Entre Huásabas y Granados, en 1959, un avión tripulado por Robert Nashold se estrelló y los pobladores presenciaron también el descenso en paracaídas del piloto
El 4 de agosto de 1959, una avioneta de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos se estrelló en una montaña entre Huásabas y Granados, en Sonora.
Esa mañana, el capitán Robert Nashold había salido de la Base Aérea de Langley, en Hampton, Virginia. Lo que sería un largo viaje hasta los Ángeles, atravesando el país, terminó con el piloto descendiendo en paracaídas a tierras sonorenses.
Nashold pilotaba un Lockheed T-33. Había volado en la segunda guerra mundial y a sus 35 años era instructor de vuelo para nuevos cadetes. Desde sus 19 años ya manejaba aviones de combate.
Hasta el día que conoció Sonora, nunca antes había tenido un accidente relacionado con su profesión. Cargó combustible en una base de Oklahoma y descansó un poco para continuar la ruta hacia Phoenix, Arizona.
En declaraciones para The Arizona Daily Star, el piloto norteamericano dijo que ya había transcurrido más de la mitad del camino a Phoenix, y estimaba dos horas más en las reservas de combustible cuando los instrumentos de vuelo y la brújula dejaron de funcionar. Esto lo hizo sentir perdido, según información de la época, Nashold comentó que él creía que estaba teniendo la ruta para llegar a la Base Aérea Williams en Arizona.
Mientras las cantidades de combustible del Lockheed T-33 disminuían, Nashold informaba su situación por radio, pero no tenía respuestas. Fue entonces que vio las montañas y unas luces que se distinguían apenas. Ya era oscuro y empezó a rondar entre Huásabas y Granados. Desde los 8000 pies de altura, Nashold había liberado el toldo del avión, y fue en los 5000 pies cuando saltó al cielo de Sonora. “Primero me dio una sacudida aterradora cuando el asiento me levantó y me sacó del avión…” Esto se publicó en Tucson Daily Citizen.
Dijo también que su caída fue en unos arbustos de mezquite y que seguramente los pobladores habían presenciado la caída del avión porque al momento de su caída ya lo estaban esperando en tierra.
“Entonces, ahí estaba yo, parado en medio del desierto y ellos hablaban y hablaban entre ellos como por una hora, antes de que me dirigieran la palabra. Me pusieron sobre un burro y cruzamos un río y llegamos a sus casas (Huásabas). El señor Ramón Ignacio Fimbres, fue un caballero, me alimentaron realmente bien”.
Nashold pasó alrededor de 18 horas en suelo mexicano hasta que un helicóptero lo recogió en el pueblo y lo llevó hasta Arizona donde lo esperaban su esposa y medios de comunicación. Fue atendido también por los servicios médicos para revisarlo tras el accidente.
Desde Huásabas vieron caer el paracaídas
José Pedro Elías Urquijo Durazo, narró en una columna para Proyecto Puente la versión de su padre que fue testigo de aquel suceso de 1959. Jesús Venancio Urquijo Leyva, su padre, además de atestiguar el aterrizaje de Nashold fue traductor del piloto, ya que había aprendido inglés durante el servicio militar en los Estados Unidos y había servido también en la Segunda Guerra Mundial.
Urquijo Durazo, cuenta también que su padre recibió en agradecimiento la bitácora de vuelo y un encendedor de la Fuerza Aérea.
Aquella noche de 1959 el poblador de Huásabas se encontraba leyendo cuando entre la lluvia escuchó el sonido del avión que sobrevolaba de cerca los pueblos. El señor Urquijo junto a Ignacio Fimbres y otros pobladores salieron rumbo al cerro donde vieron caer también el paracaídas. Esto se encuentra narrado en el libro Huásabas, Sonora su historia y genealogía, de los autores Francisco Leyva Fimbres en coautoría con Ricardo Durán.
Fuentes: Proyecto Puente, Tumblr