Los habitantes de El Manglito tomaron cartas en el asunto cuando notaron la disminución inusual de un molusco que solo se da en territorio mexicano, una acción que rindió frutos.
El Manglito es una comunidad costera que se ubica en La Paz, en Baja California Sur, la cual se convertido en ejemplo de cómo la acción comunitaria puede llevar a salvar una especie en peligro de extinción.
A principios de la década del 2000, la pesca en El Manglito empezó a descontrolarse por el crecimiento de la zona de La Paz, incluso empezaron a pescar personas que no contaban con los permisos necesarios para hacerlo, y la ausencia en la gestión pesquera llevó a la sobreexplotación de la zona debido a su gran población de callo de hacha.
Aunado a la sobre explotación de la pesca, el crecimiento de la ciudad provocó que la contaminación empezara a hacerse presente en puntos de gran importancia natural, como lo es El Manglito, y esto afectó gravemente el ecosistema marino, reduciendo sus capturas y llevando a la población de callo de hacha a un punto crítico.
Alejandro Robles, presidente de Noroeste Sustentable (NOS), una organización de la sociedad civil que apoya y forma a la población local para restaurar la zona, recuerda que: “En el 2000, El Manglito era un lugar olvidado. Literalmente se había convertido en el escusado de La Paz”.
Debido a la situación, un grupo de pescadores locales decidió tomar medidas, y en 2011, Guillermo y Hubert Méndez, dos hermanos pesadores, junto con otros miembros de la comunidad, se embarcaron en un proyecto de restauración del callo de hacha, pues entendieron la importancia de preservar la costa y sus recursos para generaciones futuras.
El proyecto de restauración del callo de hacha en El Manglito se inspiró en casos de éxito similares, como la restauración de la bahía de Chesapeake en la costa este de Estados Unidos. Chesapeake había sido la mayor pesquería de ostras del mundo, pero la contaminación del agua y la sobrepesca provocaron su colapso en el siglo XX.
Para restaurar el ecosistema, autoridades gubernamentales, ONGs y miembros de la comunidad se unieron para mejorar el tratamiento de las aguas residuales, eliminar sedimentos y contaminantes tóxicos, entre otras acciones. Con el tiempo, el estuario se ha estado recuperando gradualmente.
Sin embargo, en el caso de El Manglito, la restauración se centró en la comunidad local debido a las dificultades políticas en el gobierno local, que hicieron difícil construir relaciones de apoyo. Uno de los mayores desafíos era detener toda la pesca durante el período de restauración, ya que los pescadores no tenían muchas fuentes de ingresos alternativas.
Para incentivar la participación de los pescadores, se implementó un sistema de compensación económica por su contribución al cultivo del callo de hacha. Los pescadores podían obtener una ayuda económica de entre mil 500 y mil 800 pesos (85 y 103 dólares) a la semana, lo que era considerablemente menos que lo que podían ganar con la pesca ilegal.
Claudia Reyes, una de las mujeres de la comunidad, comentó: “Nos costó trabajo entender que toda la vida habíamos vivido de la pesca ilegal y teníamos que dejarla”. La transición de la pesca ilegal a la pesca sostenible no fue fácil, pero con el tiempo, la comunidad comenzó a ver los beneficios de su compromiso con la restauración.
Luego de la implementación de un plan de cuidado y restauración en el Manglito, en el estero El Conchalito se empezaron a presentarse robos y la pesca ilegal volvió a ser un tema de preocupación para los pobladores, razón por la que 14 mujeres hicieron el grupo Guardianas del Estero El Conchalito para hacer frente al robo de callo de hacha.
Conformando grupos de guardias, las mujeres protegían el manglar, sin embargo, los ladrones del callo de hacha, al ver que se trataba de un grupo de mujeres, las enfrentaba con agresiones con el fin de robarse algunas piezas.
Lo que solía ser un lugar sucio y olvidado, se convirtió en un ambiente natural como tiene que ser. Esto ha sido posible gracias a su iniciativa de llevar a cabo campañas de limpieza entre ellas mismas, en colaboración con los vecinos de la zona y con el apoyo activo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP).
El proceso de cultivo del callo de hacha implicó criar larvas de callos en canastas agrícolas y sembrarlas en el lecho marino a una profundidad de 1.5 metros. Después, se cubrían con arena y los callos se alimentaban de plancton y otros microorganismos. La época de cosecha era entre agosto y finales de septiembre, cuando el agua del mar estaba más fría.
El proyecto de restauración fue un éxito. Después de cuatro años de cultivo, la población de callos de hacha en El Manglito comenzó a recuperarse. El esfuerzo de la comunidad rindió frutos, y pronto se convirtió en un modelo de conservación y desarrollo sostenible.
La restauración del callo de hacha no solo ayudó a proteger una especie en peligro de extinción, sino que también mejoró la calidad del agua y el entorno marino en la zona, beneficiando a toda la comunidad y a su economía.
El Manglito es un ejemplo de cómo una comunidad puede unirse para salvar una especie en peligro y preservar su forma de vida. La restauración del callo de hacha no solo revitalizó la población de la especie, sino que también cambió la mentalidad de los pescadores, quienes pasaron de practicar la pesca ilegal a convertirse en defensores de la sostenibilidad marina.
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Fuentes: Diálogo Chino, Mongabay
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