Mujeres del Desierto y Mar, un grupo de 12 mujeres, han encontrado en la pesca una forma de transformar su realidad. Para ellas la jaiba no solo es parte del paisaje costero, sino una herramienta para el cambio social.
Grecia Bojórquez/ NORO
Un grupo de mujeres decidió que su lugar está en el corazón de la transformación comunitaria. Son las Mujeres del Desierto y Mar, una cooperativa del ejido Rodolfo Campodónico, en Caborca, Sonora, integrada por 12 trabajadoras que han hecho de la jaiba no solo un sustento, sino una herramienta de empoderamiento.

Desde 2023, estas mujeres trabajan como desmenuzadoras del crustáceo que se captura en la Bahía San Jorge, con el objetivo de establecer una microindustria que agregue valor a un producto comúnmente exportado sin procesar.
¿Cómo inició el proyecto de Mujeres del Desierto y Mar en Caborca?
Lo que comenzó como una actividad auxiliar dentro de las cadenas pesqueras locales se ha convertido en una apuesta por la autonomía económica, la colaboración comunitaria y la visibilidad del trabajo femenino en un entorno tradicionalmente dominado por hombres.

Su proyecto comenzó como una idea piloto, la de desmenuzar carne de jaiba para venderla en presentaciones atractivas al mercado local. Hoy, tras casi un año de trabajo, han logrado construir desde los cimientos su propia planta procesadora, inaugurada en abril de este 2025, desde donde ya producen carne cocida, tenazas y bracitos de jaiba, todo empacado al vacío y listo para distribución.

Esta iniciativa no sólo da valor agregado a la pesca tradicional, también representa una alternativa de autonomía económica en una región donde las oportunidades laborales para las mujeres han sido limitadas por décadas.
Un mar de apoyo comunitario e institucional
En este camino de autonomía, la organización ha contado con el respaldo de CEDO Intercultural, que desde los primeros meses brindó capacitación en temas como comercialización, buenas prácticas pesqueras y conservación ambiental.

Además, las pescadoras han trabajado en coordinación con la Sociedad Cooperativa Bahía San Jorge, que opera bajo esquemas de pesca sostenible y cuenta con certificaciones que garantizan la calidad de los productos que ahora ellas procesan.
Otro factor importante para Mujeres del Desierto y Mar ha sido el apoyo de empresas que ayudaron a impulsar durante dos años la inversión necesaria para equipar la planta: mesas de trabajo, sistemas de refrigeración, remodelación del espacio y talleres de formación. Esta conjunción de esfuerzos permitió que la planta opere ya como un modelo de producción que une sostenibilidad, género y desarrollo comunitario.
Más que jaiba: empoderamiento femenino en tierra árida
Lo que podría verse como una microempresa pesquera tiene una carga simbólica y práctica mucho mayor. Para muchas de estas mujeres, este proyecto ha significado un cambio radical en sus vidas.
No sólo han aprendido nuevas habilidades, también han ganado confianza, independencia y un rol más activo dentro de sus comunidades. La intención ahora es conformarse como una cooperativa que permita a más mujeres del ejido sumarse a la iniciativa.

Al final, la historia de Mujeres del Desierto y Mar no sólo es inspiradora, también podría ser replicable en otras regiones pesqueras del noroeste de México. La clave ha sido la combinación de saberes tradicionales con formación técnica, el respeto a los ciclos naturales del mar y la alianza con actores comprometidos con el desarrollo local.
Los productos de esta planta ya tienen buena aceptación entre los consumidores locales, y el plan a mediano plazo es llegar a mercados regionales y nacionales. La apuesta no es sólo económica: es cultural y social.
Cada empaque de jaiba que sale de esta planta lleva consigo una historia de resiliencia, de comunidad y de mujeres que decidieron no esperar a que las cosas cambiaran, sino construir el cambio con sus propias manos.