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Homosexualidad en el México contemporáneo

Algunas crónicas mencionan que el general Emiliano Zapata planeó fusilar a su asesor, Manuel Palafox, tras descubrir que era homosexual. Otras fuentes mencionan que el propio Zapata es bisexual.

Décadas después, en el décimo aniversario de la masacre de 1968 del movimiento estudiantil y del ejército mexicano en la Plaza de la Tricultura, cientos de jóvenes salieron a las calles de la Ciudad de México para conmemorar el trágico hecho. Durante la marcha, decenas de gays y lesbianas se unieron a la causa y formaron el movimiento de liberación gay. Un año después, se lleva a cabo el primer desfile del orgullo gay en la Ciudad de México.

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Los datos anteriores son una muestra de las diferentes opiniones sobre la homosexualidad en México. Por un lado, el desprecio por la masculinidad marcada y el deseo de mostrar la llamada masculinidad, por otro lado, el orgullo de luchar por la igualdad de derechos y defender la orientación sexual de nadie.

Cómo la homosexualidad tomó forma en el imaginario social y cómo nacieron los dos términos más populares para describir a sus participantes (homosexualidad y homosexualidad) es el trasfondo de dos hechos específicos:

El baile de los 41: el origen de los “maricones”

Jotos maricones - "jotos, chulos y coquetones": la construcción del homosexual en el méxico contemporáneo

Cuarenta y dos hombres bailaban alegremente en una casa particular de la calle de la Paz (actualmente Ezequiel Montes) en el Centro de la Ciudad de México. Eran las tres de la mañana del 18 de noviembre de 1901. Veintidós de ellos vestían de hombres y el resto iban ataviados con ropas de mujer.

Carlos Monsiváis, conocido escritor mexicano y activista homosexual, escribió al respecto:

«Este es el repertorio imaginado o extraído de las noticias policiales (no publicadas): faldas, perfumes caros, pelucas con rizos, en una recámara una cama adornada donde hay un niño de mercería, la rifa de un joven agraciado (Bigotitos Rizados), caderas y pechos postizos, aretes, choclos bordados, maquillajes de blanco o de colores estridentes, zapatos bajos con medias bordadas, abanicos, trajes de seda cortos, ajustados al cuerpo con corsé».

La policía intervino y arrestó a los afortunados bailarines. Solo una persona, apoyada en su influencia pública, logró escapar: era don Ignacio de la Torre, el esposo de la hija del presidente mexicano, Porfirio Díaz. Dijeron que se le permitió escapar del techo del sitio y de los edificios circundantes. La noticia corrió como la pólvora y el caso pronto se convirtió en un escándalo nacional.

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La Gaceta Callejera, un diario menor, comenzó a circular entre el público una hoja suelta con un titular escandaloso: “Los 41 maricones encontrados en un baile de la calle de La Paz el 20 de noviembre de 1901“. El texto estaba acompañado de la reproducción de un grabado realizado por José Guadalupe Posada donde se veía a los bailarines disfrutando de su mutua compañía. Justo debajo de la imagen, el editor Venegas Arroyo compuso un singular corrido titulado “Aquí están los maricones, muy chulos y coquetones”.

La lista de arrestados nunca se ha hecho pública, pero se dice que incluye a personas de buena cuna, ricas y poderosas. La mayoría de ellos fueron liberados después de las horas de trabajo, posiblemente mediante el pago de grandes sumas de dinero a la policía y las autoridades de la capital. Carlos Monsiváis continúa expresando su opinión al respecto: “Lo más importante de la Redada de los 41 es el hecho de que un grupo de personas que tocaba un sábado por la noche fueron detenidas arbitrariamente en reiteradas ocasiones. Las 41 personas supuestamente estaban haciendo una fiesta. ” sin permiso”.

Fotos jotos y maricones - "jotos, chulos y coquetones": la construcción del homosexual en el méxico contemporáneo

Fue una de las muestras tempranas de la represión y los estigmas sociales que pesaban en el México del porfiriato. El supuesto carecimiento de permiso para la reunión no fue más que un pretexto frágil para reprimir todo acto que fuera contrario a las “buenas costumbres”. A partir de ahí, comenzó a vivirse con temor en los círculos gays de la capital mexicana: cualquier manifestación, toda reunión, todo comentario se llevaba a cabo en silencio, en la más completa discreción.

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Aunque no parece ser el caso, se puede argumentar que Radar inventó la homosexualidad en México. En primer lugar, los socios se han dado cuenta de su suerte: lograron estar entre 41 y ahorrar al menos una vez. Al resaltar las limitaciones sociales y criminales de la homosexualidad, Radar revela la fragilidad del determinismo. Si la estigmatización fuera para todos, el castigo corporal afectaría solo a unos pocos, y no todos acabarían barriendo las calles en algún momento. Por muy infiel que sea, por mucho que viva en secreto, todo homosexual no se siente solo tras el allanamiento: otras 41 personas le acompañan en el espíritu de la orgía interrumpida, y los gendarmes les ayudan. Juguetón y deprimente. Si los homosexuales ya existen y el baile delata una organización social mínima pero ya estable, entonces el radar en la oscuridad cambia el significado de este colectivo, dándole a la especie un nombre ridículo (Los 41): la anomalía aislada subió a la superficie del choteo , y esta primera visibilidad fue un paso decisivo”, concluye Monsiváis.

El segundo hecho histórico que mostró la diferencia entre los homosexuales y el “resto de la sociedad” y que también marcó el nacimiento del término “jotos” tuvo lugar en la prisión más peligrosa de México, Le Canbury Black Palace. Construido durante el período Porfigliato, este lugar infernal es único en su diseño, ya que la torre de vigilancia se encuentra en el centro de la prisión. Como resultado, los presos tienen una sensación de vigilancia constante, lo que crea un sentimiento profundamente opresivo.

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Carlos Monsiváis define a este sitio de la siguiente manera en su libro “Los mil y un velorios”: «En la mitología popular Lecumberri es lo prohibido, la vecindad sin salidas, la continuación de lo mismo entre rejas es a la vez recinto de la maldad, la concentración de vicios y desechos humanos, y lo contrario, un espacio de solidaridad».

En este recinto, nefasto lugar en el que se aplicaban castigos ejemplares a los presos, a los homosexuales se les encarcelaba en la crujía J. De ahí nació el término despectivo “jotos” para distinguir a los que pertenecían a ese sector de la prisión. Se ignora a ciencia cierta quién o quiénes inventaron esta expresión; sin embargo, el término no sólo alcanzó popularidad en el penal sino que se ha extendido hasta todos los rincones de la sociedad. “Joto” se utiliza, desde su concepción, como una palabra discriminatoria, al igual que puto, mariposón o desviado. El lenguaje tiene la poderosa capacidad de crear barreras invisibles y causar heridas.

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La comunidad gay de hoy está menos oprimida que en años anteriores, pero la batalla por los derechos y la libertad de los prejuicios aún no se ha ganado por completo. México sigue siendo un país masculino que no puede tolerar nada que considere “diferente”. Los años que pasan solo intensifican el debate. Las marchas y movilizaciones de sectores de la comunidad gay para ser respetados y considerados parte de la sociedad siguen siendo una realidad.

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