Lo que comenzó como un sueño adolescente, años más tarde se transformó en una profesión. Hoy, la bióloga Valeria Cañedo intercambia conocimiento con comunidades rurales, impulsando el desarrollo sostenible en una economía circular


Daniela Valenzuela / NORO
Desde muy pequeña, Valeria ha sido una entusiasta de la vida silvestre: fascinada por los animales, los insectos y todo lo que habita en la naturaleza. Por eso, cuando decidió estudiar la Licenciatura en Biología en la Universidad de Sonora, dio un paso firme hacia un mundo que, aunque no dominaba del todo, ya sentía como propio.
Hoy, Valeria Cañedo se ha convertido en una figura transformadora en su campo. Como bióloga de conservación, ha logrado tender puentes entre el conocimiento ancestral y la ciencia, acercándose a comunidades rurales para compartir saberes y fomentar prácticas sustentables.
Su enfoque ha sido clave para impulsar una economía circular en estos entornos, demostrando que el conocimiento compartido puede ser motor de cambio.
Su inicio en la biología y su fascinación por lo insectos



La bióloga de conservación y directora de la organización Polinizador Social para la Conservación y Empoderamiento Rural tuvo sus objetivos muy claros desde el inicio: ser una bióloga dedicada a la conservación de las especies, con 10 años de trayectoria.
Su entusiasmo por la biología inició en secundaria, trascendió a preparatoria y, de ahí, la llevó a estudiarla en la universidad. Fue ahí donde descubrió que eran los insectos quienes realmente llamaban su atención, especialmente las mariposas.
“Fueron proyectos escolares de los primeros semestres de la carrera donde descubrí que tenía cierta afinación por los insectos y era algo mutuo, en el cual yo decía, mira voy a agarrar esta mariposa y la mariposa no se iba… yo pensé que iba a terminar siempre con animales y ahora actualmente trabajo con las plantas en beneficio de los animales”, declaró para NORO.

En su afición por los insectos, se propuso demostrar la importante labor que estos desempeñan en la cadena alimenticia, ya que pertenecemos a una cadena trófica en la que estamos cerca del último escalón, pero dependemos de muchos otros para seguir sobreviviendo en el mundo.
“Los insectos son más beneficiosos… nosotros no lo vemos, pero en realidad cada fruta que comemos, cada verdura que comemos viene del campo y viene por un polinizador que hizo ese trabajo, específicamente los productos orgánicos, entre otras cosas”, explicó Valeria.
Con una década de experiencia, la bióloga ha adquirido un sinfín de conocimientos en el campo, siendo el principal el de adentrarse a las comunidades rurales para establecer un puente entre el conocimiento ancestral y el conocimiento científico, generando así un intercambio de saberes que se transforma en soluciones viables para resolver problemas reales.


“Tenemos que involucrar a las comunidades que están siendo beneficiadas o afectadas por este problema con la intención de hacerlo funcionar, de hacer algo que sea de verdad, que tenga un impacto… Creamos este impacto a partir de hacer todas estas conexiones y poder tener resultados mejores y crear ese sentido de pertenencia de las comunidades en la conservación”, comentó.
Una de sus misiones es incorporar desde temprana edad a los niños de estas comunidades —o incluso a los adultos—, para que aprendan a valorar la conservación y comprendan su importancia desde una edad temprana.
La ciencia vinculada a temas sociales como el manejo de residuos y la economía circular


La bióloga tiene alrededor de 7 años trabajando en la protección de los agaves nectarívoros, sobre todo la especie migratoria del murciélago magueyero menor, quienes son sus principales polinizadores.
Valeria inició trabajando en la reforestación comunitaria para la conservación del agave en ranchos, y desde ahí comenzó la inclusión de las principales comunidades rurales.
“Notamos el desperdicio que se generaba en las producciones, estamos hablando de cerca de un 70% en la producción del bacanora es descartado, lo que vienen siendo las hojas y el bagazo… nos dimos cuenta que era bastante lo que no se estaba aprovechando, lo que se estaba descartando y posteriormente contaminando el ambiente por su lenta descomposición, de ahí surgió esta idea de trabajarlo”, declaró para NORO.
A la par, se dieron cuenta de que ya existía un grupo muy dispuesto a trabajar en torno a las tradiciones, y fue ahí cuando surgió la conexión. De esta manera inició el proceso de la economía circular, que consiste en intercambiar conocimientos y retribuir ingresos a las comunidades rurales, utilizando el desperdicio de una industria tan significativa de Sonora como es el bacanora.

Aunque la idea de utilizar los desechos del bacanora fue implantada hace algunos años por la actual directora del Consejo Regulador del Bacanora, Vianey del Río Guerra.
“A partir de eso participamos en una convocatoria para ejidos del norte de México, donde afortunadamente fuimos ganadores de esta convocatoria para apoyar este programa, y a partir de ahí diseñamos una máquina extractora de fibra de agave, empezamos a trabajar con el bagazo, que es el residuo de la producción”, recordó.
Al ser Sonora una región donde el bacanora es la bebida principal del estado —con denominación de origen en 35 municipios—, estos avances han permitido acercarse a productores y demostrar que el bagazo que deja la producción de esta bebida puede tener un segundo propósito, beneficiando a muchas personas, especialmente a las mujeres en comunidades rurales.





“El proyecto en el 2021, gracias a un proyecto de Biophilia Foundation, una organización internacional de conservación, con esta intención de crear este proyecto piloto de demostración para otras comunidades, con esto llevamos cuatro años hasta el día de hoy, y la idea es seguir expandiendo en otras comunidades”, declaró.
Con este enfoque de integrar a las mujeres rurales en esta industria, nace Polinizador Social para la Conservación y Empoderamiento Rural, un proyecto donde Valeria es presidenta y comparte labores con la bióloga en recursos naturales silvestres y vicepresidenta del proyecto, Leonela Báez. Uno de los principales objetivos de este proyecto es construir una economía circular y tender un puente entre la sabiduría ancestral y la ciencia.
En Polinizador Social, han aprendido a darle una segunda vida a los desechos del agave en la producción del bacanora, y el verdadero valor del proyecto parte del empoderamiento rural y la inclusión comunitaria.
Un reconocimiento que la impulsó a seguir y sus propósitos a largo plazo


En 2023, la bióloga fue contactada por el Instituto Sonorense de la Mujer como una de las 40 mujeres seleccionadas por visibilizar el poder de la mujer en el estado.
“Me gusta mucho esa parte de poder ser ese ejemplo para otras personas que les interesa esta área y que saben que sí se puede sobresalir”, declaró para NORO.
Valeria atesora los conocimientos transmitidos por las mujeres de comunidades rurales, que, en sus palabras, es un saber que muchas veces no viene en los libros de ciencias.
A futuro, la bióloga tiene muchos planes, específicamente relacionados con el tema de los residuos del bacanora. Espera tener la capacidad de llegar a los municipios del estado, especialmente a los 35 que cuentan con denominación de origen, para capacitar y transmitir el valor no solo del bacanora, sino también de sus residuos.

Además, desea que existan centros de acopio y manejo de residuos, mediante los cuales las comunidades puedan beneficiarse y crear un modelo replicable de negocios independientes en cada región, que perdure de generación en generación.
“Crear esta imagen en las comunidades, de la utilización de los residuos para beneficios propios”, aspira Valeria.
En cuanto a la conservación de los murciélagos y los agaves, Valeria espera que una parte de los magueyes destinados a la producción se reserve como alimento para el murciélago mayor o menor durante su migración por el estado, y que también se destine a la producción de semillas para mejorar la diversidad genética en los campos de agave para bacanora, tema en el que ya se trabaja mediante una norma oficial del Bacanora que lo incluya.