Los molokanes, conocidos así porque basaban su alimentación en la leche, huían de la persecución del Gobierno del Zar Nicolás II en Rusia y buscaban una forma libre de expresión religiosa
Más de cien años de historia y una combinación cultural única: así son los molokanes, la herencia rusa que habita en el Valle de Guadalupe, en Baja California, y que trajo consigo una herencia vinícola a la entidad.
En busca de una libertad religiosa, lo molokanes huyeron de Rusia al principio del siglo XX. Primero fueron hacia California, pero entre 1904y 1905 se establecieron en Baja California, principalmente en el Valle de Guadalupe, lugar que se acoplaba perfectamente a su trabajo en campo.

Desde su llegada al Valle de Guadalupe, esta migración rusa se destacó por traer sus costumbres y comenzar a sembrar lo que era habitual en sus comunidades, como frutos, vid y semillas. Comenzaron también con la cría de ganado para así fabricar sus alimentos.
Los molokanes también huían de la persecución del gobierno del zar Nicolás II, en Rusia, y buscaban una forma libre de expresión religiosa, pues tenían creencias religiosas diferentes a los ortodoxos de la región.

El nombre de molokanes se refiere a leche o “comedores de leche”, producto en el que basaban su alimentación y eran provenientes de la ciudad de Kars, en Rusia.
A pesar de su llegada y establecimiento en el siglo XX en Baja California, poco a poco fue combinándose su cultura con la del Valle de Guadalupe. De acuerdo con expertos, en 1940 los molokanes habrían terminado de fusionar su cultura con la mexicana.
Los molokanes y una tradición vinícola
Hoy en día es visible la cultura rusa en la producción vinícola e incluso hay un museo donde se expone en el Valle de Guadalupe parte de su migración, costumbres y objetos desde sus inicios hasta su asentamiento en el estado.

Además, la herencia vinícola es muy visible con la empresa Vinos Bibayoff, creada por Davd Bibayoff, uno de los descendientes fundadores de la cultura de los molokanes en Rusia.
En Vinos Bibayoff, ubicado en Rancho Toros Pintos, se fabrican diferentes variedades, pero siempre con el sello de la herencia rusa en el valle vitivinícola por excelencia de México, es decir, una mezcla entre ambas culturas formada por la migración rusa en nuestro país.
Fuente: Ensenada Travel/Heraldo de México