Celda 27: una de las leyendas más populares de Durango

La temida celda 27 se convirtió en una de las leyendas más importantes de Durango.

En Durango, a finales del siglo XIX, existía una antigua prisión que se ubicaba en lo que hoy es el centro de la capital del estado. La cárcel era conocida y temida pues había una mazmorra de la muerte, la celda 27. La celda guardaba un temible misterio, pues cada preso que eran condenado a ese lugar, no sobrevivía ni una sola noche, apareciendo a la mañana siguiente muerto. El calabozo que a simple vista era similar a los otros, parecía estar maldito. 

Antigua Penitenciaría de Durango 1932 / Crédito: Facebook

Llegó un tiempo en que las historias que se daban alrededor de la celda 27 preocuparon a los carceleros, presos y hasta las autoridades. Se decía que la prisión estaba poseída por una entidad maligna que le robaba el alma a quienes cruzaban las rejas. Pero también, los rumores de los duranguenses explicaban los fenómenos de forma realista alegando que la cárcel estaba envenenada para matar a los presos y otros creyentes, le echaban la culpa al diablo. Al final, no había explicación certera de la coincidencia de muertes. 

Se cuenta que los carceleros aprovechaban el terror que ocasionaba la celda 27 para asustar a los presos, y también que terminó siendo la prisión de aquellos que habían cometido los crímenes más temibles. Cruzar las rejas de esta celda era una sentencia de muerte. Sin embargo, los sucesos dieron un giro cuando los directores de la cárcel ofrecieron la libertad al preso que descubriera qué estaba pasando en ese calabozo. 

Los valientes que cruzaban las rejas de la celda 27

La libertad parecía un premio para aquellos que no creían en las supersticiones. Muchos presos aceptaron la oferta de entrar de forma voluntaria para investigar las paredes, el piso, el techo y todo lo que había en la celda 17. Sin embargo, cuenta la leyenda que nadie era inmune a la maldición y poco a poco, eran menos los que se aventuraban a pasar la noche ahí. 

Crédito: Pixabay

En el año de 1884, en la Hacienda de la Cacaria, trabajaba un joven alto,  moreno y robusto de nombre Juan al que le apodaban el “Sin miedo”, pues presumía de una valentía inigualable e imprudente. Entre sus hazañas se dice que por las calles de Durango andaba suelto un perro con rabia que no podía ser capturado por nadie y hacía a la gente encerrarse en sus casas. Juan, sin temerle al perro, le aventó un tiro con una escopeta, pero la bala perdida dio a una señora que murió por el impacto. Por este delito, Juan fue condenado a 20 años en prisión. 

Juan después de siete años en la cárcel fue condenado a la celda 27. La leyenda dice que el director de la prisión le volvió a hacer la oferta de la libertad si con su valentía demostraba el secreto de las muertes. También se dijo que la sentencia fue obligatoria, mandada a ordenar por el dueño de la hacienda en la que trabajaba quien se quería casar con su prometida e incluso que el mismo preso solicitó entrar. Antes de ser enviado a la muerte, el director de la penitenciaría le concedió una última voluntad y Juan pidió velas y cerillos, pues planeaba burlar a la muerte en la 27. 

La luz de la vela no se apagaba. El valiente contaba las horas para que llegara la mañana y observaba a su alrededor. Según las historias, Juan vio a un enorme alacrán de 30 centímetros de largo ocultándose en una madriguera y en ese momento sospechó que el culpable era el insecto. Apagó la vela y tomó los cerillos a la espera del monstruo ponzoñoso. Llegada la mañana, con lo último que le quedaba de luz, el preso vio al alacrán acercándose y entonces lo atrapó con su sombrero. 

Llegada la mañana, cuando los carceleros se acercaron a recoger el cuerpo, se encontraron a Juan con el animal atrapado y ahí pidió el indulto como dice el corrido “La Celda 27”.

En su historia, Durango ha hecho del alacrán su símbolo, por algo se le llama la “tierra de los alacranes”. En la región hay siete especies diferentes de alacrán, entre ellos se encuentra uno de los más peligrosos, el Centuroides Sufusus, pues durante los primeros años de la ciudad de Durango era la primera causa de muerte entre los habitantes y de peligrosa la situación el gobierno pagaba de tres a cinco centavos por cada alacrán capturado, de ahí surgió el oficio local de los “alacraneros”.

Crédito: Guiajero

¿Conocías la leyenda de la Celda 27? 

Fuente: Milenio, México Legendario

Sofía Isadora Salazar

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