En el norte de Sinaloa, Melina Maldonado ha tejido una red de resistencia y conciencia ambiental desde su comunidad en Ahome. Mujer indígena, pescadora, sembradora y promotora del trabajo colectivo, ha dedicado los últimos años a empoderar a otras mujeres.
Grecia Bojórquez/ NORO
Melina Maldonado Sandoval nació y creció en la comunidad indígena de Lázaro Cárdenas, en Ahome, Sinaloa. Su vida ha estado marcada por el mar, la siembra y la organización comunitaria. Desde hace años, combina el oficio de pescadora con una labor incansable por fortalecer el papel de las mujeres indígenas en su territorio.

Lejos de los reflectores y de las grandes ciudades, Melina ha construido una forma de activismo arraigada a su realidad cotidiana. Su trabajo no ocurre en oficinas ni desde escritorios: lo hace entre redes de pesca, parcelas de cultivo, reuniones comunitarias y talleres donde mujeres aprenden a transformar basura en artesanía o tierra en alimento. La vida de Melina Maldonado es ejemplo de cómo las luchas más profundas no siempre necesitan pancartas, sino constancia, conciencia y comunidad.
Melina Maldonado y su liderazgo desde lo colectivo
Uno de los espacios donde Melina ha forjado su liderazgo es la Coordinadora de Acción Comunitaria (CAC) Cuyahania. Desde esa posición, ha trabajado para integrar a mujeres en actividades que históricamente se consideraban exclusivas de los hombres: cultivo, elaboración de biopreparados, manejo de viveros y toma de decisiones grupales.

Para Melina Maldonado coordinar un equipo mixto de hombres y mujeres, romper con prácticas patriarcales arraigadas y generar un ambiente de respeto ha implicado retos personales. Pero Melina ha insistido en la necesidad de formar liderazgos femeninos, incluso en espacios rurales donde el machismo sigue presente. Para ella, la siembra no solo es una herramienta productiva, sino una vía para revalorizar el conocimiento indígena y abrir puertas a otras mujeres de su comunidad.
Gracias a este proceso, muchas participantes han fortalecido su autonomía económica y han retomado caminos que antes parecían inalcanzables, como la educación o la participación en la vida pública. Melina no impone ideas, sino que acompaña procesos, y esa forma de liderar ha tenido un impacto duradero en las mujeres que la rodean.
Defensa del territorio como acto de vida
Además de su labor como sembradora y coordinadora, Melina ha sido una voz clave en la protección de la bahía de Ohuira, una zona costera del norte de Sinaloa que se ha visto amenazada por megaproyectos industriales. En este ecosistema rico en biodiversidad, Melina y otras mujeres han impulsado jornadas de limpieza, talleres de reciclaje y actividades de educación ambiental que involucran desde niñas y niños hasta adultos mayores.

Para ella, defender el territorio no es un discurso, es una necesidad vital. La bahía no solo es su fuente de alimento y trabajo, también es hogar de especies marinas en peligro, como la tortuga carey. Desde hace casi dos décadas, su familia ha colaborado con programas de monitoreo y rescate de estas tortugas, generando datos valiosos para su conservación.

La relación que Melina tiene con el medio ambiente está atravesada por una mirada integral. No se trata de proteger la naturaleza en abstracto, sino de cuidarla porque es parte de la vida diaria de su comunidad. Su trabajo en Ohuira ha sido reconocido por organizaciones que ven en estas iniciativas un modelo de resistencia comunitaria, donde mujeres indígenas encabezan la defensa del territorio con acciones concretas y sostenidas.
Educación desde la raíz
Una parte fundamental del trabajo de Melina es la educación, y no precisamente en aulas formales, sino desde el ejemplo y la acción. En las playas, enseña a niños y niñas a reconocer qué residuos pueden reciclarse. En los talleres, muestra cómo la basura puede convertirse en una fuente de ingreso.
En las parcelas, comparte técnicas de cultivo que rescatan saberes tradicionales. Y en las reuniones comunitarias, promueve que las mujeres se reconozcan como sujetas capaces de liderar y tomar decisiones.

Melina no se asume como la única voz, por el contrario, apuesta a construir redes, acompañar procesos y abrir espacios para que más mujeres se animen a participar. Su trabajo ha sembrado frutos visibles: mujeres que ahora se expresan con mayor seguridad, que generan ingresos propios y que se involucran en la toma de decisiones sobre el futuro de su comunidad.
El activismo de Melina no se construye con discursos ni planes externos, sino desde la tierra, el mar y las relaciones humanas. No lo hace desde la intención de ser reconocida, sino desde la convicción de que el cambio comienza en lo que se hace todos los días.
Con información de La Jornada, Meganoticias y Radio UABC.