En esta primera parte de la entrega especial para NORO, la periodista Norma Sánchez relata la historia de Clarisa Agustín Felipe, una joven originaria de Oaxaca que cruzó el país hacia Sinaloa para estudiar la universidad. El transcurrir de Clarisa muestra los prejuicios y la dificultad que tiene para las mujeres cumplir sus sueños profesionales, sobre todo cuando son indígenas. Pero también evidencia su coraje. En la próxima entrega la protagonista será Graciela Chaparro Barro.
La Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM) inició en el año 2000 acogiendo a numerosos jóvenes procedentes de la comunidad lingüística yolem’me, tanto de Sinaloa como de Sonora, incluyendo a yolem’me-mayo y yolem’me-jia’äki (yaqui). Hoy, uno de sus cuatro centros académicos, la Unidad Mochicahui, cuenta con la presencia de 29 expresiones étnicas.
Las historias de las mujeres indígenas que estudian en la UAIM demuestran la valentía y el coraje que distingue a un género que sigue luchando por ocupar un lugar en las universidades del país, hoy reconocidas como interculturales, y que cada día reciben a más hablantes de lenguas indígenas, sin asegurar aún el derecho a la educación que merecen.
Clarisa Agustín Felipe y Graciela Chaparro Barro egresaron de la UAIM. Esta institución se ha propuesto impulsar la formación integral de profesionales comprometidos con el desarrollo sustentable de las comunidades; igualmente, orientar la investigación a la solución de problemas sociales para la construcción de una sociedad justa, solidaria, libre y humana.
“Las universidades interculturales surgen con un doble encargo: por un lado, tienen como encomienda ampliar la cobertura de la educación superior pública hacia las regiones rurales y campesinas; por otro lado, se justifican por ofrecer carreras no convencionales y no urbanas céntricas, sino que tengan una pertinencia cultural y lingüística en las regiones a las que atienden”, señala en su tesis doctoral Dolores Imelda Romero Acosta, académica de la UAIM. [1]
«Nadie tiene derecho a limitar nuestros sueños«
Clarisa Agustín Felipe nació el 3 de enero de 1993, en la comunidad de San Isidro Platanillo, municipio de Santo Domingo Petapa, Oaxaca. Hablante de la lengua mixe, dejó su lugar de origen a los 18 años para hacer realidad su sueño: estudiar Psicología Social Comunitaria en la UAIM.
Al salir de la preparatoria, viajó en cuatro camiones rumbo al municipio de El Fuerte, Sinaloa, llevando a cuestas un cúmulo de miedos. Era la primera vez que salía sola de su pueblo, decidida a dejar atrás el racismo y la discriminación que se tradujeron en frases que hirieron su orgullo: «No tiene derecho», «Quedará embarazada», «No logrará terminar la carrera», «Volverá a casa», «Será una vergüenza para su familia».
“Escuchaba todo eso y me hería porque sentía que se estaban adelantando a un futuro que ni yo misma sabía. ¿Cómo se atrevían? Era un compromiso moral el que yo traía, la confianza que habían depositado mis padres y hermanos en mí, pero también era tener cuidado de no fallar, los ojos estaban sobre nosotras”, relata Clarisa.
Su hermana Marina ya había migrado a Sinaloa para estudiar en la UAIM. Fue ella la que le dio fuerza y le mostró el camino. Conocieron sobre la institución educativa a través de un que tío les llamó para decirles que “en Sinaloa, en Mochicahui, había una universidad que recibía a estudiantes provenientes de comunidades indígenas con el deseo de superarse y tener una educación de calidad”.
“Mi comunidad es rural y carece de servicios. Lo que sí tiene en este momento es luz, algunas casas, pero otros servicios, como el de pavimentación, son muy escasos. Estos han sido proyectos por candidaturas o cuando se han ganado algunas campañas”.
La agricultura es la principal actividad económica en San Isidro Platanillo
La población de San Isidro Platanillo es de 980 personas, 492 mujeres y 488 hombres [2]. Ahí, la gente vive del autoconsumo, de la agricultura. No hay fuente de empleo más allá de la siembra de temporada, de maíz, frijol, calabaza, cacahuate y café. La mayoría de las personas se sostiene del programa Sembrando Vida, del gobierno federal.
Clarisa migró de una comunidad indígena a otra, un pueblo prehispánico. Mochicahui -que en lengua yoreme significa «cerro de la tortuga”- fue la capital de los indios zuaques hace unos 400 años, antes de que una misión jesuita lograra evangelizar a la comunidad rebelde que se asentó cerca del río Fuerte. Mochicahui es hasta hoy uno de los principales centros ceremoniales indígenas del país. Según el censo 2020 del INEGI, su población es de 6055 habitantes, de los cuales 3107 son mujeres.
La académica Dolores Imelda Romero Acosta, coordinadora del Programa Educativo de la licenciatura en Sociología Rural de la UAIM, señala que la precariedad económica es el principal obstáculo que las mujeres indígenas enfrentan al llegar a Sinaloa a estudiar.
“La institución no cobra esas fichas, cuotas de inscripción, reinscripción. Aun así hay una limitante. A pesar de que el gobierno federal apoya con la beca Jóvenes Escribiendo el Futuro, en muchos casos no es suficiente porque los muchachos tienen sus gastos. A pesar de que tienen beca de comedor y de hospedaje, sabemos que tienen otras necesidades”.
Según el Presupuesto de Egresos 2021, el Congreso de Sinaloa autorizó a la UAIM 101 899 660 pesos para el ejercicio fiscal en curso. De ese monto, 5 millones son para operar albergues y el comedor escolar de la universidad, y 5 200 000 pesos para ofrecer becas de colegiatura en beneficio de mil mujeres, como parte del eje Presupuesto para Mujeres y la Igualdad de Género.
Además, para este año 2021 se autorizaron 480 mil pesos para becas del 100% de inscripción y colegiatura, y 175 mil pesos para la implementación del Programa de Reducción de Índice de Deserción Escolar, en beneficio de 800 y 350 mujeres, respectivamente.
Para lograr su licenciatura, Clarisa buscó un trabajo y lo que encontró fue una oportunidad limpiando casas. “En su momento cuidé mucho mi promedio, traté de ser una alumna sobresaliente a pesar de que a mí me costaba el doble. Empecé a pedir oportunidad de trabajar en casas haciendo limpieza y ganarme, aunque sea, 200 pesos el fin de semana para mis gastos de papelería o lo que se me antojara”.
Aunque hubo un punto en el que pensó desistir y retornar a su pueblo, recordó que su anhelo estaba en la UAIM.
“No hay sueño más pequeño que el que una se limite, y todo lo que una se propone lo puede lograr. Vamos a enfrentar muchos obstáculos, pero lo importante es no darse por vencida a la primera, y si nos caemos hay que levantarnos”.
Clarisa tiene 28 años y actualmente se desempeña como coordinadora de licenciatura en Psicología Social Comunitaria y encargada del Centro de Estudios de Género de la UAIM. Tiene un diplomado en Vinculación Comunitaria y Profesionalización con Perspectiva de Género y es miembro de una red de psicología comunitaria. Es maestrante en Educación para la Diversidad Cultural.
“Si alguien te dice que no se puede, reta a esa persona y a ti misma y demuestra que sí es posible. Nadie tiene derecho a limitar nuestros sueños. Y mis logros se los dedico a mis padres Roberto Agustín Reyes y Guadalupe Felipe Epitacio”.
Visita NORO.MX para que conozcas la segunda parte de la historia sobre mujeres indígenas que abandonaron su estado natal para estudiar en Sinaloa. La siguiente protagonista será la chihuahuense Graciela Chaparro Barro, del grupo indígena tepehuano del norte. Para leer otra historia de Norma Sánchez, entrar aquí y acá.
[1] Cita tomada de la tesis doctoral La mujer indígena en la educación superior intercultural: las estudiantes de la Universidad Autónoma Indígena de México (2017-2020), de la académica de la UAIM, Dolores Imelda Romero Acosta, página 33.
[2] Censo de Población y Vivienda, INEGI 2020.