Conoce la leyenda de Sabino, un árbol centenario que fue testigo de una historia trágica de amor en Durango
La capital del estado de Durango alberga uno de sus tesoros naturales más preciados: el Sabino, un árbol de araucaria de 183 años de edad que fue testigo de una historia trágica de amor que se ha convertido en una leyenda que perdura en el tiempo.
El Sabino se destaca no solo por su longevidad, sino también por pertenecer a una especie en peligro de extinción.
Adán Álvarez Haro, coordinador de ordenamientos ecológicos de la Secretaría de Recursos Naturales y Medio Ambiente (SRNMA), destaca la importancia de este árbol, originario de Chile y Argentina, y subraya la necesidad de proteger y reproducir esta especie exótica.
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La llegada de los judíos a Durango
La leyenda que rodea al Sabino narra una historia de amor prohibido que terminó en tragedia. Según el relato escrito por el cronista de la ciudad, Manuel Lozoya Cigarroa, el árbol fue testigo de un amor imposible entre dos jóvenes enamorados: María, la hija de un comerciante judío llamado Josué, y Juan, un joven mestizo trabajador.
La leyenda se desarrolla a finales del siglo XVIII, en un Durango marcado por la bonanza de las minas y la llegada de nuevos habitantes en busca de fortuna.
Entre ellos llegó Josué, acompañado de su esposa Sara y su hija María, una familia judía, estableciendo su hogar en una huerta cercana al Sabino. Al tiempo de llegados, Sara fallece y, tras su muerte, la felicidad de Josué se desvanece.
Al llegar habían establecido una huerta, que también sufrió la pérdida de la mujer que la cuidaba, y empezó a decaer en su producción, por lo que Josué decidió que debía contratar a alguien que le ayudara a cuidar su producción.
Juan y María se conocen
En un principio, Josué, temeroso por la seguridad de su hija María, que ahora se encargaba de las tareas del hogar, decidió contratar a un hombre viejo para que no le faltara el respeto a su hija, sin embargo, esta decisión se volvió una desventaja, pues el hombre empezó a enfermar y a ser una carga más para ambos.
Con el tiempo, el padre decidió que lo mejor sería contratar a alguien más joven, y así llega a trabajar a la huerta Juan, un joven alto, corpulento, de piel morena clara y los ojos verdes, todos sus rasgos eran seña de que era un mestizo.
Juan era trabajador, inteligente y activo, hacía lo que se necesitaba sin recibir órdenes, tenia iniciativa y era extraordinariamente respetuoso y atento con los patrones, tanto con Josué como con María, no levantaba los ojos para mirar a la joven, menos aún dirigirle la palabra, lo cual tranquilizo al padre de la muchacha.
Con el trabajo de Juan, la huerta de la familia se rehabilitó y las hortalizas y árboles frutales produjeron aún más frutos que en los tiempos de Sara, por lo que Josué estaba muy feliz con el trabajo del joven. El judío guardó algo de dinero y compró un arma para la seguridad de la casa y la huerta.
Un amor prohibido
Entre Juan y María empezó a nacer un amor que estuvo marcado por la clandestinidad, pues ambos temían por lo que sucedería si el padre de la joven los descubría. A pesar de la oposición del padre, continuaron viéndose a escondidas, hasta que Josué empezó a darse cuenta de que su hija se despertaba por las madrugadas, y coincidía con los días que Juan llegaba temprano a trabajar en la huerta.
Temeroso de que se iniciara un noviazgo entre Juan y María, el padre dela judía lo amonestó severamente y le pidió que abandonara la casa y que no volviera a pararse por ahí, porque de verlo por ahí, lo mataría.
Un día, andando por la huerta, Josué vio en el lodo seco las huellas de unos huaraches de hombre, y rápidamente pensó que Juan se estaría brincando la cerca de la casa para ver a María. Las huellas se detenían en el Sabino, por lo que planeó una idea para atrapar a Juan.
El trágico desenlace bajo el sabino
El padre de María le dijo que se iría de viaje y que regresaría hasta el otro día, pero no avanzó mucho y se escondió cerca del sabino, donde había encontrado las huellas con el calzado de Juan, para observar cuando llegara.
Josué agudizó el oído y miró entre la oscuridad de la noche la sombre de un hombre que saltó la barda y se acercó sigilosamente al tronco del árbol. Al mismo tiempo, todas las luces de la casa estaban apagadas, lo que significaba que María seguía dormida.
Josué embosca a Juan bajo el Sabino, disparándole fatalmente. Sin embargo, la bala atraviesa el pecho de Juan y alcanza el corazón de María, que se encontraba abrazada a su amado. Ante esta escena desgarradora, Josué, consumido por la desesperación y el remordimiento, se quita la vida junto a su hija y su amado.
Desde entonces, el Sabino se ha convertido en un símbolo de amor y tragedia en Durango. Se dice que en las noches lluviosas de julio, a las dos de la madrugada, se puede vislumbrar la silueta de una mujer que se acerca al tronco del árbol, recordando el trágico destino de María, conocida como “La Judía del Sabino”.
¿Conoces otra historia de amor trágico del noro?
Fuentes: El Siglo de Durango, Sin embargo, La Voz de Durango
