Malas palabras: En Sonora, Sinaloa y Chihuahua se dicen más

Malas palabras: En Sonora, Sinaloa y Chihuahua se dicen más 

El estudio “El mexicano y las groserías” revela que en el noroeste las personas usan un mayor número de malas palabras en su comunicación 

¿Quién define a las malas palabras como malas?, el concepto de las groserías es personal y depende totalmente del contexto social y cultural, dejando por un lado la intención con la que se dicen que también podría definirlas en positivas, negativas o neutrales. La realidad es que estas palabras forman parte de la vida cotidiana de millones de personas alrededor del mundo, solo en México se dicen cerca de 350 millones de palabras altisonantes por día, según reveló el estudio “El mexicano y las groserías”. 

En un sentido cultural y de lenguaje, muchas veces las malas palabras están cargadas de expresividad y fuerza que difícilmente las convierte en intrascendentes, pues son un conducto para reforzar la capacidad de transmisión y brindan otros matices al momento de hablar. En el noroeste se reconoce al “tono” de hablar como fuerte, acusando a las personas de parecer “estar enojadas”, entendiendo esto, no resulta sorprendente que algunos de los estados de la región sean en los que más se dicen malas palabras en el país.  

Sonora, Sinaloa y Chihuahua se encuentran entre los estados con más personas mal habladas, acompañados de Veracruz y Nuevo León. En contraparte, las personas que dicen menos malas palabras son los habitantes de Jalisco y Colima, en especial quienes rebasan los 50 años de edad.

Aunque el estudio aplicado se realizó en 2009, es un acercamiento a cómo se comunica el mexicano, en la encuesta realizada a más de mil personas se reveló que el 15 por ciento de los ciudadanos del país declara no necesitar ni una sola grosería para comunicarse con los demás. Por otra parte, en el total de la población, en promedio los mexicanos expresan 20 groserías en las conversaciones cotidianas, 17 por ciento se ubica por encima de este promedio. 

Quienes se califican a sí mismos como “poco malhablados”, declaran pronunciar un promedio de 9 malas palabras al día, los que se ubican en un aspecto medio incrementan el uso de estos términos a 31; y por su parte, quienes se califican a sí mismos como “muy malhablados” declaran pronunciar un promedio de 42 groserías diariamente. Cabe mencionar que este estudio no contempló a los niños ni adolescentes, grupos de población que suelen utilizarlas con frecuencia y contó con una muestra de 1,000 personas. 

¿Qué tan malo es decir malas palabras?

Al buscar en internet sobre las malas palabras, entre los contenidos más populares son aquellos dedicados a padres de familia con el objetivo de que aprendan a gestionar cuando sus hijos las empiezan a decirlas, ya sea en la adolescencia o infancia. “La paradoja es que el mismo acto de represión del lenguaje es lo que crea esos mismos tabúes en la siguiente generación”, afirmó Benjamin Bergen, autor de “What the F: What Swearing Reveals About Our Language, Our Brains and Ourselves” y llamó a esto “paradoja de la vulgaridad”.

“La razón por la que un niño piensa que las groserías son malas palabras es porque, conforme va creciendo, se le dice que es una mala palabra, así que las vulgaridades o groserías son una concepción social que se perpetúa a lo largo del tiempo. Es algo malo que se crea a sí mismo”, dijo Bergen, profesor de Ciencias Cognitivas de la Universidad de California en San Diego a The New York Times.

Diversos estudios han declarado que las malas palabras solo lo son por el poder que le otorga el hablante. Incluso se ha determinado que decirlas puede ser beneficioso más allá del lenguaje, por ejemplo decir groserías puede aumentar la habilidad para soportar el dolor y las condiciones de estrés. 

Según reveló una investigación a cargo de Richard Stephens, profesor de psicología de la Universidad Keele de Reino Unido, quien aplicó una investigación a un grupo de personas quienes tenían que hacer distintos experimentos como sumergir la mano en hielo o pensar en palabras altisonantes que usarían si se golpean los dedos con un martillo. Los participantes que dijeron por lo menos una grosería, lograron mantener la mano en el agua casi 50 por ciento más tiempo que los que no dijeron ninguna, además afirmaron que el dolor no se sintió tan fuerte aquellos que pronunciaron malas palabras.  

“Para aliviar el dolor, las malas palabras parecen desencadenar la respuesta natural de ‘lucha o huida’, así como un incremento de adrenalina y de los latidos del corazón. Esto lleva a una analgesia inducida por estrés; es decir, a ser más tolerante al dolor”, dijo Stephens, quien también aplicó la misma teoría a un estudio con ciclistas, dando resultado que aquellos que decían groserías tenían un mejor rendimiento sobre los que no lo hacía.   

Timothy Jay, profesor emérito de la Massachusetts College of Liberal Arts, por su parte hizo un estudio para desmentir el mito de que el uso de malas palabras eran una muestra de “pobreza de vocabulario”, mismo que dicta que quienes las usan desconoces de las palabras adecuadas para expresarse: “Si la fluidez aumenta, también lo hace la habilidad de decir malas palabras”, declararon los resultados, además en otras investigación se llegó a la conclusión de que las personas que dicen más groserías son percibidas como más honestas. 

¿Tú dices malas palabras? 

Fuente: Encuesta “El mexicano y las groserías”, El Sol de Hermosillo, El Heraldo de Chihuahua, The New York Times.  

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