A punto de comenzar la temporada de posadas, ya se aprecian las originales piñatas de siete picos en los mercados, tianguis y supermercados de México, alentando con su colorido el espíritu navideño y la esperanza de reunir a la familia en torno a una de estas
Junto con la puesta del arbolito, las decoraciones y luces navideñas, la piñata es un ingrediente indispensable para la celebración de la posada, ya que, en su forma de siete picos, tiene su origen en el proceso de evangelización de las tierras que hoy forman México.
Se trata de una adaptación de su forma original, que Marco Polo describió en sus famosos viajes a finales del siglo XIII. El mercader y explorador italiano cuenta cómo en China presenció el rompimiento de una figura de buey rellena de semillas con motivo del Año Nuevo Chino.
De esta forma, la idea de las piñatas llegó a Occidente desde Italia, de ahí pasó a España y, para principios del siglo XVI, con el proceso de Conquista y Evangelización de los pueblos indígenas, llegó a lo que sería la Nueva España.
Piñatas evangelizadoras
Como parte del proceso de evangelización, los misioneros venidos desde España sustituyeron el sistema de símbolos y creencias de los antiguos mexicanos por aquel de la doctrina católica, para ello aprovecharon algunos de sus elementos para resignificarlos, particularmente la fiesta Panquetzaliztli, en honor al dios azteca Huitzilopochtli, celebrada del 6 al 26 de diciembre.
Al cambiar el significado de dicha celebración azteca por el nacimiento de Jesucristo, se introdujo la piñata de siete picos como los siete pecados capitales según la religión católica. Otra versión del origen de las piñatas apunta a que ya se utilizaban por la cultura maya, lo cierto es que se consideró un elemento pagano, ya sea oriental o indígena, que podía resignificarse para adoctrinar a los indígenas.
La piñata original de siete picos se rompía como símbolo de la victoria del bien sobre el mal con el nacimiento de Jesucristo. Sus colores brillantes, lazos y oropeles eran las tentaciones del mundo que se invitaban a despreciar y el palo significaba la palabra del dios cristiano.
Más allá de los siete picos
La idea de vencer al mal se reforzaba con cantos durante el rompimiento de la piñata. Para el siglo XVII, su uso se había popularizado en la Nueva España, y ya se utilizaba el incentivo de los dulces como recompensa. Con el tiempo, los cantos adquirieron tonos picarescos, motivo por el cual el clero prohibió las piñatas en Nueva España de 1788 a 1796, sin conseguir desterrar la tradición.