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La magia del cine en manos de Zulema Olivas, cineasta sinaloense que transforma comunidades

La cineasta sinaloense Zulema Olivas lleva con orgullo el nombre del noro a las grandes ligas del cine. Al mismo tiempo, se convierte en un destello de esperanza en las comunidades rurales, donde comparte la magia del cine con niñas y niños 

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Foto: @zule20 / Instagram

Daniela Valenzuela / NORO 

Cuando hablamos de cine, lo primero que suele venir a la mente es Hollywood, dejando en segundo plano los proyectos nacionales que también han sido extraordinarios.

En el panorama mexicano, los nombres más conocidos suelen ser Iñárritu, Cuarón o Del Toro. Sin embargo, también existen cineastas mujeres que están marcando una diferencia desde otras latitudes.

Una de ellas es Zulema Olivas, una cineasta sinaloense que ha comenzado a transformar el panorama del cine en el noroeste de México. Su trabajo no solo eleva la calidad y visibilidad del cine independiente en la región, sino que también deja una huella profunda al acercar el séptimo arte a las infancias, especialmente en comunidades rurales y marginadas.

Zulema representa una nueva generación de creadoras que están llevando el cine del noroeste de México a nuevos escenarios, rompiendo barreras y generando un impacto real tanto en la industria como en la vida de niñas y niños que, por primera vez, descubren la magia detrás de una película en pantalla grande.

Zulema Olivas y su inicio en el séptimo arte 

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Foto: @zule20 / Instagram

En un país donde el cine suele centralizarse en los grandes nombres y las ciudades capitales, Zulema Olivas ha decidido contar historias desde otro lugar: el norte de México, el campo, la cotidianidad, y sobre todo, las infancias. Su camino al séptimo arte no fue el típico, pero sí profundamente comprometido con su origen y su visión.

Su vínculo con el cine mexicano surgió de forma inesperada. Mientras coordinaba un proyecto cultural que llevaba funciones de cine a comunidades rurales en Culiacán, coincidió con el rodaje de una película en Navolato. Ahí conoció al director Michael Rowe, quien, tras ver su compromiso, le ofreció una beca para estudiar cine en Ciudad de México. Aquella propuesta lo cambió todo.

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Foto: Cortesía

“Tenía que tomar una decisión y, pues, decidí irme a Ciudad de México. En realidad, me apoyaron muchísimo desde el Instituto de Cultura en Culiacán y me dijeron: ‘adelante, vete y aprende todo lo que puedas’”, declaró para NORO. 

En enero de 2020 llegó a la capital del país y tocó la puerta que le habían abierto.Hola, tú me dijiste que me ibas a becar en tu escuela, le dijo al director. Él, entre risas, cumplió su palabra.

Estudió guionismo, dirección, documental y creación de series con figuras como Amat Escalante y Luciana Caplan. La pandemia la mantuvo enfocada en el aprendizaje. “Lo único que hacía era estudiar, estar leyendo. Así fue como di el gran salto: tomando decisiones, dejando unas cosas para arriesgarme a otras”, recordó. 

La cineasta que acerca el cine a las infancias 

Aunque comenzó su carrera en la literatura, fue en el cine donde encontró una manera poderosa de conectar con las infancias. Su proyecto surgió casi como un experimento con celulares, una lona blanca y muchas ganas de compartir. Presentó su idea al Instituto Municipal de Cultura de Culiacán, que le otorgó el apoyo inicial. Así nació un taller de cine comunitario que, con el tiempo, ha recorrido varias regiones del país.

«El proyecto inició como cine de guerrilla, porque el cine de guerrilla es un cine de bajo presupuesto», cuenta. 

En esos primeros talleres de cine para niños, les enseñaba cómo hacer cortos usando únicamente sus celulares. Ella ponía todo: el equipo, los celulares, la computadora. Pero pronto se dio cuenta de que había algo más profundo ocurriendo: los niños estaban no solo interesados, sino completamente entregados. Incluso sus familias comenzaron a involucrarse, curiosas por entender qué era lo que capturaba tanto su atención.

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Foto: Cortesía

Fue entonces cuando decidió que esos esfuerzos merecían una pantalla. No una sala profesional, sino lo que estuviera al alcance: una lona, un proyector, unas bocinas. Y así, nació la idea de proyectar los cortos en los parques. 

Hoy, ese proyecto ha crecido y ha viajado por distintas comunidades: desde la Sierra del Sur de Durango, pasando por Chiapas, Zacatecas, Mazatlán y Guasave. Ahora lleva el nombre de Festivalito de Cine La Pilindrina, y está equipado con tecnología más robusta, como pantallas inflables, estabilizadores y herramientas para hacer animación infantil.

«A mí me sorprende muchísimo que las infancias de Culiacán tienen muchísimo talento, ¿sabes? O sea, realmente son niños bien creativos, yo siempre estoy aprendiendo de ellos», dice con entusiasmo. 

En sus talleres, no se trata solo de enseñar técnicas cinematográficas, sino de abrir espacios seguros para que los niños puedan contar las historias que llevan dentro. Muchas de esas historias están marcadas por la violencia, pero ella no busca censurarlas, sino transformar la forma en que se narran. 

“Si van a contar una historia muy violenta, pues digo, bueno, podemos usar stop motion, o podemos usar animación”, explica. Para ella, lo importante es que los niños se sientan libres y acompañados al crear.

Hoy, su deseo es que esos mismos niños puedan verse en la pantalla grande. “Yo decía, pues a mí los niños tienen que ir a ver su material en un cine”, asegura.

Su camino ha estado lleno de retos, pero también de aprendizajes, y tiene muy claro de dónde viene y por qué vuelve a su estado. 

Zulema: hacer cine, ser mujer y soñar en colectivo

Hacer cine siendo mujer no ha sido fácil para Zulema. Aunque ha demostrado su talento una y otra vez, todavía se enfrenta a comentarios que ponen en duda su capacidad solo por su género. 

Uno de los momentos que más la marcaron ocurrió cuando fue contratada para trabajar en un cortometraje. Al llegar, alguien del equipo soltó sin filtro: “ay, pero es mujer”. 

A Zulema le dolió, pero no se quedó callada. Le dijo de frente a la persona que la había contratado: “yo la verdad no tengo por qué estarle demostrando a la gente que hice mi trabajo”, declaró para NORO.

Ese tipo de situaciones no son nuevas. La industria del cine, como muchas otras, sigue estando dominada por hombres, y Zulema ha encontrado su forma de resistir: trabajar con mujeres. Sus equipos, talleres y residencias están conformados casi exclusivamente por mujeres, desde las directoras hasta las asesoras. Para ella, no se trata de excluir, sino de abrir espacios que históricamente han sido negados. 

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Foto: @zule20 / Instagram

“¿Por qué no llevas a directores?”, me han preguntado. Y yo pienso: ¿por qué sí? Ya conocemos esa mirada. Mejor ver qué pasa desde otra perspectiva”, dice con claridad.

El hecho de producir sus propios proyectos también nace de ahí: de no esperar a que alguien más le dé permiso o le valide. De crear lo que le importa con las personas que elige. Para Zulema, producir se ha convertido en una forma de autonomía.

Y en medio de esa lucha, también hay sueños. Sueños que no buscan estrellato, sino comunidad. Uno de ellos es crear una escuela de cine para niñas y niños. Pero no una escuela tradicional, con horarios rígidos y evaluaciones, sino un espacio libre, creativo, donde puedan jugar con la cámara, contar historias y experimentar con lo audiovisual. Ese anhelo nació al ver lo que provocaban sus talleres en las infancias. 

En lo profesional, Zulema prefiere no obsesionarse con metas inalcanzables. Ha aprendido que las cosas llegan cuando tienen que llegar. “Trato de no pensar a dónde voy a llegar con mi carrera, porque creo que eso se va construyendo en el camino”, confiesa. 

Así fue como terminó en lugares que jamás imaginó, como Hot Docs International Film Festiva en Toronto o en DocsMX en Ciudad de México. Ella sigue el camino que le va abriendo el cine, mientras hace lo que ama: contar historias y acompañar a otras personas a contar las suyas.

Hoy, Zulema mencionó que se encuentra trabajando ya en un nuevo filme y que a este se acaba de integrar la cineasta sonorense Victoria Arellano, con la que planea hacer una buena mancuerna, al ser mujeres y ambas venir del noro. 

Zulema Olivas no solo está dejando huella en los festivales de cine: está sembrando semillas de inspiración en cada comunidad que visita. Y lo hace desde el noroeste de México, con una cámara en mano y la firme convicción de que el cine también crece en tierra caliente.

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