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Lo que cantan las aves sobre el Delta del Río Colorado

Las razones del vuelo son razones de música

y si el pájaro vuela, es sólo porque canta.

Hipótesis del vuelo – Margarita Michelena

Juan tiene una mirada penetrante. Observa con atención plena entre los tulares que se extienden por los canales de la Ciénega de Santa Clara, la región más viva del Delta del Río Colorado. Él conoce este laberinto natural como la palma de su mano. Busca plumajes. Su oído espera el cántico distintivo de las aves. Sabe identificarlas a la perfección. Al western sandpiper (Playero occidental), al Yuma clapper rail (Palmoteador de Yuma) y el wilson´s warbler (chipe de Wilson), como se refiere a ellas, por su nombre común en inglés. 

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Pelícanos sobre la Ciénega de Santa Clara. Foto: Rodrigo Cardoza

Existen alrededor de 261 especies identificadas en la ciénega sonorense, lo que representa el 71% de las aves conocidas en el Delta del Río Colorado. De todas ellas, 27 están protegidas por ley en México. El endémico palmoteador de Yuma (Rallus obsoletus yumanensis) es una de las amenazadas.

“Las aves migratorias cantan a las 10 de la noche, a las cuatro de mañana y otra vez a las cinco. Pongo mucha atención a todo lo que sucede en la ciénega. Aprendí a identificar la vocalización de las aves, con oírlas sé cuál es cuál. Cuando vuelan, también puedo identificarlas. Llevo más de 20 años dedicados a la conservación de las aves”, expresa Juan Butrón, un viejo conocido en los menesteres de la conservación en el delta. 

Con 5,800 hectáreas de humedales de abundantes tulares y 12 mil de marismas y planicies lodosas en la frontera natural con el Alto Golfo de California, la Ciénega de Santa Clara es el humedal de mayor extensión en el Desierto Sonorense y el de mayor importancia para las aves dentro del Delta del Río Colorado. Además de ser un sitio Ramsar —lista que reúne a los humedales de importancia internacional—, queda incrustado dentro de la Reserva de la Biósfera Alto Golfo de California y Delta del Río Colorado, por lo tanto, está protegida por ley federal mexicana. Si bien se alimenta de las aguas de drenaje agrícolas conducidas desde Arizona por el Canal Wellton-Mohawk, también conocido como Canal Sánchez Taboada, su verde presencia es una pequeña reminiscencia de lo que alguna vez fue el magno delta del Colorado. 

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Tulares en la Ciénega de Santa Clara. Foto: Rodrigo Cardoza

En este, uno de los últimos bastiones naturales del Delta del Río Colorado, se refugian miles de aves que llegan año con año de todo el continente americano, siendo una parada vital del corredor migratorio del Pacífico. Tan solo en la Ciénega de Santa Clara se han registrado máximos de 280 mil especímenes por temporada. Aves playeras y acuáticas. Otro tanto de residentes. Todas importantes: su presencia nos indica que algo anda bien, al menos en este frágil humedal.

“Cuando escucho a los palmoteadores de Yuma, me emociono, porque siendo especies amenazadas, sé que ahí están”, expresa Juan con una carga de emoción.

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Juan Butrón. Foto: Víctor Rodríguez

Los científicos saben perfectamente la importancia de este y otros sitios de restauración en la región del delta, razón por la que efectúan monitoreos de manera regular desde 2002 enfocados en los cambios de abundancia y diversidad de especies de aves. Con los datos no solamente se conocerá mejor el estado de las especies y sus hábitats, sino también pueden jugar un rol importante en la asignación de agua para un delta que resiste. 

De río desierto a la promesa verde

Naciendo en las montañas Rocallosas de Estados Unidos, el río Colorado recorre más de 2,300 kilómetros hasta desembocar en el Golfo de California. Este largo recorrido hace de la cuenca del río Colorado la más impactada de Norteamérica. Más de 40 millones de personas en México y Estados Unidos se abastecen del flujo de agua, además de la flora y fauna que siempre ha dependido del vital líquido.

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Planicies lodosas en el Delta del Río Colorado. Foto: Rodrigo Cardoza

Los ecosistemas de la cuenca baja del río Colorado, es decir, del lado mexicano, quedaron mal parados frente al progreso. Se calcula que alrededor de 400 mil hectáreas de bosques riparios —flora nativa creciente en los márgenes del río— y humedales perecieron ante el impacto de la construcción de la presa Hoover en 1935, además de la presa de Glen Canyon en 1936, ambas en Estados Unidos. El represamiento y la canalización en México secuestró 15 mil millones de metros cúbicos de agua que cada año permitían al río conectar con el Golfo de California, lo que generaba un ecosistema dinámico como pocos. 

El innegable valor estratégico del agua quedó establecido entre los países en el Tratado de Aguas Internacionales firmado en 1944, en el que se acordaron asignaciones del río Bravo, Tijuana y Colorado. En este primer documento oficial, Estados Unidos acordó la entrega de  mil 850 millones de metros cúbicos anuales, volumen que por mutuo acuerdo podría reducirse en caso de sequías extremas. 

Ante la creciente demanda y sequías prolongadas, los países mantienen intensas negociaciones para establecer nuevos lineamientos en el uso del vital líquido a través de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), conformada por secciones de ambos países. Dichos acuerdos quedan asentados en forma de Actas o minutas.

Acuerdos en materia de aguas entre México y Estados Unidos

Las de 2012 y 2017, puestas en papel dentro de las Actas 319 y 323, respectivamente, marcaron un hito de justicia ambiental. Por primera vez se estableció un componente ambiental en las relaciones del agua, lo que garantizó la asignación de 195 millones de metros cúbicos —volumen que incrementó a 259 millones de metros cúbicos en el Acta 323— para la restauración del Delta del Río Colorado. La primera entrega fue efectiva con el flujo pulso de 2014, momento memorable en que 130 millones de metros cúbicos permitieron la reconexión del río con el Golfo de California, no visto desde 1998. 

Por mutuo acuerdo, dichas aportaciones de agua con fines ambientales se darán de manera conjunta por los países, y otra parte por las organizaciones civiles. Estas últimas quedaron aglutinadas en la Alianza Revive el Río Colorado, integrada por Pronatura Noroeste, National Audubon Society, Redford Center, Restauremos el Colorado, The Natural Conservancy y Sonoran Institute, quienes fueron parte crucial en la asignación de agua exclusivamente para la flora y fauna del delta mexicano.

Dentro del Acta 323 se formalizó un monto a los proyectos de restauración y otro tanto a los de monitoreo e investigación científica. Desde entonces, las organizaciones han puesto en marcha un titánico esfuerzo de restauración en el cauce. Lugares desertificados e invadidos por plantas exóticas, ahora lucen enverdecidos con bosques de álamos, sauces y otras especies de flora nativa, como el de Miguel Alemán, administrado por Pronatura Noroeste, y el de Laguna Grande, de Sonoran Institute, entre otros. En total, la iniciativa ha logrado la restauración de 700 hectáreas en el cauce original.

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Sobrevuelo en región del delta del río Colorado. Foto: cortesía Pronatura Noroeste

Unión de voluntades se refleja en un aumento en la diversidad de aves

Gabriela Caloca, actual coordinadora de Agua y Ríos de Pronatura Noroeste, habla sobre la importancia que tiene el garantizar un volumen de agua para el medio ambiente en el Delta del Río Colorado. “Los esfuerzos binacionales para llevar a cabo la restauración del río han beneficiado a las aves al proporcionar un hábitat adecuado dentro del corredor del noroeste. Esto ha dado un aumento en abundancia y logra hacer una conectividad con el paisaje”, recalca la experta. 

Los datos respaldan lo dicho: en el sitio de restauración Miguel Alemán han registrado un aumento del 42% en la diversidad de aves. Datos esperanzadores por sí mismos, sin embargo, se suman como respaldo científico sobre el grado de éxito de las medidas de conservación aplicadas, bien planificadas y con objetivos reales.

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Bosque restaurado. Foto: cortesía Pronatura Noroeste

Este año comenzarán nuevamente las negociaciones binacionales en las que se establecerán nuevos acuerdos que servirán de relevo al Acta 323, que vence el 31 de diciembre de 2026. Negociaciones cruciales que marcarán el rumbo sobre el uso del agua del Colorado, mismas en las que las organizaciones civiles buscarán garantizar las aportaciones exclusivas para el medio ambiente. En medio de las intensas negociaciones, las aves tienen algo importante que decir. 

Un gran esfuerzo colaborativo por las aves

Para entender a las aves, hay que volar como ellas. Jonathan Vargas, becario del programa de Soluciones Costeras del laboratorio de ornitología de Cornell y colaborador eventual de la National Audubon Society, se ha encargado de llevar los monitoreos aéreos de aves en el Delta del Río Colorado.

Para efectuarlos, el biólogo se apoya de un acuerdo con la organización norteamericana LightHawk Internacional que aporta vuelos, con pilotos voluntarios, dedicados enteramente a  la conservación. Gracias a ellos, desde los aires, Jonathan tiene la oportunidad de registrar las poblaciones de las especies en el área del Delta. Literal, con vista de pájaro. 

“Desde la aeronave puedo ver dónde están las mayores concentraciones de aves, también las características específicas que hacen que esas aves estén allí, como la composición del hábitat, la afluencia de agua dulce, presencia de alimentos”, dice el experto. “También veo claramente la zona degradada, la que no recibe agua. Lugares que fueron abandonados por las aves”.

Cada monitoreo aéreo está sincronizado con las migraciones anuales. Se sabe que dichos fenómenos migratorios suceden en dos periodos: en primavera, cuando las aves llegan de los sitios donde pasaron el invierno, principalmente del Hemisferio Sur, y se dirigen al norte, a sus sitios de reproducción en el círculo ártico; la segunda en otoño, cuando viajan de norte a sur, conocidas como invernadas.

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Parvadas sobre el corredor migratorio Pacífico: Foto: Rodrigo Cardoza

La participación de Jonathan desde las alturas forma parte en un plan integral y colaborativo de monitoreo de aves en la región. Coordinado por Stefanny Villagómez, Alejandra Calvo y Eduardo Soto, técnicos de monitoreo de Pronatura Noroeste, y Osvel Hinojosa, director del programa de Soluciones Costeras del Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell, incluye la participación de más de diez expertos de varias organizaciones civiles y voluntarios. Desde la presa Morelos, en la zona limítrofe de México y Estados Unidos, en los diversos sitios de restauración, por el tributario del Río Hardy y los humedales artificiales de Las Arenitas y Cucapá, hasta el Alto Estuario, los monitoreos cubrirán una extensión de 39 mil hectáreas en 137 kilómetros del río.

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Parvadas que se observan sobre el Delta del Río Colorado. Foto: Rodrigo Cardoza

“Se tienen acciones de monitoreo al interior de los sitios de restauración, así como fuera de los sitios de restauración. Los sitios restaurados o en proceso de restauración han presentado tienen métricas de aves más altas: 69% más de abundancia de aves y 30% más de diversidad de aves, lo que indica que las acciones de restauración implementadas en estos sitios son efectivas para crear y mantener el hábitat de las aves”.

Eduardo Soto, desde las oficinas de Pronatura Noroeste en San Luis Río Colorado, Sonora.

Extender la cobertura de monitoreo en tanto territorio requiere de logística precisa. Cuentan con un mapa de acción de más de 500 puntos de registro repartidos a lo largo del cauce, incluyendo los seis sitios de restauración (Cori, CILA, Miguel Alemán, La Herradura, Laguna Trejo y Chaussé). La caja de herramientas contempla registros visuales y auditivos bajo un estricto protocolo de documentación y otro apoyado por el protocolo de llamado-respuesta, censos de aves acuáticas, monitoreos bajo el protocolo de productividad y sobrevivencia aviares (MAPS, por sus siglas en inglés), protocolo de monitoreo de supervivencia invernal (MoSI, por sus siglas en inglés), la instalación de antenas de la red continental Motus, y registros de cobertura vegetal.

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Monitoreo de aves en el Delta del Río Colorado. Foto: cortesía Alejandra Calvo

Mientras Jonathan está en las alturas, en tierra, Alejandra, Eduardo, Stefanny, José Juán, Juan Carlos y Benito, todos técnicos de monitoreo de Pronatura Noroeste, avanzan con la titánica labor de cumplir en tiempo y forma con el calendario de monitoreos de 2024.

Lo que cantan las aves del Colorado

Dentro del bosque de álamos y sauces de Miguel Alemán en el Valle de Mexicali, con el amanecer cercano, Alejandra y sus compañeros instalan redes especiales de 12 metros de largo y 2 de altura, en espera de que las aves que han regresado al sitio caigan en la trampa. Su malla de 30 milímetros resulta inofensiva a las aves temporalmente capturadas, mismas que posteriormente son minuciosamente registradas: nombre de la especie, sexo, edad, peso y condiciones físicas del animal. Terminarán por instalar una pequeña banda en la pata del ave, que les permitirá tener un historial del espécimen en futuras capturas, y lo liberarán.  

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Bandeo de aves en los bosques riparios en el delta del Colorado. Foto: cortesía Pronatura Noroeste.

Han identificado 15 especies que  sirven de indicadores del estado de salud de los ecosistemas riparios restaurados dentro del río Colorado: el rascador enmascarado (Melozone aberti), papamoscas garganta ceniza (Myiarchus cinerascens), picogordo azul (Passerina caerulea), papamoscas negro (Sayornis nigricans), perlita del desierto (Polioptila melanura), matraca del desierto (Campylorhynchus brunneicapillus), cuicacoche crisal (Toxostoma crissale), carpintero del desierto (Melanerpes uropygialis), calandria dorso negro menor (Icterus cucullatus), carpintero mexicano(Dryobates scalaris), gorrión cantor (Melospiza melodia), papamoscas cardenalito (Pyrocephalus rubinus), baloncillo (Auriparus flaviceps), tirano pálido (Tyrannus verticalis) y el chipe grande (Icteria virens).

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Tangara de cabeza roja, una de las aves que se encuentra en el área. Foto: cortesía Pronatura Noroeste.

Otra parte importante del esfuerzo sucede frente al monitor. Datos y datos que deberán ser recopilados, revisados con lupa y ordenados minuciosamente para formar una base de datos que visibilicen la realidad de las aves en el delta. En lo que avanza el año, el equipo científico binacional y el Grupo de Trabajo Ambiental del Acta 323 esperan pacientemente los datos que faltan por entregar. Lo que encuentren será crucial. En parte, las partituras de abundancia de aves jugarán un rol crucial en las negociaciones bilaterales que definirán los nuevos volúmenes de agua que han devuelto la vida al delta del Río Colorado.

Comienza a caer el sol en el horizonte, entregando espectaculares atardeceres sobre el delta del Río Colorado. Como un acto sinfónico de despedida al día, el canto de las aves emana del verdor que poco a poco se oscurece con la noche. En contraste, estas mismas melodías se extinguen al salir de los bosques riparios restaurados, donde la desertificación se impone con un silencio avasallante. Como en una película épica, el canto de las aves es la banda sonora de un ecosistema crucial que ha revivido, que resiste con un poco de agua y un monumental esfuerzo humano. La batalla continúa. De la presencia de agua depende que las aves regresen a sus hábitats en el delta del Río Colorado y celebren ceremoniosamente la vida con sus cantos. Sin ellas, el silencio terminará por alcanzarnos.

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