz lo traemos en la sangre, lo hemos aprendido de nuestros abuelos, nuestros papás. Ahora es un deber y una obligación enseñar a nuestros hijos para que las nuevas generaciones aprendan las formas de sembrar maíz como lo han hecho las generaciones pasadas, porque es muy importante conservar nuestras semillas, nuestras raíces”.

En Chirimoyos, Ramona siembra maíz negro, maíz amarillo y maíz de ocho. También forma parte de la red de mujeres productoras que busca la comercialización de productos. “Mi esposo es albañil, él sale fuera a trabajar y yo me voy al campo, me voy a la milpa con mis hijos, entonces ya el trabajo que él tendría que hacer en el campo lo hacemos yo y mis hijos y entonces ya nos ganamos un dinerito extra”.

niños en maizal

Ramona García Ramos es una productora de 36 años que siembra maíz blanco, maíz amarillo y maíz negro en la comunidad de Chirimoyos, Concordia. Sus hijos de 7 y 12 años la acompañan a la milpa mientras su esposo, de oficio albañil, sale a trabajar. Foto: cortesía de Valeria Gómez Pérez.

Mujeres que siembran y cosechan

De acuerdo al IMCO, las mujeres rurales siguen realizando actividades principalmente de apoyo y son pocas las que ocupan espacios de decisión. En un informe de 2020, el instituto señaló que un 26.2% de las mujeres rurales se dedica a actividades de apoyo; solo el 1.9% ocupa espacios directivos y de la función pública. Esta tendencia solo se pude revertir con programas que aseguren alternativas de autonomía laboral sostenibles.

Ramona asegura que el rol de las mujeres está cambiando, pues ahora es más común que estas participen en todo el ciclo agrícola. “Ese trabajo que nuestras abuelitas tenían, que iban a la milpa pero a apoyar al marido, ahora es que una sea la que desde cero empieza la tierra a tumbar, a sembrar, ver cómo esa plantita va creciendo. Es de las cosas más bonitas que nos pueden pasar”.

En el proyecto de Chirimoyos, La Petaca y Cuatantal participan mujeres de diferentes edades. Las hay de 20 años pero también de más de 70. Entre estas últimas se encuentra Juvencia García Aragón. Ella siembra maíces nativos desde que su marido falleció y se quedó con las parcelas y cuatro hijos.

Cuando hay reuniones de capacitación, la productora de 71 años se traslada, algunas veces a pie, desde el rancho Los Espinos, donde vive, hasta La Petaca. Este recorrido puede tomarle hasta dos horas.

Preservar el maíz nativo

Para las mujeres rurales de estas tres comunidades de Sinaloa, el maíz nativo es un símbolo de identidad y de pertenencia. Sin embargo, también representa la principal alternativa para la seguridad alimenticia. Con su trabajo no solo aseguran los alimentos para sus mesas. También se encargan de resguardar los granos que utilizarán en caso de emergencias climáticas como sequías o huracanes.

Para Valeria Gómez, organizar a las 58 mujeres rurales ha sido una labor que representa no solo preservar los maíces nativos de Sinaloa, sino rescatar a las personas, especialmente a las mujeres, de una situación de abandono histórico.

La joven científica prevé expandir el programa a otras comunidades y continuar capacitando a las mujeres. Valeria quiere que los productos que elaboran con los maíces nativos lleguen a un mercado que pague por su consumo.

mujer y hombre mayor sostienen maíz

La productora rural Ramona García Ramos y el productor Abraham Pérez miden el grado de dureza del grano de los maíces nativos de tipo Cascaringa, Huesito, Pinto, Serrano Amarillo, Chakira, Blando de Sonora y Elotero de Sinaloa, en la comunidad Chirimoyos del municipio de Concordia.

Lo que sigue es enseñarles técnicas de inocuidad, normas de calidad y de conservación del producto, para que vean que sí es posible. “Veo a las mujeres que tienen hambre, hambre de salir adelante”, concluye.

El reto es enorme. El porcentaje de mujeres urbanas económicamente activas en México es del 40.7% y el de mujeres rurales del 18%. En contraste, la población no económicamente activa de mujeres rurales es del 81.3% contra un 59.1% de las mujeres urbanas, señala el informe del IMCO.

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