La Isla de Cedros, un paraje nebuloso de montañas y mar, y es uno de los paisajes más indescifrables de la geografía mexicana. La vida terrestre y acuática presente es insólita
“Huamalhuá” es la expresión registrada por el jesuita Segismundo Taraval con la cual llamaban sus habitantes a la inexpugnable isla que este visitó en 1732. En lengua cochimí significa “nebulosa”, caracterización oportuna para un territorio que se encuentra cubierto de bruma la mayor parte del tiempo.
Dominada por la corriente fría del Pacífico Norte pero aún dentro del Desierto Central de Baja California, la Isla de Cedros —como es llamada hoy en día— conserva uno de los paisajes más indescifrables de la geografía mexicana.
Vista a la distancia, la isla parece una colección de montañas que surgen desde el mar y del neblumo. Una vez cerca, esta comienza a mostrar sus arenales ocres cubiertos por una gran diversidad de vegetación única.
La ínsula se distribuye en una cordillera que corre de norte a sur y a la cual la corriente fría del Pacífico golpea desde el poniente. Cada mañana, la niebla se eleva hacia la cresta de las montañas humidificando su superficie, causa de lo cual la densidad de su vegetación asemeja, a momentos, a los de una jungla.
Imposible dar noticia detallada de la diversidad de formas y conjuntos herbáceos que componen su patrimonio. Por su condición isleña atesora variedades conocidas en la costa continental, pero que en su aislamiento han evolucionado en especies distintas.
Entre la flora característica de Cedros está el Agave sebastiana, llamado así por su ubicación en la bahía Sebastián Vizcaíno. Su tallo floral característico alcanza hasta los 3 metros de longitud.
En su suelo de roca y arena abundan los árboles medianos, como el torote blanco (Pachycormus discolor) y los enebros (Juniperus californica), presentes también en otras zonas de la península bajacaliforniana. Insólito resulta el caso de la presencia de pinos en la cresta de sus montañas (Pinus radiata) de una especie endémica de la bahía de Monterrey, en California, a más de mil kilómetros, y cuya presencia en la isla es arcaica. Es a todos estos que la isla debe su nombre, pues al arribar a ella en 1539, el explorador español Francisco de Ulloa le dio el título que lleva hoy en día por su vegetación arbórea. Otros nombres que ha recibido a lo largo de los siglos es Isla del Reparo, de Cerros, Trinidad, y más recientemente “El Piedrón”, de uso coloquial.
Cedros cuenta con su propia especie de biznaga (Mammillaria pondii ssp. pondii) y de biznaga de barril (Ferocactus chrysacanthus), característica esta última por sus espinas amarillas o rojas, según el ejemplar.
La presencia de vegetación insólita no se limita a la tierra. En la costa oeste de la isla se encuentra un importante bosque de alga Kelp gigante (Macrocystis pyrifera), que sirve de refugio y alimento para un gran número de animales marinos, entre los que se encuentran las focas de puerto (Phoca vitulina ssp. richardii) y los lobos marinos (Zalophus californianus). Estos bosques de alga son clave para la salud de nuestro planeta, pues contribuyen significativamente a la captación y almacenamiento de dióxido de carbono.
La Nebulosa también es hogar temporal de una importante colonia de elefantes marinos (Mirounga angustirostris), cuyo constante rugido se escucha al alejarnos, mientras sus miradas atentas se pierden entre la bruma.
